El único interés válido para votar

Autor: Álvaro López Rojas
22 octubre de 2019 - 12:03 AM

No hay que llorar después, sino pensar antes de votar. Si se llega a la conclusión inteligente y pensada de que no hay un solo candidato que merezca por sus méritos de estadista, ser elegido, aún nos queda la opción del voto en blanco

Medellín

En virtud del derecho de postulación, con las limitantes legales, cualquier ciudadano colombiano puede aspirar a ser elegido en cargos y dignidades del sector oficial. El que se siente importante, inteligente y popular se auto propone como el portador del cambio y la verdad. De todas formas, la responsabilidad de analizar las propuestas con la sindéresis necesaria somos los ciudadanos. Seremos los que suframos las improvisaciones de los seres impreparados que llegan a la alta dirección de las ciudades y departamentos a partir del momento en que se cierran las urnas y el ganador resulta ser un gañan sin experiencia ni ética.

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Si somos conscientes de lo que se vive en nuestra localidad, tenemos que estar aterrados ante la incertidumbre de nuestro futuro como ciudad, sobre todo porque estamos acostumbrados a todo lo bueno: buenos servicios, buen manejo de lo público, buenas políticas de inclusión y equidad. La nuestra es una ciudad tan bien construida a lo largo de los años y las buenas administraciones que hemos tenido, que cuatro años de improvisaciones y bravuconadas no la han podido destruir, y seguimos teniendo el buen nombre de ciudad próspera y amable, pues nadie ha visto debajo de la alfombra.

En Colombia la política se ha vuelto una rara y tóxica mezcla de bajezas, tráfico de influencias y dineros, de concesiones de avales comprados. Los ciudadanos tenemos derecho de escoger a los candidatos en asambleas partidistas como se hacía antes. Pero la escogencia en convenciones se ha cambiado por espurias recolecciones de firmas que no comprometen al aspirante con nadie ni con nada. Los partidos han desaparecido, la dirigencia aparece solo para enaltecer acciones de lesa ciudadanía, para señalar a dedo a los elegidos, en una moderna aparición del gamonalismo que tanto se criticó.

No hay que llorar después, sino pensar antes de votar. Si se llega a la conclusión inteligente y pensada de que no hay un solo candidato que merezca por sus méritos de estadista, ser elegido, aún nos queda la opción del voto en blanco; pero hay que participaren el proceso democrático. No hay que pensar que el candidato es hijo del político que nos nombró en el pasado, ni en el que es el menos malo. Solo hay una cosa a considerar y es el bienestar de la ciudad y sus habitantes; el único interés válido y legal que se debe llevar a las urnas es el de elegir al candidato a la altura de nosotros mismos.

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Medellín merece un alcalde que nos permita superar los problemas que la actual administración nos deja: el caos vehicular, la mendicidad rampante, la inseguridad en ascenso, el espacio público invadido por la informalidad y el desaseo en las calles, solo por mencionar algunos. Ojalá pudiéramos alcanzar los supuestos para lograr la repetición de la elección de alcalde, en un país en el que la revocatoria es una ilusión. Qué bueno sería dar la sensación de que no nos conformamos con la mediocridad, la violencia proselitista y la chabacanería. Qué bueno tener la oportunidad de barajar de nuevo.

 

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