Jean Carlos Beltrán va tres veces por semana al Gimnasio Urbano Unidad Deportiva Atanasio Girardot. Sale al amanecer de Centro Día 2, uno de los lugares de atención básica para habitantes de calle en el centro de Medellín. Trota hasta las inmediaciones del Estadio, llega normalmente a las 6:30 de la mañana y permanece allí dos o tres horas levantando pesas y moviendo poleas.

Su figura es atlética, como la de la mayoría de quienes hacen ejercicio en estos espacios, pero tiene una peculiaridad: es esquizofrénico.

Jean Carlos señaló que desde hace un año va a ese gimnasio, carga “pesas porque soy esquizofrénico y como yo me hago daño, mejor me entretengo acá con los muchachos. Esta es mi vida. Yo siempre estoy medicado, pero realmente me controlo es con las pesas”.

Él explicó que antes de que esos equipos estuvieran en funcionamiento se ejercitaba en unas barras de cemento que había cerca, “nunca me dejé caer, pero ahora es mucho mejor”.

Alexis Rojas vive en Robledo y conoce a Jean  Carlos desde hace varios meses: “Él es habitante de calle, pero eso no impide que tenga buen físico. Su historia es impactante. Son muchos los que ven en esto una manera de salir adelante. Aquí, gente como él, que no tiene con qué pagar un gimnasio, puede ejercitarse”.

Estos gimnasios al aire libre “son espacios cómodos, allí se pueden expresar muchas cosas, sirven para desestresarse, no hay necesidad de estar parado en una esquina buscando cosas peligrosas”, agregó Alexis.

Así como ellos, cientos de personas, desde adolescentes hasta ancianos, entrenan en estos sitios de esparcimiento y deporte que están distribuidos por toda la ciudad.

El Inder precisó que “en el análisis que se hace con los gestores, y sin tener un dato exacto, se puede llegar a mas de 250.000 usuarios en promedio mensual en estos equipamientos”
“Tenemos un equipo de 80 gestores territoriales que trabajan en todos los escenarios incluyendo los gimnasios. Allí se hacen reuniones con los usuarios y se busca la sostenibilidad. La apropiación de estos espacios por parte de la comunidad ha permitido generar unas dinámicas positivas y alejar temas de vandalismo y drogadicción”, agregó la entidad.

Luisa Zuleta también vive en Robledo y va al Gimnasio Urbano Cuatro Vientos entre Robledo y Los Colores: “me parecen espacios muy chéveres que sirven para que las personas que no tengan capacidad monetaria hagan deporte. La gente que se ve son son trabajadores y vienen a aprovechar las máquinas”.

“Aquí viene demasiada gente, en vez de irse a consumir drogas más abajito vienen a entrenar. Casi nunca llegan consumidores hasta acá”, señaló Andrés Orendo, quien tiene una tienda en la esquina donde está ubicado ese gimnasio.

Mauricio Ossa vive en Córdoba y va a ese gimnasio, “hace unas semanas iba en la ciclorruta, me di cuenta de este espacio y empecé a venir día por medio, vengo por las tardes porque por la noche hay mucha afluencia”.

Él apuntó que “son espacios que se prestan para la convivencia, la salud y la buena formación de las personas. A la final nadie sabe quién está acá. Puede venir el que consume drogas o puede ser un pillo, lo importante es que cuando vienen a este espacio saben que es un lugar neutro, aquí no hay ni el malo ni el bueno, sino el que está haciendo ejercicio, quienes tienen más experiencia, más fuerza y saben más ejercicios ayudan a los otros; si alguien  está haciendo un ejerció mal, se arrima y se le dice para que no se lesione, sin importar quién sea”.

Manuel Dima es un adulto mayor de San Martín de Porres y baja todos los días hasta el Doce de Octubre a un gimnasio urbano al aire libre y se sienta a ver pasar a la gente o a conversar cuando hay con quién, “yo vengo para acá a desaburrirme. Ya están muy buenos los parques con estas máquinas. La gente es de por aquí, claro que uno a todos no los conoce”. 

Adrián Restrepo vive en la Comuna 13 y baja cuatro veces por semana hasta el Atanasio Girardot: “Siempre vengo  a este gimnasio porque es tranquilo y seguro, desafortunadamente hay unos sitios en los barrios donde hay problemas de drogadicción y delincuencia, entonces  uno prefiere buscar lugares libres de eso. Aunque los que fuman marihuana no se meten con nadie ni irrespetan, ellos están en lo suyo. Yo creo que el Estado también debe llegar con charlas, para enseñar no solamente el ejercicio, sino la importancia de vivir en convivencia pacífica”.

“Medellín ha avanzado mucho, lo que ha permitido que todas las personas que andan en la calle puedan  tener la oportunidad de un gimnasio como este. Uno se puede ejercitar físicamente sin pagar, aquí viene gente de estratos muy bajos. Estos espacios “ayudan a que los jóvenes salgan de la drogadicción, ayudan a  que no vayan a cometer un delito, ayudan  a que las personas traten de convivir de manera pacífica. Hay otros que  estuvieron en las cárceles y se rehabilitan. La gente misma cuida estos lugares, esto es de nosotros.”, agregó.

“El llamado es a que los usuarios se apropien de los gimnasios al aire libre, los haga respetar y les den un correcto uso para evitar que allí se realicen actividades que nada tienen que ver con el fin para el cual fueron creados: la actividad física, la recreación y el deporte”, concluyó el Inder.