Traumas y fijaciones

Autor: Sergio de la Torre Gómez
14 enero de 2018 - 12:06 AM

El interés de los elenos en que  aquello  no se olvide es  constante, igual que al plebeyo  de otros tiempos y latitudes le importaba  exhibír  cualquier  vínculo, así fuera lejano u ocasional, que lo emparentara   con la nobleza, para mejorar sus ancestros y reivindicarse un poco  ante la vida. 

Al  menos hasta hoy domingo,  el episcopado colombiano  y la comunidad internacional  siguen  insistiéndole, cada cual a su manera,  al ELN para que mantenga el cese de fuego. Es casi un ruego, que de parte de la Iglesia  no me extraña , pues fue ostensible su involucramiento y la participación de curas españoles (Pérez y Laín) y de un colombiano de tanta prosapia y celebridad como Camilo Torres,  a quien en premio a su devoción  enviaron  los alzados al sacrificio,  haciéndose  así  a un  mártir fácil.  El interés de los elenos en que  aquello  no se olvide es  constante, igual que al plebeyo  de otros tiempos y latitudes le importaba  exhibir  cualquier  vínculo, así fuera lejano u ocasional, que lo emparentara   con la nobleza, para mejorar sus ancestros y reivindicarse un poco  ante la vida. 
No sobra subrayar que a la sazón  la presencia de clérigos en las filas insurgentes  obedecía no solo  a que  ellos  comulgaran con su ideario sino a que la revolución cubana, que  vivía su etapa germinal,  infantil, la más pura e inocente, cuyo  candoroso  entusiasmo  conmovía   a tantos jóvenes   soñadores  en  este hemisferio,  y en Europa embelesaba  a  intelectuales “progresistas” del tipo de Sartre, aburridos de tanta ociosidad y  charlatanería, y de no tener una causa nueva y atractiva  que abrazar  en esa larga espera de la postguerra en que periódicamente  apenas se reconfortaban  en sus tertulias  con todo aquello que en el planeta  molestara  a los gringos.  Los mismos  gringos  que  pocos  años antes los habían librado  de la esclavitud  hitleriana, para  luego  reconstruir con  sus  dólares del Plan Marshall  los países    que  la susodicha  plaga  había dejado  deshechos y hambreados. Y  que  de ñapa   los habían   resguardado   de la barbarie   staliniana, de la que  también  maldecían , aunque en silencio.
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Como nos lo enseña la historia   de los dos últimos siglos, desde  la aparición  de  Marx  y el marxismo, y como lo corrobora  la experiencia de todo partido o facción  que pretenda suplantar el orden social existente, la lucha armada  siempre  fracasa  si se prolonga demasiado ,  sin  ensayar  otros métodos, en lugar del  que  no  ha   dado    resultado.   La acción insurgente  termina  así  petrificada  e invalidada de tanto persistir,  girando en redondo, sin alcanzar, ni acercarse siquiera  a su objetivo.  Deja de ser eficaz para lo que se propone.
Y también flaquea a la larga  cuando su inspiración y aliento provienen del exterior, en un intento por calcar, como sucedió aquí, lo de la Sierra Maestra cubana. Y aplicar dicho experimento a un medio  tan distinto como la Colombia de los años sesenta, cuando surgieron los elenos  como grupo de corte  guevarista.  Ello   incidió mucho en su génesis y formación.  Como repercutió  la simpatía  demostrada por los  diletantes europeos, la cual  les  imprimió  el  aura de nobleza y  altruismo que los  adornó  al comienzo  ( antes  de degradarse en la  peor  criminalidad)   brindándoles  audiencia  y algo de  respetabilidad a sus designios. Esto   a la  larga tampoco sirvió    mucho al propósito de derrotar,  o hacerle mella , al Establecimiento, fomentando un alzamiento que no  lograba   propagarse. 
Además,  en  intelectuales de  esa   laya, adherentes a distancia, todo el que esté familiarizado con sus manifiestos  inefables  ( siempre son el mismo, no importa la causa  o  lugar a que aludan)  sabe que la solidaridad es solo de palabra, no se traduce en nada, pues tales “idiotas útiles”, como suele llamárseles lastimeramente, o compañeros de viaje,  no  abandonan  jamás  su vida muelle, vegetativa .    Todo  lo que quieren es “epater” (escandalizar) la burguesía , que los sustenta y utiliza a la vez,   y cuyo status  envidian   sin repudiarlo en los hechos, para no comprometer el suyo,  bien cómodo,  de parásitos  sociales  tolerados  y asistidos  desde arriba.  Digámoslo más claro: son revolucionarios, pero hacia afuera, más allá  de las fronteras  patrias, para no correr riesgos.
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Continuaremos luego  este improvisado   “psicoanálisis de grupo”, para entender, en lo  posible, y con el perdón de Freud ,  los traumas y fijaciones  de infancia que explican tanta  vacilación  y  reverzasos  en  los  muy  venerables comandantes  de  la  guerrilla  en cuestión. 

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Comentarios:

Edgar
Edgar
2018-01-14 11:24:51
Excelente fotografía, como psiquiátrica, de los elenos como el que , en base a ideales siglo 20 , deformaron en terroristas de la peor laya. Esperamos el segundo capítulo de ésta fascinante novela.

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