Infodemia y el valor de la verdad

Autor: Dirección
29 marzo de 2020 - 02:12 AM

Los vacíos y ocultamientos están en la base de una epidemia igualmente difícil de controlar y que también tiene muy graves consecuencias para todos, la de las falsas noticias, que se expanden por distintas redes sociales, en especial por WhatsApp.

Medellín

Para cuidar la salud de nuestros colaboradores y lectores, en EL MUNDO suspendimos nuestra edición impresa hasta que cese el peligro del contagio por coronavirus, pero redoblamos esfuerzos para atender nuestro compromiso de ofrecer información oportuna, necesaria y 100% confirmada, a través del portal www.elmundo.com y de nuestras redes sociales @elmundomedellin, en Twitter, Facebook e Instagram. En este contexto, hacemos la siguiente reflexión sobre el derecho a la información, nuestra obligación de garantizarlo, y los peligros de las falsas noticias, a las que la OMS ha llamado infodemia.

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Las preguntas y expectativas de la ciudadanía sobre la pandemia, las medidas adoptadas por los gobiernos, las necesidades de los más vulnerables y la protección de quienes están en mayor riesgo, nos han confirmado que la labor de informar y opinar se cumple en la garantía del derecho a la ciudadanía a conocer qué pasa, para actuar con responsabilidad y en la capacidad de gestionar solidaridad en la comunidad, cuidándose cada uno como le es pedido.

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Garantizar el derecho a la información, que es nuestro compromiso, nos demanda buscar y garantizar la verdad, aún la incómoda, haciendo todos los esfuerzos que ella nos exige. Para cumplir con este deber, los medios de comunicación nos enfrentamos a vacíos informativos, peligrosos ocultamientos intencionados y la proliferación de falsas noticias, mucha de ellas nacidas, justamente, de la necesidad de tener información, y otras originadas en intereses particulares y hasta posturas malintencionadas de los generadores.

Vea: La justicia amenaza el derecho a la información

Los vacíos de la información que hoy pesan con mayor fuerza son los relacionados con las medidas de diagnóstico y propagación del virus, y los relativos al método de prevención. Aunque tiene costos que puede limitarlas a hacerlo, las autoridades podrían ganar la confianza que hoy necesitan de la ciudadanía, en tanto ella se traduce en cooperación para contener la pandemia, si explicaran con claridad las dificultades institucionales que enfrentan para la práctica de pruebas a contagiados no sintomáticos o a quienes han tenido relación con los contagiados, así como la posibilidades de tener falsos negativos; junto a tales explicaciones debería contarse con las necesarias sobre las demoras entre la realización y la entrega de las pruebas.

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Entre las explicaciones necesarias se cuentan también las de las razones para tomar las medidas de higiene personal y distanciamiento físico recomendadas, y por qué se omiten otras como los usos de mascarillas o guantes, así como la conveniencia del confinamiento, en vez de la aplicación de cercos epidemiológicos que han sido exitosos en estados respetables, como Taiwán o Singapur. En la dimensión de la necesidad de información oportuna y transparente reconocemos que, en medio de la presión que tienen de contener el contagio y buscar tratamientos, las sociedades científicas se estén abriendo a ofrecer información precisa sobre el avance de las investigaciones en torno a este virus descubierto hace apenas tres meses.

Vea: Un triunfo de la prensa libre

El ocultamiento de información confirmada sobre la existencia y la gravedad de la forma de propagación del virus, y sus efectos letales para sectores muy importantes de la población, ha sido la opción de todas las dictaduras, comenzando por la china, y llegando a nuestra vecina Venezuela. El silencio hasta cuando no pudo ocultarlo más y la descarada manipulación informativa de las autoridades chinas son importantes responsables de que el virus se haya propagado. Con base en ello, la información que ahora dan sobre el éxito de sus acciones, se recibe con un manto de duda y la preocupación de que un nuevo ocultamiento evite a los demás países tomar medidas oportunas frente a una eventual segunda ola de la pandemia.

A los vacíos y ocultamientos de esta infodemia igualmente difícil de controlar y que también tiene muy graves consecuencias para todos, se le suman las falsas noticias y ahora las ultrafalsas (deepfake), que se expanden por distintas redes sociales, en especial por WhatsApp. A través de habilidosas ediciones de video, fotografía o audios, que los autores disfrazan como información orecida por epidemiólogos, salubristas o personal hospitalario, que se presume informado, circulan libremente toda clase de dañinas mentiras o medias verdades. Las peligrosas cadenas de “información”, más difíciles de contener que si circularan por redes públicas como Facebook o Twitter, anuncian fallecimientos que no han ocurrido, cifras o geografías falsas de contagios, la existencia de medicinas preventivas -a la hora de producir esta nota editorial no se había encontrado alguna- o curativas para ser usadas domésticamente, cuando las que se ensayan hoy en investigaciones intrahospitalarias pueden ser fatales para los pacientes en casa. Dada su circulación en redes semiprivadas y el tono de “exclusividad” que tienen tales cadenas, esas falsas noticias son fuente de ansiedad, pánico y, lo peor, de comportamientos de riesgo que pueden tener graves costos en vidas humanas.

Lo invitamos a leer: Lecciones del escándalo Cambridge Analytica

Ante estas dos pandemias, pues, ratificamos nuestro compromiso de ofrecer a la ciudadanía información totalmente verificada, a partir de la cual pueda tomar las mejores decisiones para su propia vida y la de las personas a las que debe cuidar.

 

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