Psiquiatría, claros y oscuros en la historia

Autor: Carlos Alberto Gómez Fajardo
24 octubre de 2017 - 12:10 AM

Los archipiélagos Gulag fueron también surtidos por los opositores al régimen comunista soviético, convertidos en supuestos enfermos mentales

La mirada hacia la historia permite discernir circunstancias y hechos que el paso del tiempo pone en evidencia. Así se puede aclarar y enriquecer la comprensión del estado de cosas del presente y aportar una mirada crítica que se proyecte hacia las metas e ideales del futuro, en un proceso interminable de corrección. La medicina ha atravesado por capítulos oscuros, y estos no pertenecen a un pasado muy remoto. A lo largo del siglo XX se vivieron muchos de los capítulos más azarosos de la investigación médica, y de los extremos de deshumanización y atropello a que se puede llegar cuando se pierde el norte del sentido humano de la práctica médica. El juicio de Nuremberg y los documentos posteriores, incluyendo la declaración de Helsinki, demuestran la importancia universal que tiene la consideración de estos hechos. Del error la humanidad  ha aprendido lecciones duras, y paradójicamente, se tiende aún a olvidarlas.

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La psiquiatría, actividad también asociada a la falibilidad de toda empresa humana, ha proporcionado momentos de asombrosa sumisión a imperativos ideológicos o políticos que convierten a quienes la practicaron, en simples e implacables funcionarios al servicio de un régimen policial que los usó como verdugos.  Los archipiélagos Gulag fueron también surtidos por los opositores al régimen comunista soviético, convertidos en supuestos enfermos mentales que requerían procesos de re-socialización, por parte de unas autoridades que los confinaron al ostracismo y a la exclusión. Todo ello con la ayuda de psiquiatras dóciles al régimen totalitario. Genios como el físico Andrei Shakharov o el físico y escritor  Alexander Solyenitzin dieron sus valientes testimonios, que sirvieron para que la Unión Soviética al fin se derrumbara y abriera sus puertas al retorno de los ideales democráticos del  occidente liberal, intentando paulatinamente superar su aterrador pasado de dictadura marxista. Existen sólidas descripciones, relatos dramáticos, testimonios de los errores e interpretaciones ideológico-políticas del sometimiento de la voluntad del individuo a la de los camaradas que ejercían el poder. La brutalidad de Stalin   encarnada en la cruel y enigmática figura de Beria y en el implacable ministerio del interior y la  policía soviética, se valió también de médicos que atropellaron la verdad y la dignidad de las personas, enviándolas a psico-prisiones  y haciendo pasar por desequilibrio mental el pensamiento desafecto al régimen comunista.

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A inicios del siglo XX un psiquiatra alemán, Hoche, pretendió descubrir que había vidas humanas que no merecían vivir, que eran indignas de vivir. Con criterios de eugenesia, de absoluto utilitarismo y de pragmatismo, unidos a otros sofismas al uso, dio la base para que el régimen nazi iniciara  sus procesos de exterminios selectivos.    

En la psiquiatría hay claros y oscuros: claridad y humanización en la liberación de los enfermos mentales, en los aportes de Pinel y Charcot, en los avances interdisciplinarios en la comprensión de los  procesos mentales. Oscuridades en la deshumanización, el utilitarismo, el reduccionismo y el ocultamiento de la condición digna de todo ser humano, sin excepción. Hoy, aunque no parezca evidente, la ideología pretende negar la condición digna de algunos seres humanos. La eutanasia como falsa solución también tiene sus actuales difusores teóricos que habilidosamente acuden a concepciones sobre la autonomía y a compasiones de carácter falaz, para manipular supuestas “soluciones” a complejos momentos existenciales. Singer, Savulescu, Macklin, son nombres cargados de una cierta reputación académica, pero, aunque muchos no puedan o no quieran verlo, también de sutil y poderosísima influencia sobre corrientes de la psiquiatría práctica contemporánea. Ideas de eutanasia, perfeccionamiento, trans-humanismo, también son retornos a  momentos de oscuridad. Nunca sobra la voz de alerta para no rodar de nuevo por el precipicio.

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