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Uno de los trucos más eficaces de la propaganda política se basa en la repetición con variaciones, la cual debe limitarse únicamente a unos cuantos tópicos que puedan asimilarse con facilidad. La insinuación es otra coartada igualmente contundente. Una y otra tienen la capacidad de construir un pretexto bélico. Son varios los ejemplos: La explosión del acorazado Maine en 1898 como falsa bandera para ir a la guerra contra España. El previsto ataque japonés a Pearl Harbor (7-XII-1941) sirvió de expediente para la entrada formal de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. El incidente fabricado contra un destructor en el Golfo de Tonkin (7-VIII-1964) se usó para lanzar la guerra de Vietnam. Los bebés kuwaitíes fueron el anzuelo que Saddam mordió y que hubo de desatar la «Tormenta del desierto» en 1990.
Repetición e insinuación fueron los recursos empleados en la excusa para la invasión de Irak (20-III-2003). Durante el año 2002, con el sonsonete de las armas de destrucción masiva, la sugerencia reiterada de los vínculos de Saddam con Al-Qaeda y de su responsabilidad con el 11-S, se construyó el ardid para que el 70% de los estadounidenses respaldara la «Operación nuevo amanecer». La demonización de Irán, que se remonta a 1979 tras la caída del sha Reza Pahlevi, reivindica ese mismo patrón. Desde 2006, EE.UU. y el sionismo impulsan en la ONU sanciones contra la República Islámica aduciendo que su programa pacífico nuclear estaría apuntado a fabricar armas atómicas. La propaganda hace ahora que el 71% de la población crea en el infundio.
A fuerza de repetición y en la búsqueda de un efugio, ya se intentó con un burdo complot y no se descarta una falsa bandera en el Estrecho de Ormuz. En efecto, el mostrenco montaje sobre el supuesto plan iraní para asesinar al embajador saudí en Washington, Adel al-Jubier, resultó tan patético como la posibilidad examinada por Dick Cheney de hacer un “ataque aliens” al US Enterprise en el Golfo Pérsico. Dicho por la OIEA (que, como en Irak, sigue jugando al gato y al ratón) y corroborado por el secretario de Defensa, León Panetta, Irán tiene una capacidad de producir uranio enriquecido con una pureza del 20%. Se le encubre al mundo que las armas nucleares requieren una pureza del 95%, y no hay evidencia de que Teherán tenga medios para hacerlo. También, y de nuevo, que el estado judío tiene en Dimona, fuera de las inspecciones internacionales, pertrecho atómico no declarado.