Palabra y obra

Fredy Alzate, the landscape, the forms and the doubts
Fredy Alzate, el paisaje, las formas y las dudas
Autor: Juliana Vélez Gómez
17 de Agosto de 2013


Fredy Alzate reconoce que no siempre tiene las palabras para explicar sus obras. La duda y las preguntas atraviesan todo el tiempo su trabajo. No importa. Es que ese es el motor para seguir creando.


Foto: Cortesía 

Arquitectura vernácula / Animación digital / 8’ 50’’ / 2010 Primer premio en la Bienal de Artes Plásticas y Visuales de Bogotá, FGAA, 2010

“Pero también es chévere no tener todo tan claro, porque eso da cuenta de que las preguntas no están resueltas y, creo yo, que mientras hayan preguntas, siempre habrá una necesidad de expresar”, dice el artista antioqueño Fredy Alzate a quien, de hecho, las dudas lo llevaron a tomar el camino del arte, por encima de la incertidumbre y la expectativa.


Encontró en el arte la excusa precisa para indagar sobre su entorno. Son más de trece años que lleva de recorrido entre los colores y las estructuras que revelan las inquietudes de un sujeto para quien los fenómenos sociales y las maneras de habitar los espacios han sido fuertes detonantes a la hora de iniciar su creación. 


La forma en que traduce sus preguntas en arte, como irrumpe en los espacios y genera desconcierto entre los espectadores, son apenas algunas reacciones que le han conferido el reconocimiento y la experiencia para consolidarse como uno de los artistas más representativos en la escena nacional. 


Alzate es uno de los artistas que participará con una obra monumental durante el Salón Nacional de Artistas que comenzará en septiembre en Medellín. 


Durante este año fue seleccionado para participar en la Residencia Artística en la Maison Daura en Francia, de la que regresó hace un mes.  


Recibió una nominación al premio Luis Caballero, organizado por el Instituto Distrital de Artes, Idartes, en Bogotá y actualmente trabaja también en el proyecto con el que participará como nominado. 


Él mismo describe que ha sido un año de una producción intensa, pero con la que finalmente han tomando forma muchas de las obras con las que sorprenderá durante los próximos meses. 


-¿Cómo surge el interés por el arte?


“En el periodo del colegio me gustaba dibujar aunque era un hobby. Pero mi real pasión en bachillerato eran las matemáticas. También había una educación vocacional y veíamos dibujo técnico. Entonces cuando salí de once, me presenté a arquitectura e ingeniería en la Universidad Nacional.


En alguna ocasión tuve clases en la Casa de la Cultura pero no me atrapó y no tuve una aproximación a los museos, a la práctica artística o a alguien que me indujera por ese camino. Cuando vi las carreras en la Universidad de Antioquia me presenté a Física, era la única que me llamaba la atención. Pero por una serie de situaciones el día que vine a entregar el formato de inscripción, pasé por Artes, vi los talleres y me llamó la atención e hice una reflexión corta de si realmente quería ser un físico. Esa tarde terminé tachando Física y puse Artes Plásticas sin saber muy bien de qué trataba la carrera”.


-A pesar de no saber muy bien con qué se iba a encontrar en la carrera,  ¿qué sucedió cuando comenzó a estudiar? 


“Esa primera semana fue cuando se detonó en mí el interés real por el arte. Y ya nunca más volví a pensar en otra cosa que no fuera arte. 


Fue como un regalo de la vida. Cuando entré al programa me di cuenta de que me interesaba mucho la historia, el dibujo, la pintura. 


El arte era algo que me gustaba pero que no había considerado como profesión. Cuando pasé a Artes creía que me iba a seguir presentando a arquitectura pero nunca más, el arte me enganchó de una manera increíble”


-¿Y qué fue lo que detonó específicamente ese interés?


“La emoción de estar en los talleres, de estar pintando, dibujando. Ya no en la Casa de la Cultura con una profesora que no le interesa formarte como artista. Fue como una experiencia de choque”


-¿En qué momento comenzó a formarse su obra?


“En esos años para mí fue complejo cambiar de lugar. Yo vivía en el Oriente antioqueño, y evidentemente el transporte me angustiaba mucho. Pasaba mucho tiempo en los buses. Esos primeros semestres empecé a hacer unas pequeñas investigaciones, a hacer apuntes durante los trayectos en el bus y a observar al transeúnte. 


Recuerdo que las fotografías que captaba y los apuntes de esas situaciones fueron los que utilicé para esas etapas de formación. Aunque no era una propuesta personal, sí tenía ya unos intereses localizados. Y creo yo que desde entonces la ciudad ha sido un lugar de búsqueda permanente.”


-¿Ese interés se mantuvo o hubo otros cambios durante su carrera?


“Más adelante me empieza a interesar el entorno. Eso se dio porque en el sexto semestre gané una pasantía, en 1998, a España la Universidad Castilla – La Mancha y cuando fui allá a estudiar grabado, tuve también la posibilidad de contrastar con una dinámica europea. Volví con otras preguntas sobre la noción de territorio. Y empecé a pensar en los modos de habitar, la relación del hombre con la naturaleza, el crecimiento desbordado que tienen las urbes como Medellín y Bogotá. En ese momento la pintura era lo que ocupaba mis intereses y tenía un trabajo como entre figurativo y abstracto, lo que se denomina como Neoexpresionismo.”


-¿Entonces cuáles fueron esas diferencias que encontró en España?


“En Castilla-La Mancha hay un paisaje árido en el verano. Lo estacionario fue algo muy particular. Eso te genera experiencias complejas con el paisaje y el medio ambiente. Al regresar pude contrastar las dinámicas urbanas pero también el pensamiento estético; el choque con todo eso dinamizó mucho mi proyecto de obra.”


-Al volver a Medellín, ¿qué rumbo tomó su obra?


“Yo había hecho unos intentos de instalación y dibujo experimental pero no me estaba yendo muy bien, estaba desconfiando un poco de la pintura. Pensaba que para poder acceder a los espacios de arte joven requería algo más novedoso desde las técnicas. Después de ver todo lo que había allá me di cuenta que la pintura todavía tenía muchas opciones y me concentré solamente en la pintura, que era lo que más me interesaba desde la pulsión. Empecé a comprender más cosas del lenguaje pictórico y hacer una traducción de la experiencia mía en la ciudad.” 


-¿Y cuáles eran esas situaciones que llevaba a la pintura?


“En septiembre de 1999 hubo un invierno muy fuerte y por cosas de la vida, me vi en una calle esperando a que terminara una fuerte borrasca. De pronto esa situación de que la calle se vuelve un río y no podés pasar, me empezó a llamar la atención. Empecé a mirar las crónicas de prensa sobre desbordamientos de ríos, deslizamientos, aludes y me fui metiendo por ahí, a captar material visual que luego interpretaba y traducía a un lenguaje  en la pintura cercano al Neoexpresionismo. Empecé a tomar atención en el elemento agua, pero no solamente desde lo temático sino también como signo para hablar de lo humano, de la relación hombre-naturaleza. No me quería quedar en una representación complaciente del paisaje natural, sino que siempre en mis cuadros metía fragmentos urbanos. En 1999 comencé la serie de Aguas - vestigios que fue mi proyecto de grado.


Fueron años prolíficos pero llegó el momento en que el tema se estaba agotando y tenía una necesidad de cambio. Tomé la decisión de hacer los estudios de maestría en la Universidad Nacional de Bogotá. Eso fue en el 2004.” 


-¿Cómo cambió su experiencia artística allá? 


“Fue positivo y duro, porque llegas a un espacio donde te confrontan lo que eres y a lo que aspiras. Eso es bueno porque forma el pensamiento crítico. La maestría más que subirme a otro nivel, en mi caso generó un espacio de reflexión distinto. Me fortalecí en un pensamiento más acorde a lo que estaba circulando en Bogotá en ese momento.”


-¿Y cuáles fueron esas reflexiones que se generaron al llegar a Bogotá?


“Desarrollé un trabajo más de instalación y emplazamiento en los lugares de exhibición. Las reflexiones fueron sobre la arquitectura informal, situaciones que había visto en Medellín pero que no había puesto atención. Ver la fragilidad de estas casas, con los materiales que eran construidas, estudiar la formación de esos barrios subnormales... era entender los problemas escultóricos pero a la luz de esos materiales que encontraba en la ciudad. Ahí se desarrolló la serie de Arquitecturas leves, que tienen esa reflexión sobre la contingencia del sujeto en la ciudad cuando se enfrenta a lo natural o a veces las experiencias que en algunos territorios son muy difíciles. Generé una serie de traducciones de lo que veía de la arquitectura vernácula, esa que se desarrolla en los barrios informales pero a la luz de la escultura. En el 2008 terminé la carrera y empecé a trabajar en la Universidad Nacional de Bogotá. Pero por situaciones de la vida regresé a Medellín.”


-¿Cómo evolucionó su obra luego de esas experiencias en Bogotá?


“Lo que había iniciado en Bogotá se ha continuado hasta ahorita. Esa reflexión sobre la materialidad urbana en los contextos de arquitectura informal. Pero de fondo también lo que me interesa es la dimensión de los humano. 


A veces me gusta asumir las maneras como las personas de estos lugares resuelven sus problemas básicos. Hay objetos de ornamentación que expresan cosas bonitas en medio de un contexto complicado, como pueden ser estas periferias urbanas. Desde entonces a cada proyecto lo detonan cosas específicas.”


-En Medellín. ¿Qué proyectos se han destacado en esa reflexión sobre la ciudad?


“El año pasado en un laboratorio en el Colombo Americano, me invitaron a reflexionar sobre ciudad y memoria.  Puse atención en las recién inauguradas escaleras eléctricas de la Comuna 13. Desarrollé una animación donde parodiaba un poco la situación: la tecnología que se llevaba ese lugar, que tiene carencias a nivel de infraestructura. Puse a subir y bajar por esas escaleras montículos de tierra, árboles, torres de electrodomésticos. Tenía que ver con los sistemas de clasificación que hace el Sisbén y hacen un inventario de los electrodomésticos. 


Durante las conferencias de ese laboratorio hubo una antropóloga que planteó el fenómeno del desplazamiento intraurbano. Con la toma de la Comuna 13, con la operación Orión, se han venido llevando unas estadísticas de movilidad intra urbana. Me pareció complejo porque uno siente que Medellín es todo, pero al final es una sumatoria de territorios marcados a veces por las fronteras invisibles. Ese fue el detonante para un proyecto que se llamó Lugares en fuga que tuvo parte en una exposición individual en la Galería La Oficina y estuvo expuesto en la Feria ArtBo y en el Museo de Arte Moderno de Medellín, Mamm. Eran cinco esferas en ladrillo y concreto, como  un mapamundi, y por la forma en que se construyeron, un poco rústica, retomaban esas formas constructivas de las barriadas en Medellín. 


Pasó algo interesante: si yo estaba analizando esas movilidades urbanas, con estas moles, que eran pesadas porque oscilaban entre 800 y 900 kilos cada una, cuando las puse allí no me imaginé que la gente las iba a mover. Y durante esos tres meses en el Mamm las desplazaron, incluso en algunos momentos llegaron a estar en la mitad de la calle”. 


El artista con su  proyecto Lugares en fuga II, Mamm Medellin febrero 2013.

Carlos Tobón 


Aluvión


“El año pasado siguiendo esta necesidad de localizar puntos topológicos puse atención en los techos que tienen muchas formas constructivas en estos barrios. Esos techos están poblados de objetos, piedras y que a la vista parecieran que son peligrosos para quién habita en la casa.


Apliqué a las becas de creación de la Alcaldía de Medellín en la modalidad de escultura con el proyecto Aluvión.  El proyecto fue exhibido en el Parque Biblioteca de Belén en noviembre de 2012 y este año tendrá una segunda presentación en la Universidad Nacional a mediados de septiembre. 


Fue interesante porque se recreaba un techo completo pero como colapsando en medio del espejo de agua que hay en el Parque Biblioteca. Cuando vi ese lugar surgió para proyecto de lugar específico. Sobre el techo pongo materiales que uno podría encontrar usualmente en los techos de esas casas y parte de la materialidad como que se proyecta hacia el espacio. 


Es muy teatral la situación pero el objetivo era buscar una cosa paradójica como entre un desplazamiento y una fuerza que no se sabe de dónde proviene y que estalla, en este caso, en el espejo de agua. Esta recreación generó una buena reflexión. Mucha gente le parecía terrible que se hubiera dañado el entorno del Parque Biblioteca y meter esa materialidad precaria u oxidada. Perseguían los celadores a preguntarles por qué habían puesto eso tan feo. Movidos por el inconformismo iban a leer los textos y se enteraban del asunto. Se movilizó desde lo pulsional y racional a los usuarios del Parque Biblioteca”.


-Regreso a Medellín luego de una residencia artística en Francia, ¿de qué se trataba la experiencia y cómo fue?


“El objetivo era desarrollar un proyecto en espacio abierto allá, una propuesta escultórica. 


Los seis artistas hicimos 18 proyectos, yo hice tres propuestas. Una  de esas fue que encontré  en una vía una casualidad: dos casas que se enfrentaban pero sin intensión de hacerlo, por supuesto. Pero en la distancia parecía una casa separada en dos. 


Era como que la vía hubiera pasado por el centro y hubieran sido cortadas. Entonces esa situación particular y extraña la quise volver causal de mi proyecto. Hice una propuesta que se denominó Praxis, el término define un poco una experiencia que suma conocimiento con la experiencia. 


Fue practicar el espacio, habitar el lugar, atender a esas cosas que son signos. 


Lo que hice fue recubrir cada una de las fachadas con un tramado rectilíneo rojo en madera, para buscar potenciar más esa tensión entre ambas fachadas como si se hubieran abierto. Quedé muy satisfecho con el proyecto”.


-Ahora se está preparando para el Salón Nacional, ¿de qué se trata su proyecto?


“Será una intervención para el Jardín Botánico. Voy a hacer una estructura que alcanzará un volumen de 6 x 5 x 4.5 metros, una irrupción en el paisaje construido. 


Es una reflexión sobre el consumo de nuestra contemporaneidad y cómo el consumo excesivo y las deficientes políticas de cuidado del Medio Ambiente degradan el entorno natural. En el fondo un discurso ecológico pero de entrada también es un problema estético y escultórico, entonces creo que se van a ir combinando para que lleven a una reflexión de lo humano desde múltiples esferas”.


-Este ha sido un año de retos importantes. ¿Finalmente qué lo define a usted como artista?


“No creo mucho en las certezas. En la experiencia de vida y en el arte no funcionan. Por eso muchas de mis obras son como imperfectas, se pueden caer durante la exposición, son hechas con materiales que vienen con una falla de origen. La arquitectura precaria más que la arquitectura, me interesa es porque también manifiesta cosas sobre el sujeto u otras situaciones que encuentro en la ciudad, como esa incertidumbre que implica el vivir. 


No me gustan las obras herméticas, me gustan las que dejan opciones de lectura. Me encantan las obras que permiten que las personas habiten el gesto y que incluso hagan interpretaciones muy desde su experiencia con la realidad. 


Me gusta poder sorprenderme dentro del proceso y generar expectativas con mi trabajo. 


Triste me pondría cuando no tuviera preguntas y todo lo tuviera resuelto. El tener incertidumbres en los procesos y  no tener todo tan claro se vuelve un motor que te invita o te obliga a seguir trabajando. 


Siempre uno quiere más y no he parado en estos trece años. Espero que no se frene este ritmo porque ha sido intenso... pero me gusta”. 




Nominación al Premio Luis Caballero

Fredy Alzate se postuló para el Premio Luis Caballero que se organiza en Bogotá a través del Instituto Distrital de Artes, Idartes. 


Manifiesta que es hasta ahora el reto más grande dentro de su carrera como artista. 


El año pasado se abrió la convocatoria que permitía la intervención de ocho espacios diferentes. Cada artista podría escoger en cuál de esos espacios hacer un proyecto. Uno de esos lugares que ofertaban eran el Museo de Arquitectura Leopoldo Rother de la Universidad Nacional. Es un ejemplo de arquitectura moderna colombiana. Antiguamente la imprenta de la Universidad pero desde 1995 se convirtió en el Museo. Con el proyecto La Quinta fachada quedó nominado con siete artistas más. Este proceso es cercano al de Aluvión. Se ha nutrido con la experiencia en Francia, gracias a las nuevas creaciones. En septiembre se elegirá al ganador del premio luego de hacer una evaluación de las obras realizadas.