La U. pública colombiana en bancarrota

Autor: Guillermo Maya Muñoz
9 octubre de 2018 - 12:07 AM

La U. pública arrastra enormes déficits, 1.4 billones de pesos anuales para funcionamiento y 15 billones para el déficit en infraestructura. 

Hace un poco más de 50 años, en los años 60, estaba en marcha una revolución cultural juvenil que buscaba nueva formas de expresión en el lenguaje, la música, el sexo, y la política. Es decir, había un cansancio con los marcos ideológicos y disciplinarios de dominaban las sociedades occidentales que fueron impugnados. El rock y los Beatles, la píldora anticonceptiva, la liberación sexual y femenina y la revuelta en las aulas en Mayo del 68 fueron acontecimientos que distinguen esa revolución

Este proceso global afectó en mayor o menor grado a los diversos países y continentes. En consecuencia, los universitarios se convirtieron en una fuerza critica de las sociedades latinoamericanas y de las relaciones de poder prevalecientes que se oponían a la transformación de las estructuras productivas, políticas y sociales, que a su vez determinaban formas de distribución del ingreso que impedían el desarrollo del mercado interno para conservar su privilegios heredados o adquiridos.

En Colombia, en particular, estos procesos sociales asustaron a la jerarquías políticas, económicas y religiosas que emprendieron la fundación de universidades privadas, no solo para obtener ganancias que se escondían bajo el nombre de fundaciones, sino también para que las clases altas y medias tuvieran la opción de una educación que formaban cuadros técnicos y científicos comprometidos son el statu quo, no solo por su origen sino también por la formación recibida. No era lo mismo estudiar economía en la Nacional que en Los Andes. Ahora, menos.

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Después de hacer este contexto histórico, ¿qué es el programa Ser Pilo Paga? Es un programa estatal de crédito condonable establecido en octubre de 2014, dirigido a los estudiantes bachilleres de los estratos 1 y 2, que obtienen los mejores puntajes por encima del 90% de los estudiantes en las pruebas Saber 11, con 10,000 estudiantes beneficiarios por año, y que son admitidos en las universidades acreditadas. La condonación del crédito está supeditado a la graduación del estudiante, que en caso de que no ocurra debe ser cancelado o en su defecto embargados los deudores y codeudores.

Pero, el 85% de los 40.000 estudiantes del programa SPP, en su cuatro cohortes, han preferido a las U. privadas ¿por qué? La respuesta del profesor Leopoldo Múnera de la UN es: “Porque tienen más capital social, es decir que ofrecen mayores conexiones, mayores posibilidades de trabajo y de movilidad social” (Ser Pilo Paga fue un fracaso, pero tenemos que trabajar en conjunto por una amplia política pública de educación superior”, unperiodico.unal.edu.co, sept 12-2018).

Las U. Privadas se han beneficiando económicamente del programa vía el pago de las matriculas -que suben más que el IPC- sobre un total presupuestado para SPP de 3.5 billones de pesos, entre 2015 y 2018, para matriculas y manutención. “Entre 2009 y 2015, la inflación fue del 2,8 % anual, mientras que en promedio las matrículas subieron un 4,8 % anual” (Universidades, ¿imposibles de pagar?, semana.com, febrero 10-2017).

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Ante esta situación, los críticos del programa argumentan que con el costo de SPP se podría atender una población estudiantil mucho mayor si los recursos se le dieran a las U. públicas, que se calculan entre 200.000 y 400.000 en vez de 40.000. El 85% de los estudiantes de las U. Públicas son de estratos 1, 2 y 3.

En contraste con la situación boyante de las U. privadas con dineros públicos, la U. pública arrastra enormes déficits, 1.4 billones de pesos anuales para funcionamiento y 15 billones para el déficit en infraestructura. 

Esta desidia del gobierno con la U. pública la convirtió en regla con la ley 30 de 1993 que ligó el crecimiento anual del presupuesto universitario al IPC, sin permitir que hubiera un crecimiento real, aunque el costo de la canasta de insumos educativos, principalmente profesores más calificados, una mayor cobertura en pregrados (159.218 estudiantes en 1993 contra 611.800 en 2016, es decir, un 284% mayor) y posgrados, y un mayor número de programas, así lo ameritaba. 

Por otro lado, uno de los argumentos esgrimidos por parte de las U. privadas y de sus lobistas para la defensa del programa SPP y de su continuidad es que este programa ha lograda la integración interclasista, “revolucionaria”, en los campus universitarios entre los jóvenes provenientes de los hogares ricos y de clase media alta con jóvenes de hogares pobres.

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En este sentido, R. Hommes dice que: “El programa Ser Pilo Paga  (…) es disruptivo porque rompe con una tradición que le niega a la élite intelectual de los pobres desarrollar todo su potencial. Y subversivo porque a través de ese programa se le está inyectando diversidad a la clase dirigente colombiana, que necesita con urgencia sangre nueva para que la dirección del país evolucione hacia una sociedad más solidaria, competitiva, dinámica y menos clasista” (Ser Pilo Paga, eltiempo.com, sept 29-2018).

¿Por qué no reclutan a los jóvenes talentosos de las U. públicas, sin que tengan que pasar por el programa marginal SPP en Los Andes o La Javeriana? Argumentar que la U. privada es una forma de forma de ascenso social más segura es precisamente afirmar que la sociedad y su aparato económico es excluyente con los egresados de las U. públicas. ¿Es necesario entrar a los “clubes” privados para poder superar la exclusión social? Precisamente esa es la razón de los clubes, discriminar, por apellidos, por riqueza, por raza, por género, etc.

En consecuencia, las universidades de elite reproducen las ventajas para la elite, no para los “pilos” pobres, como afirmaba el entonces decano de los Andes, Alejandro Gaviria: “La Universidad de los Andes tiene un programa de becas para bachilleres sobresalientes de estratos bajos. (…) Se gradúan con honores o promedios destacados. Pero no consiguen trabajo con la misma facilidad que sus compañeros más privilegiados. Su ingreso al mercado laboral es con frecuencia frustrante. No son muchachos de la alta sociedad. No pertenecen a familias honorables” (De buena familia, elespectador.com, abril 7-2011).

Igualmente, esta apreciación se encuentra corroborada con “la evidencia reciente de los países en desarrollo que sugiere que la educación universitaria de élite genera resultados de alto nivel en el mercado laboral solo para estudiantes de familias ricas” (Juliana Londoño y otros, 2017, documento No 24 CEDE).

A la par que la U. privada crecía, discriminando por ingresos y otros factores, el desprestigio de la U. publica también lo hacía, no solo como producto de la imagen exagerada que los medios de comunicación todavía transmiten a la opinión sino también gracias a las acciones violentas que los sectores más radicales expresaban en las revueltas callejeras o en el campus universitario.

Sin embargo, a pesar de todo, la U. pública ha logrado recuperar su actividad académica normal, desde los años 90, con breves disrupciones y muy focalizadas, posicionando a sus mejores universidades en los ránquines internacionales y competiendo de igual a igual, en un campo desnivelado por la competencia de los recursos públicos, con la U. privada. 

La U. pública merece la atención del gobierno y de la sociedad como la mejor opción para la movilidad y la equidad social en Colombia.

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