Decenas de miles de personas recorrieron distintas calles de Medellín con la ilusión de tan solo observar al máximo jefe religioso de la Iglesia Católica, el papa Francisco, en alguno de sus recorridos en el papamóvil.

Eran las 4:30 p.m., una multitud enaltecida y ansiosa buscaba desesperadamente un lugar privilegiado y adecuado en la Avenida Regional para presenciar lo que sería el último recorrido del Santo Padre por las calles de la ciudad, el que lo llevaría desde la Plaza de Toros La Macarena hacia el aeropuerto Olaya Herrera donde partiría hacía la terminal aérea de Rionegro para regresar a la ciudad de Bogotá. 

Como sucedió en el transcurso el día, la mirada de emoción, alegría y los sentimientos encontrados eran el común denominador de un sinfín de ciudadanos que encontraron en la visita de Francisco una nueva esperanza, una voz de paz y reconciliación. 

El cansancio, el mal clima o la multitud no fue sorpresa en uno de los eventos más significativos de Medellín, el que conglomeró a miles de fieles que esperaron sin descanso la bendición del Sumo Pontífice, como fue el caso de Ángela Osorio, de 54 años, quien se desplazó junto con su hija Emily, quien sufre una enfermedad degenerativa y cognitiva, hasta la Regional para lograr al menos divisar el rostro de Francisco. 

“Yo estuve en el primer recorrido, justo en la Avenida La Playa, pero era demasiada gente y lo único que le pude ver fue su gorrito, yo no quedé contenta con eso, aunque al sentirlo pasar lloré, me vine para este lugar porque pensé que estaba más despejado y tal vez la gente por verme con la niña en silla de ruedas me ayudaría, pero no, sin embargo aquí estoy y hasta que no lo vea no me voy”, comentó la mujer a quien se le notaba la resistencia física con la que luchaba en ese momento ya que era la única a cargo de la menor. 

Al preguntarle por el sentimiento que genera el ver al papa y su motivación, doña Ángela respondió con una luz en sus ojos y serenidad en su rostro: “Es que él es tan sencillo, tan noble y tan buena gente que lo único que inspira es amor, vale la pena todo el esfuerzo”. 

Fieles o no fieles, jóvenes, viejos y niños, todos y cada uno, llegaron con el objetivo de plasmar en una foto o una ‘selfie’ el trayecto del papa, por eso, muchos con anticipación armaron su carpa para aguardar el esperado momento sin importarles las medidas de seguridad establecidas por la Administración Local. 

En medio de los trotes por conseguir un buen lugar, se encontraba Gabriela Rincón, de 70 años, quien sin afán y con mucha pasividad observaba sus alrededores sin un objetivo en específico, solo disfrutar de la gente y el instante. 

“Salí de mi casa después de medio día, porque antes estaba lloviendo, y me he hechos hasta ahora los dos recorridos, pero no busco lugar, yo sé que el pasa y que nos bendice a todos. Además, estoy muy vieja y ni espacio me dan, así que no me preocupo, para mí la venida del papa es un mensaje de Dios y así lo tomo, no como un espectáculo”, comentó en medio de su emoción interna doña Gabriela. 

Eran las 5:05 p.m., y entre pañuelos blancos, gritos, llanto y muchas aclamaciones pasó por la autopista, justo debajo del puente de la Avenida Guayabal, el papamóvil, con un padre a bordo que saludó y bendijo con alegría a la multitud que anhelaba su presencia. 

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Como una “estrella fugaz” muchos calificaron el momento, ya que fue más la espera y desesperación que el hecho concreto de divisar al Sumo Pontífice. 

“La foto, la foto”, se escuchaba en un tono de desesperación entre la mayoría de asistentes, unos lograron su objetivo y contaron con la suerte de poder grabar el momento o plasmarlo en una foto, otros, simplemente se dedicaron a observar y disfrutar. 

Sin embargo, todo no fue gozo y alegría, ya que para muchos hubiera sido mejor no perder de vista ambos recorridos por transmisión en vivo de la señal nacional, considerando que hubieran tenido más tiempo de ver a Francisco por las calles de la ciudad y no en un efímero momento protagonizado por un tumulto de gente.  

Para gustos los colores, como dice una de las frases de nuestra región, pero lo que sí es cierto es que la emoción y alegría que deja en los corazones el poder tener cerca a la máxima figura del catolicismo no tiene descripción alguna. 

Así lo fue para César Arias, quien tras presenciar el momento no pudo parar de contener sus lágrimas por lo que representó en su vida religiosa recibir tan solo una mirada del papa. 

Medellín se deleitó con un día de actividades papales donde miles de personas tuvieron una única oportunidad de vivir de cerca lo que significa el mensaje de Dios a través de Pedro en la Tierra.