El tango en el laberinto de la soledad

Autor: Laura Cecilia Bedoya Ángel
19 mayo de 2019 - 09:07 PM

De tangos, soledades y nostalgias escribe la experta Laura Cecilia Bedoya, en un recorrido por el Mar del Plata.

Medellín

Cuando Jorge Luis Borges hace referencia al libro Retrato del artista adolescente del escritor irlandés James Joyce, que en el último capítulo dice: “abandonaré Dublín llevándome tres armas, el silencio, la astucia y el destierro”, alude a la última como causa de la nostalgia, herramienta bien importante para la creación, pues siempre llevaría a Irlanda en su corazón; prueba de ello, en lo referente a la innovación e imaginación es su obra, Ulises, sobresaliente en la literatura moderna.

Me acojo a la nostalgia como sentimiento y anhelo del regreso, y a la soledad que invita a buscar un trozo de vida en compañía, para declararlas culpables del nacimiento del tango, tema que me convoca a este ejercicio de escritura.

Lea también: Poemas bajos

Pero también si voy a referirme al tango, debo hablar de una formación específica de sociedad, que no es otra que la que nació a orillas del Río de la Plata, - Argentina y Uruguay- producto de una ola migratoria entre los años 1820 y 1940, y que obedeció a motivos sociopolíticos que ameritan tratamiento aparte, migración que remite a la soledad, a la nostalgia y claro, al regreso.

Para continuar, intento hacer una especie de palimpsesto de El Laberinto de la soledad de Octavio Paz, y reescribir sobre algunas de sus líneas el lugar del sentimiento en el cual he encontrado y buscado el tango.

Dice el escritor que “Todos los hombres, en algún momento de su vida, se sienten solos…, estuvimos solos una vez al nacer y vamos hacia un futuro extraño: a estar solos al morir. El hombre es el único ser que se siente solo, por eso su naturaleza lo lleva a realizarse en el otro, estamos condenados a vivir solos.

La soledad es una pena, esto es, una condena y una expiación. Es un castigo, pero también una promesa del fin de nuestro exilio”.

Pensemos que es un pensamiento que puede aplicarse a aquellos hombres y mujeres que venidos de otros países, fueron a buscar un encuentro para redimir su soledad a través de la comunión con el otro y me pudiera referir al propósito inicial de conseguir en la América bienestar y fortuna, o como Eneas, quien después de la Guerra de Troya salió a buscar el regreso, de una manera muy particular, creando una nueva patria, para reemplazar la perdida, que aunque en el caso del Sur no se cumplió, sí se trasplantaron profundos elementos culturales, para dejar en la Argentina y en el Uruguay rastros de su linaje.

Una forma de purgar la soledad fue el baile del tango, con un abrazo que funda la modalidad de pareja enlazada -que se ha constituido en ícono del tango- y como él fue primero danza antes que canción, o, dicho de otra manera, primero llegó el cuerpo y luego vinieron las palabras, ese abrazo, esa soledad y esa nostalgia, dieron origen a la poética del tango, que está referida a muchos temas.

Quisiera presentar a las mujeres, algunas veces protagonistas en las letras de los tangos como figuras de un inigualable amor, ejemplos de ello están en: Garúa, y Pasional y otras que fueron pensamiento de un raro o difícil amor pérfido como Margoth, Margo, y Flor de fango, que hubieran podido estar en la lista de las mujeres que defendería Sor Juana Inés de la Cruz en sus famosas redondillas.

Baile del tango

Con el abrazo, los bailarines de tango conjuran la soledad.

No sé si fue la posición dominante del hombre, o el imaginario de una amada idealizada, pero hay una poética del tango que le habla al alma, a los ojos, a los pasos, a la voz, viendo a la mujer como algo impreciso, creo que fue la soledad que también pudo convertirse en cierto desamparo, la que hizo que acudieran a una compañera, pero estaba de por medio la experiencia del vacío, me refiero al cuerpo de la mujer como una totalidad.

Tampoco sé si en esas letras hubo un verdadero amor o si en una mujer se amaba a otra y así se resignificaba la soledad, creando otros vínculos eróticos o por lo menos imaginarios. O si era indiferente esta mujer o aquella, como pueden ser indiferentes con los sujetos las horas y los años y cualquier geografía que los arrope, cumpliendo el oficio que le corresponde a cada categoría, la de fluir y la de permanecer.

Cito al escritor Ernesto Sábato en Tango, discusión y clave: “El cuerpo del otro es un simple objeto, y el solo contacto con la materia no permite trascender los límites de la soledad. Motivo por el cual el puro acto sexual es doblemente triste, ya que no solo deja al hombre en su soledad inicial, sino que la agrava y ensombrece con la frustración del intento”.

Lo invitamos a leer: Hablemos de tango

La historia nos ha dicho que allí estuvo esa gran población de inmigrantes y la poética del tango ha contado a su manera lo que pasó: la búsqueda de un regreso y la estrategia para engañar la soledad, o como el verso de Lepera: “Es un fantasma que crea mi ilusión”

Venturoso sería el pensamiento que, para estar en paz con el corazón, habría que reescribir la nostalgia: De lo que se trataba era de vivir, como bien lo dijo Octavio Paz “Hay que traspasar la soledad y rehacer los pasos que en un pasado paradisíaco nos unían a la vida”

 

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