No más a las urnas en 2018

Autor: Alberto Maya Restrepo
13 agosto de 2018 - 12:09 AM

Una cosa es que el problema esté identificado y otra que se pretenda darle una “solución” que no es la correcta. 

A un paciente con problema coronario se le programó cirugía de la columna dizque para resolver su caso. El enfermo le comentó a alguien que ese costoso y riesgoso procedimiento no le aliviaría su mal del corazón, a lo que le respondió: no se queje, entonces, de su enfermedad coronaria si no va a colaborar con la “solución” propuesta. Algo así es el caso siguiente:
Otra vez estamos convocados a las urnas el 26 de agosto. Esta vez, según idea que me he formado tras leer y escuchar a muchas voces autorizadas, solo para que el país se gaste 310.479 millones de pesos en algo inútil. Algunos, con ánimo politiquero, como quien pretende que eso sea trampolín para ser electo alcalde de Bogotá en 2019, se metieron en el embeleco de hacer una Consulta, para que los colombianos digamos sí o no a siete preguntas para acabar con la corrupción. Por firmas llegó al Senado ese proyecto y fue mayoritariamente aprobado. Al Senado que lo aprobó nada le importaba hacerlo, pues ni el excesivo costo lo conmovió. En el evento de que alguna de las siete preguntas obtenga el sí mayoritario que requiere, ha de pasar por un proceso de incorporación como norma legal. Ahí entrarían la política y, quién sabe cuántos micos.

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Solo me referiré a algunas de las preguntas, adaptándome al espacio disponible, como aquella relacionada con la participación ciudadana en la discusión de los presupuestos, sea el nacional, los departamentales o los municipales. La rama ejecutiva, quien es la que sabe cuál es su plan de gobierno, debe estar libre para proponer el presupuesto que de vida a esas ideas tal como hoy se hace: llevándolo al Congreso, a las Asambleas o a los Concejos, pero punto, no más intervenciones y extrañas “democratizaciones” porque ello llevaría a más politiquería y a prácticas malsanas. La corrupción no anda en hacer presupuestos sino en su ejecución.

Otra pregunta se refiere a que si se quiere que el sueldo de los congresistas se rebaje. Ello plantea un interrogante: si con 30 millones de sueldo hay corrupción, ¿qué tal ahora teniendo que “ajustarse” el ingreso partiendo de un salario menor? Eso ahorraría gastos pero no resuelve el cáncer de la corrupción. Los sueldos de los congresistas corruptos poco representan frente a lo que obtienen con contratos “enmermelados” y demás métodos de enriquecimiento rápido. Ese, pues, no es el camino. Además, entiendo que el sueldo del Fiscal y de los Magistrados es un porcentaje del de los congresistas y de ahí para abajo los sueldos de los jueces son un porcentaje del que reciben el Fiscal y los Magistrados. Luego, esa rebaja propuesta implicaría disminuir los salarios en la rama judicial y, casualmente, para evitar corrupción hay que remunerar bien a esos servidores públicos.
En esto discrepo del presidente Duque, quien sí apoya esa Consulta. Muchos pensamos que el 26 de agosto no iremos a ejercer el voto sobre un cuestionario que no contiene nada “nuevo” y simplemente aplicando las normas vigentes (algunas de ellas desde hace años) y haciendo que la justicia sancione a los que no las cumplan, no habría necesidad de hacer ese ejercicio, repito, que vale 310.479 millones de pesos, dinero que no nos sobra y que, en cambio, sí hace mucha falta. En este punto valdría recordar la perentoria necesidad de adelantar una reforma a la justicia, esta sí respondiendo a un clamor nacional, pues el sistema actual ha resultado ineficiente y prueba de ello es la congestión abrumadora en cualquier despacho judicial.
Los cerebros de esa Consulta quieren hacer otra polarización de la opinión nacional, al estilo de la hecha por Juan Manuel Santos cuando resolvió que en Colombia nos dividimos en dos: los que quieren la paz y los que quieren la guerra. Con esa convocatoria a las urnas se pretende poner etiqueta a cada ciudadano: una que diga “no a la corrupción” u otra que diga “sí a la corrupción”. Todos queremos paz y todos queremos no corrupción. Que no nos vengan a engatusar.

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Una cosa es que el problema esté identificado y otra que se pretenda darle una “solución” que no es la correcta y que, por el contrario, más problemas puede traer.

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