El país necesita partidos políticos sólidos, con identidad que le aporten a la democracia y no a su destrucción.
La operación avispa, invento estratégico de Alfonso López Michelsen por allá en los años 80 fue la cuota inicial para ir abriéndole el cajón al Partido Liberal como unidad ideológica y en Antioquia, por ejemplo, la atomización del liberalismo en corrientes alternas, gracias en parte al manejo clientelista dado en la Dirección Liberal de Antioquia, por el entonces director Bernardo Guerra Serna, condujo a que en ese colectividad fuese perdiendo su fundamento filosófico e identidad, y cada “gamonal” político regional abría su propio partido, produciendo así un variopinto de directorios y movimientos “pseudo-liberales”, pero que a la hora de la verdad, su fuerza estaba en quién lo había fundado, tanto así, que desparecido el líder (por transformación de la materia terrenal a la divina o para gozar del uso del buen retiro) la casa política se esfumaba con él.
De esa experiencia se pega el contrincante histórico del hijo de Ezequiel Rojas, y los azulejos imitan para sí el “garajismo” político, con lo cual, contribuyen a su propia autodestrucción ideológica.
De los nidos rojo y azul, líderes que nacieron y maduraron en esas entrañas alzaron vuelo para abrir sus propias toldas con una nueva plataforma política alejada del tradicionalismo liberal y conservador, con una gran contribución a la confusión ideológica política del país, con lo que a través de los años le han apuntalado, sin querer queriendo, aniquilar la poca cultura política que pudiese existir en el grueso colombiano, incrementado así la apatía por el conocimiento político nacional.
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La Constituyente de 1991, en su magna sapiencia y buscó dar participación a las minorías que no tenían cabida o eran maltratados por los jerarcas políticos de los dos partidos tradicionales, lo que es sano para una sociedad incluyente, pero, que, a la luz de la práctica en estos años de vigencia, ha servido para atomizar aún más el avisero partidista colombiano.
En la página de la Registraduría colombiana, en el apartado denominado Registro de grupos significativos (Presidencia/Congreso), figuran reportados para la Presidencia 49 partidos o movimientos políticos. Para el Senado 55 y para la Cámara 60. De ese galimatías político, sobresalen algunos nombres curiosos como: “MOVIMIENTO EXISTENCIALISTA HAMBRE DE BUEN VIVIR”; “VOTO EN BLANCO RENOVA-SIÓN”; “SERECRACIA”; “NACIÓN HD”; “PSICOLOGOS CON INICIATIVA”; “SUMA DEMOCRÁTA”; “COLOMBIANOS HONESTOS: ACA UN VOTO TUYO …BASTARÁ PARA SALVARNOS; CORRUPCION, POLITICA, RIP, BRILLE PARA TI LA OSCURIDAD PERPETUA”; “EL MONO”; “MOVIMIENTO ECODEMOCRACIA COLOMBIA”; “EL PUEBLO COLOMBIANO DEBE ESTAR MAS CERCA DE LA PRESIDENCIA”; entre otros. Eso sin contar los 12 partidos y movimientos que tienen personería jurídica y el nuevo de las FARC. Pasadas las inscripciones de los candidatos, en el registro electoral figuran 1.551.750 compatriotas que van por una curul, 14% menos de candidatos que en las elecciones anteriores.
De esa sorna electoral, solo queda los resultados de los últimos años, con una altísima abstención, votos en blanco o nulos significativos, que deberían llevar a los partidos políticos a replantear su rol ideológico y como conectarse con sus electores, buscando generar empatías para fortalecer el sistema político del país, que está hecho añicos desde hace muchos años.
El país necesita partidos políticos sólidos, con identidad que le aporten a la democracia y no a su destrucción. Es perentoria una reforma que limite el circo y así como se exige a los candidatos a gobernaciones y alcaldías inscribirse con su programa de gobierno, se le debería exigir un documento programático a los candidatos a los cuerpos colegiados, para que el electorado pueda hacerles también control político a sus elegidos.