Las Farc y la reconciliación

Autor: Alejandro Cortés Arbeláez
28 septiembre de 2017 - 12:08 AM

Si esta transición de la guerra a la paz sale medianamente bien, el país tendrá la oportunidad de construir un mejor futuro

El viernes de la semana pasada terminó la dejación de armas de las Farc, un hecho que hasta hace un par de años era impensable. No se trata de un logro menor, pues estamos hablando de nueve mil armas, un millón y medio de municiones, once mil granadas y más de 38 toneladas de explosivos, entre otros, que se convertirán en tres monumentos a una historia de guerra y búsqueda de la paz (La Silla Vacía, “La transición que vivimos”). Todo esto en el marco de un proceso de monitoreo y verificación en cabeza de una misión de la Organización de las Naciones Unidas, que es garantía de seriedad.

El sábado tuvo lugar otro hecho hasta hace poco inimaginable: Pastor Alape, miembro del Secretariado de las Farc, realizó un acto de petición pública de perdón en el municipio de Granada, en el oriente antioqueño: uno de los escenarios emblemáticos del conflicto colombiano. El Observatorio Nacional de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica reporta, para este municipio, 460 víctimas de asesinato selectivo, 3.000 de desaparición forzada, 98 de secuestro, 50 de violencia sexual y 33.800 denuncias de desplazamiento forzado (Centro Nacional de Memoria Histórica, “Granada: Memorias de guerra, resistencia y reconstrucción”). No todas estas víctimas son responsabilidad exclusiva de las Farc, pues Granada debió lidiar con la presencia y acciones de múltiples actores armados. No obstante, esta guerrilla jugó un rol central en la guerra, por lo que el significado simbólico de una petición de perdón como esta no se debería soslayar.

Sin duda alguna, Colombia está viviendo un momento trascendental que marcará su devenir en el corto, mediano y largo plazo. Si esta transición de la guerra a la paz sale medianamente bien, el país tendrá la oportunidad de construir un mejor futuro. Por ello, resulta desafortunada la campaña en redes sociales adelantada la semana pasada por el Centro Democrático y sectores afines, promoviendo una “sanción social” en contra de las Farc. El senador Alfredo Ramos indicó que el objetivo de dicha campaña era que a los exguerrilleros les diera “pánico de salir a la calle porque los colombianos los aborrecemos”. Eso no es sanción social, sino un llamado a la venganza y a la violencia, que lo único que puede traer es mayor sufrimiento para este dolido país.

Sin embargo, el rechazo a este tipo de acciones no tiene por qué llevarnos al extremo de silenciar las posibles críticas que se pueden hacer a las Farc en la actual coyuntura. Sí, la antigua guerrilla ha cumplido en mayor medida los compromisos adquiridos en el acuerdo de paz de lo que lo ha hecho el Estado. Y sí, ha realizado esfuerzos tendientes a la reconciliación y el perdón. Pero también se ha equivocado.

Digo esto pensando en la decisión de la organización –antes militar, ahora política– de mantener su nombre de guerra: Farc (con todo lo que ello implica simbólicamente) y también, en el homenaje que se le hizo la semana pasada a Víctor Julio Suárez, alias “Jorge Briceño” o “Mono Jojoy”. Soy consciente de que las Farc tienen una base social significativa y que muchas de sus acciones están dirigidas a las personas que históricamente los han apoyado. Están siendo fieles a su pasado, lo cual es entendible. Pero estamos en una coyuntura sensible, caracterizada por una fuerte polarización, y con ese tipo de acciones las Farc mandan un mensaje que no contribuye a la reconciliación y el perdón.

El perdón no es un deber jurídico, nadie está obligado a perdonar. Como dice la profesora Martha Minow, “el perdón debe ser una opción de los individuos, tan solo una opción; el poder de perdonar debe estar ligado inextricablemente al poder de elegir no hacerlo” (Martha Minow, “Memoria y odio”). El perdón es algo que no se puede imponer vía leyes y decretos, sino que debe ser conquistado a través de acciones. Si las Farc quieren aportarle al proceso de reconciliación de la sociedad colombiana y, especialmente, tener el perdón de quienes fueron sus víctimas directas e indirectas, deberían ser más conscientes frente al contenido simbólico de los mensajes que están enviando. Ojalá tengan presente que esta sería la mejor manera de blindar políticamente el acuerdo de paz que tanto trabajo les costó alcanzar.

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