Hasta Petro y más allá

Autor: Alejandro Álvarez
16 junio de 2018 - 12:07 AM

Gustavo Petro, a diferencia de, como dicen por ahí, “el que dijo Uribe”, representa hoy algo que el país necesita con urgencia: darse la oportunidad de generar un cambio.

Si Iván Duque llegara a ganar las elecciones y realmente fuera él el encargado de gobernar -sin ser piloteado por sus aliados-, habría que preocuparse: no tiene experiencia. La juventud en sí no es un problema, pero la inexperiencia sin duda puede serlo, especialmente cuando se trata de gobernar una nación. Además, si lo que ha hecho Duque hasta ahora es aprovecharse de Álvaro Uribe, Andrés Pastrana, Viviane Morales, Alejandro Ordoñez, etc. para llegar al poder y luego darles la espalda, el ambiente político empeoraría todavía más, porque alguien estaría siendo “capado por segunda vez” y con seguridad armaría, de la mano de sus amigos, una pelotera política. Y algo más: si Duque gana y “se tuerce” se estaría legitimando que al poder se llega de cualquier manera, sin importar la falta de méritos, el engaño o la mentira. Pero el panorama no sería mejor si, por el contrario, el candidato uribista gana y en vez de traicionar a sus patrones, acepta funcionar bajo su dominio. Estarían gobernando personas que no tienen interés alguno en construir la paz por la vía del diálogo, a quienes para nada les preocupa el cuidado del ambiente, que aplastarían libertades fundamentales y que, quizás, llegarían incluso a organizar quemas de libros (considerándolo una acción pedagógica), entre otras ideas anacrónicas.  

Gustavo Petro, a diferencia de, como dicen por ahí, “el que dijo Uribe”, representa hoy algo que el país necesita con urgencia: darse la oportunidad de generar un cambio. El cuento de que Colombia caería en las garras del comunismo y en el infierno castrochavista, no sólo es infundado, sino además construido y difundido con malicia. Estas elecciones nos ofrecieron tres alternativas de reorientación del país y Petro, aunque no sea la más armónica, es una de ellas. Debe Colombia, sin embargo, ser consciente de algo: el cambio de rumbo que requiere el país sólo se dará si hay disposición para ir mucho más allá de elegir un presidente que represente una política alternativa.

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El poder que ha logrado adquirir el expresidente senador no sólo habla de su adicción. Más allá de eso, señala de una agudización profunda de la distorsión del ejercicio político. El hecho de haya sido más de siete millones los votos por Duque, parece no hablar a favor de la democracia, sino en contra de ella. ¿Cuál es el mensaje de millones de votos por alguien desconocido hasta hace unos pocos meses para la mayoría de esos votantes? Una posible respuesta es la siguiente: que algunas personas quizás no se están tomando el suficiente tiempo para analizar quiénes son los candidatos, ni para dialogar y discutir sobre quién debería llegar a gobernarnos, sino que podrían estar eligiendo de forma precipitada y bajo criterios que más tienen que ver con el mercadeo veloz que con la democracia como gobierno por discusión. Ningún presidente, por sí sólo, podría corregir esta distorsión: no vendrá ningún mesías a salvarnos (y nadie debería venderse o ser considerado como tal). Claro que tiene sentido darle la oportunidad, mediante el voto, a una corriente alternativa. Pero seamos realistas: la victoria de Petro, por más que se desee, es poco probable. El objetivo más ambicioso, en este momento, debe ser independiente de esa victoria: habrá que desarrollar estrategias efectivas y generar diálogos profundos para que quienes están siendo manipulados fácilmente, cuestionen y pregunten por qué es que siguen a quienes siguen. No trabajar cotidianamente en un cambio cultural va a significar un desgaste tremendo en cada periodo electoral. Hay llegar a las raíces, viajar a la semilla.

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P.D. Así como no debería cuestionarse a quienes votaron por Petro y no por Fajardo en primera vuelta, a sabiendas de que el segundo tendría -en teoría- más oportunidades de derrotar la depravación de la política que Duque representa, tampoco debe ponerse en tela de juicio la coherencia de quienes, buscando un cambio, votaron por Fajardo o De La Calle en primera vuelta y ahora votarán en blanco. Sin embargo, de manera respetuosa, a quienes planean irse por el blanco les hago la invitación a que, principalmente, trabajen por una mejor democracia, pero también a que consideren (para cambiar de rumbo) darle su voto a Petro: son gestos que pueden ayudarnos a cuidar a Colombia, a transformarla.

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