El trasegar de los humanos por el planeta, está lleno de vicisitudes. El camino no es precisamente un sendero de rosas, pero muchas de las veces, los humanos nos las sabemos complicar, pues luego de dar algunos pasos hacia adelante, salimos con las sorpresas de desandar los pasos y perder así el tiempo y la experiencia invertidos y adquiridos, en el entendido que cada cual, ve la realidad y se aproxima a ella, de acuerdo con sus intereses. Por lo tanto, los comentarios y reflexiones que vamos a plantear son obviamente, subjetivos.Después de varios decenios de ser declarada como Museo y además Patrimonio de la Humanidad, y después de haber sido aceptadas estas condiciones por todas las religiones interesadas, el controvertido gobierno turco de Erdogan, declara que Santa Sofía (Aya Sofya) en Estambul, vuelve a ser mezquita después de 86 años, volviendo a alborotar el avispero de los fanáticos de todas las religiones, fanatismo que siempre ha estado ahí y que no requiere sino de una buena excusa para explotar. La buena excusa está servida. ¡Amanecerá y veremos!En lo local, la nueva Constitución Política abrió la posibilidad de la dosis mínima de consumo de marihuana, el actual gobierno la frena a través del nuevo Código de Policía y hoy los altos tribunales vuelven a aceptarla. ¡Qué pérdida de tiempo y qué falta de sindéresis!Se anuncia por parte de EPM que su planta piloto Jepírachi en la Guajira, funcionará hasta el 2023, noticia, que nos deja apesadumbrados, ya que la energía eólica es una de las mejores alternativas para la producción de energía limpia. Razones técnicas y financieras debe tener EPM para tomar esta decisión que esperamos sea compensada con el montaje de un nuevo campo eólico ya no como piloto, si no como planta de producción de energía limpia en propiedad.Como periódicamente sucede, el actual contralor general de la Nación recorre el país “descubriendo” elefantes blancos, es decir, obras inconclusas que están ahí, a los ojos de todo el mundo, sin que hasta el presente se hayan tomado las medidas y las acciones necesarias para culminarlas, que sería lo obvio, o para tumbarlas.Debería existir un punto dentro de un Plan de Desarrollo serio, para destinar los recursos necesarios para que este tema sea resuelto y obviamente los responsables asuman las responsabilidades de todo orden que les competan. No es suficiente la alharaca mediática, si no se toman las decisiones apropiadas y oportunas dentro de la extemporaneidad.Un ir y venir de discursos se pronuncian por kilómetros, alrededor del problema de la deforestación y de los programas de reforestación. Lo cierto es que a la fecha no hay un control efectivo contra la deforestación generada por parte de cualquiera de los varios actores involucrados que la provocan, como tampoco un proyecto serio y continuado para recuperar y ampliar la extensión forestal en el país.Ojalá aprovechemos la nueva producción de nuestro grande Carlos Vives, CUMBIANA, para volver los ojos hacia la Ciénaga Grande de Santa Marta y hacer lo que haya que hacer para intervenir las infraestructuras viales mal diseñadas y volver a permitir mediante obras apropiadas, la circulación de las aguas del mar y del Magdalena para que renazcan los manglares y reviva ese maravilloso ecosistema destruido por imbéciles.Por último, ya aparecen las pilatunas legales para evitar o demorar la demolición del Edificio Aquarela construido cerca al Castillo de San Felipe en Cartagena, el cual no debió haber recibido nunca licencia de construcción, entregada en su momento por otros imbéciles. Ya la UNESCO dio como plazo hasta el 2021 para que la construcción sea demolida, o sino Cartagena y Colombia perderán la calidad de Patrimonio de la Humanidad que hoy posee el Castillo de San Felipe.Excelente el programa que ha emprendido la Alcaldía de Medellín para aprovechar estos nuevos días de cuarentena para intervenir zonas en estado de deterioro y recuperar el espacio público que se había perdido. Las acciones inicialmente emprendidas en los sectores de La Bayadera y el Sagrado Corazón o Barrio Triste, son ejemplarizantes y deben servir de estímulo y de ejemplo para intervenir otras zonas en franco deterioro. ¡BRAVO!Como una cosa es planear y otra planificar, y otra cosa es no planear y no planificar, es prudente que aquellas construcciones de vivienda subsidiada que se entregan en obra negra después de muchos trámites y una alta dosis de paciencia por parte de los beneficiados, -que en la mayoría de los casos se originan por una tragedia previa como un derrumbe, una inundación, un incendio, un temblor u otra calamidad-, sean dotados de los servicios públicos elementales, entre ellos, ya no como cosa marginal, sino estructural, la conexión a INTERNET. Pongo como ejemplo la urbanización La Cabañita en San Cristóbal, una Unidad de 9 bloques de 6 pisos ocupada recientemente por sus nuevos dueños, un poco más de 50 familias cuyos niños no tendrán como acceder a la educación virtual forzada, a la cual nos tiene sometida la bendita pandemia.NOTA 1: Mi completa solidaridad con el Señor Gobernador Aníbal Gaviria Correa y su distinguida familia.NOTA 2: Mis agradecimientos a la casa EL MUNDO por haberme permitido comunicarme con ustedes a través de las 900 columnas que ajustamos hoy y que coinciden con la suspensión de actividades para el Periódico y mil gracias a ustedes por tomarse el tiempo para leer esta Columna de Opinión.Es un golpe duro para el fortalecimiento democrático y para el ejercicio de la pluralidad y la tolerancia, pero esta es la realidad que nos corresponde enfrentar, en un país como el nuestro. Una última invitación, a que vayamos siempre, con prudente optimismo, ¡DE CARA AL PORVENIR!
Puede ser que algunos de los escritorios en los que nos sentábamos quienes trabajamos en el Periódico EL MUNDO hayan estado ahí desde siempre, desde que lo crearon, a finales de la década de 1970. Sí, caminar hoy por su sala de redacción es como si se apreciara una instalación de Doris Salcedo, la melancolía de esos muebles parece decir que se apaga un sueño que comenzó el 20 de abril de 1979, cuando empezó a circular en Antioquia un diario con ideas fundamentales, como la de la libertad. Esa libertad no podía escapar de la cultura. EL MUNDO fue pilar del inicio de proyectos culturales que transformarían la vida de la ciudad, del departamento y del país. Basta con entrar al Archivo, buscar los folios del Pequeño Teatro, el Matacandelas, el Taller de Artes, La Fanfarria y darse cuenta cómo el Periódico de logo rojo, liberal, entrevistó a miles de artistas, entonces emergentes, creyendo en que nuestra realidad podría existir un sector cultural que se hiciera preguntas importantes.Lea también: Un sector que sigue sacando el sombreroAna María Cano, quien después fundaría La Hoja de Medellín, fue la primera periodista cultural de EL MUNDO. Después la reemplazó Ana Piedad Jaramillo, directora de los Eventos del Libro y exdirectora del Museo de Antioquia y el Teatro Colón. Vino entonces el tiempo de Maryluz Vallejo, hoy doctora en Ciencias de la Información, profesora Titular de Tiempo Completo del Departamento de Comunicación y jurado del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar este 2020. Cuenta Carmen Vásquez, periodista de moda, que cuando Darío Arizmendi era el director de EL MUNDO le dio a cada una su “reino”, le dijo a la periodista cultural que ella se encargara de lo artístico, mientras a Vásquez la mandó a los cocteles, a buscar a la “gente linda”, le permitió tener la primera página exclusiva de moda en estas tierras, guiado en lo que hacía la Revista Hola en España, para que así estuviera clarísimo qué era cultura, qué era entretenimiento, qué era moda y qué era sociedad.Desde sus inicios, EL MUNDO dedicó páginas enteras a la agenda cultural, que eran las más difíciles de editar, porque tenían la agenda de cine, la de teatro, los conciertos, los recitales, las presentaciones de libros, todo, independiente de los artículos periodísticos de una y dos páginas que hacía la sección de cultura.Antes de que su experticia fuera el periodismo político y de opinión, Luz María Tobón, directora de EL MUNDO, fue periodista cultural. Todavía tiene en su oficina una foto de su entrevista a un joven Fernando Botero. Ella, de mamá artista, de familia siempre amante de la cultura, defendió el periodismo cultural hasta el cierre, influyendo, de alguna manera, en que siguiera con cada cambio de dirección. Con la llegada de don Guillermo Gaviria Echeverri, quien respetó lo que hacía el Periódico en este campo, se dio vía libre a que ese saber no se apagara.Nombres como el de Pilar Velilla, exdirectora del Jardín Botánico y el Museo de Antioquia; María del Rosario Escobar, exsecretaria de Cultura Ciudadana de Medellín y actual directora del Museo de Antioquia; la maestra Patricia Nieto, quien guía la Editorial Universidad de Antioquia y es docente de la Alma Mater; o el crítico de cine Pedro Adrián Zuluaga, escribieron una historia cada día, por varios años, en la redacción de EL MUNDO, cubriendo cultura.El Mundo Semanal, el Imaginario y Palabra&Obra fueron los tres suplementos culturales que dijeron cosas muy importantes a la ciudad, al país. Óscar Valencia, jefe de diseño de EL MUNDO, contaba que Imaginario fue osado, despertando muchas molestias en algunos “paisas de Medellín”, cuando su editora puso en la portada la foto de dos hombres homosexuales, desnudos, después de una Marcha del Orgullo. Sus contenidos hablaban de la cultura como lo que somos, reflexionaban sobre la ciudadanía cultural. Palabra&Obra, por su parte, buscaba hacer reportajes de largo aliento con personajes que se destacaban en el campo cultural, teniendo en su portada a importantes creadores como Débora Arango, Gilberto Martínez, Víctor Gaviria, Fernando Botero, Félix Ángel, Cristóbal Peláez, Beatriz González, Alberto Sierra, Antonio Caro, Dora Ramírez, Leonardo Padura, René Uribe Ferrer, entre muchos otros. Una vez, el artista Richard McGuire, reconocido por ilustrar publicaciones como The New Yorker, nos hizo el honor de hacernos una edición especial de Palabra&Obra. Publicamos un especial completo sobre la salvaguarda del patrimonio de Frida Kahlo y Diego Rivera, hecho en Ciudad de México, analizamos muchas veces lo que hacían en el Ministerio de Cultura, cubrimos la Bienal de Venecia, la Feria Internacional de Arte de Madrid (España), Artbo, el Salón Nacional de Artistas, el MDE, la Fiesta de las Artes Escénicas, el Festival de Tango, los diez años de la Fiesta del Libro con edición especial, siempre estuvimos ahí, en cada evento, en cada lanzamiento, en cada nacimiento.Y cometimos errores, muchos, porque EL MUNDO siempre fue una escuela de periodismo cultural. Cómo les parece que una vez, matamos a alguien que revivió. Olga Elena Mattei estuvo muerta durante unos minutos, nos llamaron directamente desde la clínica a contarnos tal suceso. Lloramos, planeamos un especial, llamamos a Héctor Abad Faciolince, él nos dio su declaración sobre la importancia de Mattei para la literatura nacional y corrió a publicar en su Twitter que había muerto.Hasta que, de esas cosas que pasan, los médicos la revivieron, la reanimaron y no se murió. Desde entonces, Faciolince ha sido muy lejano. Es que en el Código Caracol, María Lucía Fernández publicó lo que pasó, en la edición de las 7:00 de la noche: “la inmediatez de las redes sociales le jugó una mala pasada al escritor Héctor Abad Faciolince”. Casi nos ahorca, publicó en su cuenta en esa red: “serán imbéciles los de EL MUNDO”...Vale la pena decir que defendimos causas importantes. Hay que agradecerle a Irene Gaviria y Luz María Tobón que nos permitieron ser autónomos en el contenido cultural. Fuimos nosotros quienes cuestionamos el cambio de vestido que les hicieron a los Silleteros, desconociendo que eran un patrimonio, con lo que hubo polémica nacional, cuando Aníbal Gaviria era el alcalde. No nos censuraron.Fuimos nosotros quienes iniciamos a hablar de los “hipster”, cuando todavía esa manifestación cultural era bastante desconocida.Gritamos duro con investigaciones. Nosotros nos dimos cuenta de que las Bibliotecas Públicas de Medellín habían sido cerradas por el gobierno de Federico Gutiérrez, desconociendo su importancia en la transformación social, con la excusa de ahorrar recursos del presupuesto público. Vaya error de visión política, por eso insistimos con varios artículos en que los Parques Bibliotecas eran la opción que tenía un niño de cualquier comuna de no caer en las redes de tráfico, su puerta de escape muchas veces a la violencia física y sexual. Incomodamos a Sergio Fajardo sobre la responsabilidad en las fallas en la fachada de la Biblioteca España, tanto que salió en portada diciendo “voy a hablar de la Biblioteca España, cuando yo quiera”, los memes no se hicieron esperar en las redes sociales.Cuando iban a sacar al maestro Alberto Correa de la Filarmónica, nosotros lo contamos. Insistimos en que el presupuesto para cultura siempre debía subir en el gobierno nacional, el departamental y el local. Y, sobre todo, le dimos voz a un sector que no encontraba en otros medios un espacio que valorara sus obras, que escuchara sus demandas, que necesitaba, en pleno siglo XXI, más que nunca, una presencia en la agenda pública.EL MUNDO insistió en la importancia de la formación artística para la infancia. Con su proyecto Educar Mientras se Informa y su Concurso Personitas de Colores, invitó a que los niños pintaran sus sueños. Otra cosa que hizo fue premiar con el Mundo de Oro a quienes durante decenios trabajaron por el sector, entre los ganadores estuvieron Graciliano Arcila Vélez, la Emisora HJCK de Bogotá, Guillermo Abadía Morales, Fanny Mickey, la Orquesta Sinfónica de Antioquia, la Cámara de Comercio de Medellín, la Biblioteca Pública Pilotoy la Emisora Cultural de la Universidad de Antioquia, Débora Arango, la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, Carlos Castro Saavedra, el Instituto de Integración Cultural Quirama, Luis Alberto Correa, Rafael Sáenz Moreno, el Museo de Arte Moderno de Medellín, Luis Alberto Álvarez y la maestra Cecilia Espinosa, su última galardonada.En los comités de redacción, muchas veces nos peleamos con quienes nos preguntaban “y ese, ¿a quién le ha ganado?”, poniendo en duda la idoneidad de los artistas emergentes, peleamos por ellos como el futuro del sector y del arte nacional. La cultura también era un tema para abrir el Periódico, nosotros le dimos la portada al Salón Nacional de Artistas, cuando volvió a Medellín, en su edición 43. Juliana Restrepo y Jaime Cerón, sus directores, llegaron con la edición impresa de EL MUNDO a la apertura de aquel certamen, que durante sus tres meses contó con un cubrimiento diario, detallado, sobre lo que intentaban decir los curadores, que propusieron como tema el oxímoron “Saber-desconocer”.Cuando la notoriedad no abarcaba la obra de Pablo Montoya, cuando parecía que a la crítica local y nacional le faltaba creen en tal talento, nosotros reseñamos su Tríptico de la infamia, sin necesitar que el Premio Rómulo Gallegos nos validara lo grande el autor, porque pudimos verlo.Le puede interesar: ¿Seguro les hace falta la crítica?Que sea el momento para decirles gracias a los cientos de artistas, gestores, investigadores, profesores, curadores, comunicadores y colegas que nos buscaron para pedirnos una opinión, para ofrecernos sus contenidos, así como para criticarnos. Aprendimos juntos, crecimos juntos, hicimos historia juntos.EL MUNDO fue y será la casa de la cultura de Medellín, como quedará para la historia en su archivo, porque aquí pasaron hitos como que Gabriel García Márquez quisiera que la redacción del medio que soñó fundar se pareciera a la del diario liberal de Medellín, donde estuvo dando talleres y compartiendo con los periodistas.Gracias, EL MUNDO, gracias porque nos dejaste soñar que esa utopía que adoptamos, la de cambiar el mundo haciendo periodismo cultural, podía ser posible.
Con todo respeto, no comparto el criterio de quienes han venido criticando a la Corte Constitucional por haber declarado la inexequibilidad del Decreto Legislativo 580 de 2020, por el cual se dictaban medidas en materia de los servicios públicos de acueducto, alcantarillado y aseo, por el motivo que condujo a la adopción del fallo y que también expuso la Secretaria Jurídica de la Presidencia de la República: aunque, según el comunicado de la Corte, se dictó y promulgó en desarrollo del Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica, se expidió dentro del término de vigencia del estado de excepción y se encuentra brevemente motivado y lleva la firma del Presidente de la República, no fue suscrito por todos los ministros del despacho. Faltaron las firmas de los ministros de Salud –lo cual llama la atención en cuanto la emergencia fue provocada por la pandemia- y de Ciencia y Tecnología.Lea también: Cumplir la ConstituciónComo señala la providencia,” el mandato constitucional referente a que los ministros suscriban los decretos legislativos que se expiden en virtud del estado de emergencia económica, social y ecológica constituye una condición indispensable de validez de dichas normas, en la medida en que con este se garantiza, el principio democrático, durante el estado de excepción, pues se contrarresta el déficit de deliberación y se limita la facultad discrecional del presidente”.La exigencia constitucional de que estos decretos, además de las firmas del presidente, lleven las de los ministros –todos- no corresponde simplemente a un requisito de forma y sin mayor trascendencia. Por una parte, cuando hablamos de los estados de excepción –entre ellos el de emergencia- aludimos al ejercicio de una potestad extraordinaria del Ejecutivo, que normalmente no tiene a cargo la función de expedir las leyes –atribución que, por cláusula general de competencia, corresponde al Congreso-. Por otro lado, la Constitución es clara cuando expresa (art. 115) que las firmas de los ministros en los decretos los comprometen y por medio de ellas asumen una responsabilidad por las medidas y decisiones que adopta el Gobierno Nacional. Y, además, las normas superiores relativas a los estados de excepción exigen expresamente “las firmas de todos los ministros” y subrayan su responsabilidad. El 215, para el caso del Estado de Emergencia Económica, Social, Ecológica o por calamidad pública, estatuye: “El Presidente de la República y los ministros serán responsables cuando declaren el Estado de Emergencia sin haberse presentado alguna de las circunstancias previstas en el inciso primero, y lo serán también por cualquier abuso cometido en el ejercicio de las facultades que la Constitución otorga al Gobierno durante la emergencia”.Le puede interesar: Sobre las sesiones virtualesDe manera que no estamos ante un mero formalismo. Ni se puede sindicar a la Corte Constitucional de haber sacrificado el fondo de la medida en aras de la forma, o de no haber hecho prevalecer el derecho sustancial, como lo exige el artículo 228 de la Carta. Ella tiene a cargo la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución, que exigió, en estados de excepción, las firmas “de todos” los ministros, no de algunos.Y el vicio no era subsanable, toda vez que al momento del fallo el decreto ya había sido promulgado y había entrado a producir efectos. En estas materias no se puede improvisar.
Duele la desaparición de EL MUNDO, después de más de 40 años de actividad ininterrumpida, con periodismo de calidad informativa y pluralidad de opinión. Desde hace dos años, cuando la publicación impresa diaria le dio paso a una semanal, el diario quedó herido de muerte porque había perdido su esencia. La desaparición de los periódicos impresos es una de las consecuencias nefastas de llamada revolución digital; nefasta porque los ha destruido sin sustituirlos por nada mejor.Lea también: Harry Sasson, la renta del suelo y las sopas MaggiLa prensa impresa, que resistió los embates de la radio y la televisión, agoniza en todos los países. Se cuentan por centenas los diarios desaparecidos y los que subsisten lo hacen en formatos cada vez más escuálidos y pobres en contenido. Sin la palabra impresa, la fuerza de la vieja sentencia, “lo escrito, escrito está”, se desvanece y con ella las exigencias del rigor informativo y de la clara separación entre la opinión y la noticia.Estas dos fueron las características señeras de EL MUNDO que nunca ocultó su carácter de diario liberal militante, pero abierto siempre a una amplia diversidad de opiniones, tanto en la época de Don Guillermo Gaviria, como en los últimos años bajo la orientación de su hija Irene y de mi querida amiga Luz María Tobón.El de Don Guillermo fue un liberalismo doctrinario, más bien clásico, cuya orientación intervencionista no lo apartó nunca de la defensa de la iniciativa privada como fundamento de la actividad económica en una sociedad verdaderamente libre. Por supuesto que, como periodista, fue también un liberal en el sentido partidista, aunque, el gran hacedor de empresas que fue, seguramente se habría sentido contrariado por la orientación anti-empresarial que aqueja a sectores amplios del que fue siempre su partido.Quizás a causa de la bancarrota ideológica del Partido Liberal, el liberalismo de EL MUNDO de los últimos años perdió su matiz partidista y se hizo más conceptual y de principios, buscando irradiar los valores de la democracia liberal y la iniciativa privada con responsabilidad social a las gentes de todos los partidos y la sociedad entera.Esa defensa de la democracia liberal se expresó en sus cuestionamientos al proceso de paz por su indiferencia frente a las víctimas de la Farc y las grandes concesiones hechas a lo que no era más que organización criminal que no representaba a nadie, como quedó en evidencia con las paupérrimas votaciones recibidas en las dos elecciones en las que ha participado.Su reconocimiento de la iniciativa privada como fundamento de la actividad económica y de la creación de riqueza, se manifestó recientemente en su insistente reclamo de la reactivación de la economía acompañada de la flexibilización de la contratación laboral.Pero quizás la más firme posición de EL MUNDO en los últimos años fue su incansable y persistente reclamo al gobierno a cumplir su misión fundamental de proteger la vida de los ciudadanos. No importa lo que el gobierno haga en cualquier ámbito, si no protege la vida de las personas está incumpliendo gravemente su obligación constitucional y lo que es en definitiva su razón de ser.Muchos años atrás, cuando, por incompatibilidad con mi actividad profesional, decliné la invitación que me hiciera a escribir en el periódico que acababa de adquirir, Don Guillermo, insistente, me dijo que escribir en EL MUNDO sería un honor.Le puede interesar: Una propuesta ilegal, inconveniente y peligrosa, pero imparableHace algunos años, por invitación de Luz María Tobón, EL MUNDO acogió generosamente mis artículos. Me sentí cómodo y complacido de hacer parte de tan noble empresa periodística y muy honrado, como había anticipado Don Guillermo.
Hoy he recibido la noticia: EL MUNDO, después de una tarea periodística de 41 años, ha decidido cerrar su fase de periodismo impreso. El entorno es cambiante, la evolución de hechos, tecnologías, épocas, conduce a decisiones y nuevas direcciones en los caminos que nos presentan horizontes distintos y nos hacen dejar atrás paisajes familiares a los cuales habíamos tomado un cariño como el del poeta cartagenero a los zapatos viejos. Algo diferente se abre en las perspectivas del futuro inmediato. Mis mejores deseos para FundaMundo, para la querida y admirada familia Gaviria Correa, y para la buena ventura de sus proyectos y su liderazgo, siempre inspirados en el bien para la comunidad y para Antioquia. Algunos de estos cambios son dolorosos, como lo es, en lo personal, este: se trata de una pérdida para el periodismo escrito en la región, y en Colombia. Pero EL MUNDO cierra este ciclo, como lo manifiesta su directora Luz María Tobón Vallejo, con la satisfacción del deber cumplido.Lea también: Alatriste: la punta de su espadaTermina para Antioquia una tribuna de decencia, de buen periodismo, de compromiso con la verdad. Se culmina la etapa de un esfuerzo colosal en pro de los intereses sanos de nuestro departamento, pionero para Colombia en tantos aspectos de progreso, de desarrollo, de apertura al futuro. EL MUNDO ha cumplido y constituye un gran honor ser parte, modesta y pequeña, de esta locomotora de la honradez y de la opinión crítica y creadora.Después de escribir la columna “Vestigium” durante veinte años -un total de 492 columnas, de periodicidad quincenal, casi ininterrumpidamente- vienen a mi teclado unas palabras que no puedo evitar, pues las asocio necesariamente a esta tribuna periodística: agradecimiento, aprendizaje, disciplina, creatividad.Cada uno de mis textos fue acogido respetuosamente por parte de los editores y de la dirección en estos años. Nunca he recibido la más mínima interferencia respecto a los temas y enfoques para los cuales con total libertad se me ha cedido el espacio. Siempre he sentido la presencia viva y efectiva de un genuino respeto por el diálogo inteligente, por el ir y venir de ideas ordenadas y rigurosas, expresadas dentro del marco de la consideración hacia la verdad y hacia el lector como un interlocutor merecedor de un trato digno y humanizante. Por parte de la dirección del periódico siempre recibí palabras de aliento, de buen criterio, de magnífica atmósfera de ejercicio de la inteligencia.Escribir Vestigium, con la variedad de tonalidades presentes en el entorno de las realidades contemporáneas, fue un hábito de disciplina, de investigación, de contrastes, de búsqueda de fuentes verificables. Una tarea constante de enriquecimiento y educación personal que tuvo que pasar por el tamiz del lector crítico y exigente, a quien también debo expresar agradecimiento. Mi padre, Hernán Gómez Atehortúa, fue el mejor lector, crítico y corrector que tuve. También asumí una tarea constante de aprendizaje en cuestiones de estilo y de forma periodística. No puedo olvidar las didácticas exposiciones de Arturo Giraldo Sánchez.Un “Vestigium” es la señal, la huella, la marca que deja el pie de un viajero sobre el camino. Hay algo relacionado con la memoria, con el registro de los datos de alguien que ha pasado por un lugar y ha dejado su impronta. Es el indicio de que por allí ha estado un “homo viator”: un viajero, frágil, perecedero, fugaz. Es también el rastro de un caminante que se esfuerza por perfeccionarse en una tarea que se ha impuesto. También el investigador es un sujeto que anda tras las huellas; la realidad -variada y múltiple- ofrece ante sus ojos algunas facetas, y es su tarea, la del investigador, hallar la parte de verdad que está inscrita en esas huellas. Para mí ha sido culminación de un rasgo esencial de mi vida: la búsqueda de explicaciones a las cosas que pasan, y de las cuales apenas tengo un entendimiento parcial en un entorno de asombro constante, infinito, inacabable. Mis columnas fueron posibles por aquella conversación inicial con Luz María Tobón Vallejo, cuando acogió, con tolerancia y generosidad, mis imperfectos intentos de practicar el arte de la columna.Le puede interesar: Incertidumbres y certezasTodos somos viajeros. También las instituciones dejan su huella: EL MUNDO deja un vestigio, una huella de decencia, de amistad, de buena escuela periodística: mi abrazo y mi voz de agradecimiento.
Los estadios de fútbol, duele decirlo, dejaron de ser lo que antes fueron.En los estadios de fútbol solíamos coincidir amigos de ocasión, de esa ocasión que ellos propiciaban. Adentro o en sus alrededores teníamos el sagrado compromiso de encontrarnos cada vez que el equipo de nuestras simpatías enfrentaba a otro, independientemente de cual fuese su postín. Sin que ello originase una batalla campal. Una guerra binacional. Una trifulca de montescos y capuletos. Éso que Borges criticó y tantas veces sostuvo que fue esa la razón por la cual perdió su interés por este deporte, al tiempo que le reconoció su paternidad a los ingleses, pueblo que admiró, entre otras cosas, por el aporte de Shakespeare a la cultura universal.Los estadios de fútbol, duele decirlo, dejaron de ser lo que antes fueron.Los estadios de fútbol fueron un lugar en donde inexistían barreras socioeconómicas, religiosas, políticas, cronológicas. En ellos, es grato recordar, se camuflaba gente de cienmil raleas que retrata con ironía y sabiduría Joan Manuel Serrat en su Fiesta catalana, jolgorio idéntico a los que celebran miles de ciudades en el mundo entero, porque en el mundo entero los privilegados suelen hacer alardes de bonhomía en medio del carnaval, pero tan rápido como pasa el bullicio de temporada regresan el señor cura a sus misas y el avaro a las divisas.Solitarios empedernidos, parejas de enamorados, gays entonces ávidos de emancipación, vacas sagradas de la economía parroquial, empresarios, políticos zurdos, moderados o fachos que por horas olvidaban sus prédicas habituales, ejecutivos, exitosos profesionales independientes, modestos empleados y miles de obreros abrigados con el común denominador de su anonimato, todo este variopinto surtido de aficionados constituía la gran piña que daba color y sabor a los estadios de fútbol cuando en sus gramados había un balón en movimiento. A nadie se pordebajiaba.Los estadios de fútbol, duele decirlo, dejaron de ser lo que antes fueron.De cuenta de los estadios de fútbol, la obreriada de que hablase Luis Vidales introdujo un nuevo ítem a su canasta familiar. Hubo quienes optaron por prescindir de algún artículo básico e incluyeron a cambio, como elemento constitutivo de su dieta emocional, la boleta para los partidos futboleros finisemanales. Casos existían en que la carencia crecía en la misma proporción que la satisfacción paterna por llevar al estadio a un hijo mozalbete a quien buscaba inocularle desde temprana edad el virus futbolero.En los estadios de fútbol, ahora es triste recordarlo, se fundían en abrazos celebratorios ricos y pobres, viejos y jóvenes, muchachas coquetas llenas de atributos físicos y otras nerdas, que encontraban un solaz en la cita vespertina dominical para suspender de manera momentánea su concentración estudiantil, mediante la cual aspiraban a escalar peldaños en la sociedad todavía machista que comenzaba a aceptar proclamas feministas emanadas del mayo francés de 1.968.Esta radiografía bien la identificarán quienes conocieron los estadios Libertadores y San Fernando. En menor escala se hizo recurrente durante los años cincuenta, sesenta y setenta alrededor de canchas de fútbol de esas empresas de la Antioquia industrial que existió en Medellín, Envigado, Itagüí y Bello con grandes factorías como las de Coltejer, Fabricato, Tejicóndor, Vicuña, Everfit-Indulana, Pilsen, Peldar, Haceb, Simesa, Sulfácidos. La radiografía aquí expuesta por experiencia propia es la del Atanasio Girardot en el decenio del siete cero que incluyó dos canchas aledañas a la principal, las Marte uno y dos, que llevaban aficionados sábados y domingos de cuenta de equipos calificados de segunda, pero que presentaban espectáculo de primera.Habrá defensores de oficio de prebendas estatales al fútbol que sostengan que esta realidad sigue vigente. ¡Jamás! Hoy da pánico ir a un estadio de fútbol. Caminar por sus alrededores antes, en o después de los partidos que allí se juegan se volvió riesgoso. Y ese consustancial riesgo existe en otras zonas de la ciudad a donde se trasladó el fanatismo que ahora rodea esta actividad que dejó de ser aglutinante ciudadano para volverse germen de grescas barriales y pueblerinas. Por eso, si hoy se quiere platicar sin temor a enemistades la religión, la política y el fútbol deben ser temas vedados.Incubado en dos lustros precedentes de cuenta de la tal bonanza marimbera, en el decenio setentario llegó para quedarse a nuestro país un virus fatal que se irrigó camaleónicamente por urbes capitales y por ciudades intermedias, después de permear actividades macroeconómicas como la inmobiliaria y la ganadera. Con el contrabando, otra secuela suya directa. Con las funestas implicaciones que tiene en la generación de empleo formal por la destrucción de industria que conlleva.¡El fútbol no podía ser la excepción! ¡Maldita sea!Al balompié colombiano llegaron nuevos capitales provenientes de la naciente economía del narcotráfico. Irrumpieron a título individual o mayoritario nuevos propietarios de antológicos equipos. Se encarecieron las contrataciones de jugadores, como hábil maniobra para el lavado de dineros ilícitos. Comenzaron a darse unos salarios astronómicos para los jugadores más populares, no siempre los mejores. Se gestaron grupos de hinchas con perversas intenciones. El cáncer creció. Hizo tantos estragos que sus consecuencias persisten, así haya tímidas decisiones de Estado que consiguen paliarlo a medias.El advenimiento de dineros bien habidos a la industria del espectáculo futbolero, como viene sucediendo en los últimos años, y la consecuente democratización de los clubes, ahora más que nunca, deben protegerse y auparse. Para que se retome la senda de aquello que fue el fútbol: una de las mejores formas de eliminar barreras, de integrar la célula familiar, de poner a vibrar a Colombia con un solo corazón.Que los estadios de fútbol vuelvan a ser lo que antes fueron, porque los estadios de fútbol, duele decirlo, dejaron de ser lo que antes fueron.
Acabar con la pobreza no ha sido sólo uno de los mayores objetivos que se han propuesto los gobernantes de todos los tiempos, sino que es infortunadamente uno de los mayores flagelos- problemas- que han azotado a la sociedad misma a lo largo de toda nuestra historia. Parece que este terrible fenómeno fuera concomitante a la existencia de la humanidad y mientras que unos pueden acceder a notables y fructíferos modus de vivir, en medio de la abundancia y la solvencia económica, muchos otros, las mayorías, tienen que sufrir la escasez y grandes necesidades por falta de los recursos suficientes. Todo a causa de la pobreza y falta de oportunidades para acceder a modos dignos y aceptables de subsistencia.Lea también:El salario mínimo, la familia y las necesidades básicas en ColombiaEs realmente deplorable la situación económica que padecen muchas familias en nuestro país, pues “El porcentaje de personas clasificadas como pobres respecto al total de la población nacional fue 27,0% en 2018, frente a la tasa de 26,9% de 2017, según las cifras de pobreza monetaria publicadas por el Dane”. Ello indica que los índices de distribución del ingreso nacional son muy inequitativos e injustos y que mientras unos aumentan con notable vigor sus ingresos- finanzas, una gran cantidad de personas y de familias colombianas se empobrecen cada vez con menor posibilidad de recuperar medios estables e imprescindibles para su adecuado sostenimiento y manutención. Es mucho decir que el índice de pobreza en la población colombina, tal y como se ha registrado, para el año 2018 fue del 27% de la población, lo que significa que hoy puede ser muy superior y que el asunto es muy grave, siendo que en el país “hay en total 48 millones 258 mil 494 habitantes”. Si ello es así, y debe serlo pues lo dijo el Dane (julio/2019), está claro que actualmente existen mucho más de 16 millones de colombianos en medio de las nefastas y deplorables situaciones que genera la pobrezaLos expertos y tratadistas de estos asuntos, junto a los encargados en el Estado y la Sociedad de estudiar y atender este importante tema que concierne a todos en general, pero que afecta de manera tan lamentable y dramática a un inmenso número de personas, familias y comunidades al interior de la organización social y estatal, hacen hasta lo imposible, para explicar y resolver tan delicado asunto, sin que realmente se haya podido hacer algo que en verdad resuelva de fondo y de manera definitiva esta terrible realidad social.Se tiene la creencia que la pobreza deviene única y exclusivamente de la carencia de dinero, de capacidad monetaria. A nivel internacional se ha venido trabajando en la generación de herramientas y estrategias que permitan combatir más efectivamente este mal, partiendo de la idea de que no se trata simplemente de falta de ingreso dinerario, es lo que se ha llamado la multidimensionalidad de la pobreza, para afrontarla no sólo desde la perspectiva del dinero, sino también teniendo en cuenta que este nefasto estado puede devenir de la falta de educación, salud, trabajo, oportunidades, etc., etc. Así las cosas, está absolutamente claro que combatir la pobreza se hace generando mayores oportunidades y garantizando que a la población lleguen realmente derechos como el de la salud oportuna, educación adecuada, vivienda- hábitat y trabajo dignos, recreación, deporte, etc.Le puede interesar:Hay que “enderezar,” nuestro país lo necesitaLa pobreza extrema es entonces inexorablemente no tener acceso a estos servicios, pero en especial al de alimentación- vivienda- hábitat, y trabajo- instrucción que son los insumos básicos y primordiales que necesitamos para poder abrirnos paso y darnos a la conquista -en términos de igualdad- de los demás procesos y derechos que se han establecido para lograr -en mejor grado- lo que cada uno de los seres humanos requerimos, por vocación natural de supervivencia, como en efecto es el ánimo permanente que nos asiste de encontrar bienestar individual y/o colectivo, porque nacimos para ser felices y vivir bien, por lo que no es justo estar sometidos a graves estados de pobreza y de miseria, por los inequitativos y desiguales estándares y sistemas que se han creado para la distribución del ingreso y la producción. Lo más grave del asunto es que ello pareciera no tener solución, pues cada día son más las barreras y las dificultades para que podamos concurrir en términos de equidad e igualdad a los derechos y garantías que se han creado “por todos y para todos” al interior del Estado y la Sociedad que nos rigen.
No sólo por este agosto del 2019 se están conmemorando 30 años del magnicidio del dirigente político Luis Carlos Galán Sarmiento, asesinato que estremeció a la Nación y que fue condenado mundialmente, sino que también se están cumpliendo tres décadas del muy interesante proceso que condujo a que en marzo de 1990 se llevara a cabo la primera gran consulta popular de un partido político en Colombia para escoger su candidato presidencial.Y Galán fue el actor principal de esta llamativa coyuntura política nacional de finales del siglo XX y hasta víctima de la misma porque murió en plena campaña para ese valido experimento de democracia interna partidista, el cual no pudo disfrutar y tampoco participar porque fue baleado cuando hacia proselitismo para la primera consulta popular de una colectividad en el país.Hace 30 años, en pleno 1989, el principal debate en el campo de la política partidista era la democratización de las decisiones internas de los dos partidos dominantes de la vida institucional y pública de Colombia, el Liberal y el Conservador, en el esplendor del asfixiante bipartidismo, que a propósito del actual cacareado bicentenario independientista, nació poco después de la derrota española, se acentúo en la patria boba y conflictiva de las múltiples guerras colombianas, que originó la sangrienta Violencia promediando el siglo pasado, que se disfrazó de democracia con el Frente Nacional que le cerró el espacio a otros colombianos alimentando la insurgencia guerrilla y que en ese 1989 rojos y azules se enfrentaron mano a mano por el poder político.Tras el epílogo de la alternancia presidencial, los liberales derrotaron a los conservadores en sucesivas elecciones en el 74 y 78 con López y Turbay, pero en las entrañas rojas el llerismo se fue oponiendo a las costumbres clientelistas de un liberalismo que se fue convirtiendo en el partido mayoritario, en una maquinaria electoral muy aceitada y clientelista, favorecido por el creciente urbanismo y algunas sus propuestas populares, además de la consolidación de fuertes barones electorales regionales.En las fuentes nutricias del opositor llerismo se formó Galán, quien no sólo parió un nuevo partido denominado Nuevo Liberalismo, sino que también lanzó su candidatura presidencial, se atravesó a la reelección lopista del 82, propició la derrota liberal a manos de los conservadores, y creó una profunda división en su partido que se extendió hasta el muy clave año de esta crónica política: 1989, con una tregua en 1986 para no entorpecer el triunfo liberal de Virgilio Barco, gobierno durante el cual se comenzó a gestar una enmienda a la Constitución de 1886 para reformar la política y modernizar las estructuras partidistas en Colombia. Fue así como se empezó a hablar del término consulta popular.Las tres condicionesAnte la fuerte fractura liberal durante toda la década de los años 80 y la permanencia muy riesgosa del Nuevo Liberalismo, la dirigencia de este partido emprendió esfuerzos para la reunificación del oficialismo y el galanismo y de ese modo enfrentar la campaña presidencial de 1990, lo que se selló en la Convención Liberal de agosto de 1988 en Cartagena, en la que con un catalogado como histórico discurso Luis Galán reingresó a las huestes rojas.Pero para aceptar su retorno al Partido Liberal, Galán puso tres condiciones básicas como recuerda el excongresista y exdirectivo nacional de ese partido Armando Estrada Villa, quien fue testigo presencial de esos episodios liberales.La primera fue la batalla de frente contra el narcotráfico que estaba y sigue carcomiendo a gran parte de los estamentos básicos de la Nación.Lea también:Galán, 30 años después y un legado por cumplirLa segunda fue poner fin a las relaciones clientelistas en la política y de los partidos con los gobiernos.Y la tercera fue la institucionalización de la consulta popular para democratizar las determinaciones internas de los partidos, sobre todo a la hora de seleccionar a sus candidatos presidenciales.Haciendo una retrospectiva de estas tres condiciones galanistas, se puede inferir que con las dos primeras el país fracasó y con la tercera, la de las consultas, se puede admitir que fue un paso fundamental para corregir en algo las costumbres o vicios de los partidos políticos y es una herencia del galanismo que sigue vigente, pero en la mayoría de los casos mal empleada sobre todo por su propio gestor, el Partido Liberal, o lo que queda de él.De las cinco consultas liberales en el ámbito nacional de las últimas tres décadas, precisamente la primera de ellas realizada en marzo de 1990, en la que Galán era favorito, fue la más exitosa, con una participación de cinco millones de colombianos, y le dio el triunfo a César Gaviria Trujillo.Casi treinta años después el Partido Liberal, con una militancia de apenas 1.7 millones de votantes al Senado, está en manos de Gaviria Trujillo, quien para las elecciones presidenciales del año pasado cometió el grave error de permitir la peor y costosísima consulta liberal en la historia de este partido, pues no sólo se registró la más baja participación con apenas el 2.12% o con una abstención del 97%, sino que produjo una nueva división liberal alimentada por Juan Fernando Cristo, dizque reclamando democratización cuando ha sido uno de los mayores favorecido del partido, pero también por el marginamiento de Juan Manuel Galán, quien ante la tumba de su padre hace 30 años, le entregó a Gaviria las banderas galanistas que hoy con sus actuaciones ha arriado completamente.No obstante, las consultas o primarias siguen aún muy vivas, están consagradas en la normatividad legal del país y han sido empleadas con éxito por otros partidos como la realizada el año pasado y que catapultó al desconocido Iván Duque a la Presidencia.Pero la existencia y el empleo de ese legado galanista, desafortunadamente, no ha logrado el fortalecimiento de los partidos políticos en Colombia, pues esas formaciones siguen igual o peor de clientelizadas que hace 30 años y con un peligroso descredito y mala imagen ante la opinión pública nacional, que estremece y pone en riesgo la estabilidad democrática de Colombia.PostuladosdilapidadosLa eterna galanista, la comunicadora y analista Claudia Posada, dijo que parte del pensamiento político de Luis Carlos Galán quedó plasmado en la Constitución Política de Colombia de 1991.Pero advierte que si Galán viviera, si él fuera un congresista rodeado de los de hoy, estaría horrorizado de cómo los representantes de los partidos políticos (que empezaron a desnaturalizarse desde el Frente Nacional) siguen desconociendo la democracia como derecho a ser la auténtica representación del pueblo que los elige y a la conquista de la equidad social y la igualdad educativa.
La del 20 de julio obedece, en mi criterio, al primer acto de centralismo en la historia de Colombia. Los santafereños crearon este mito, a pesar de que en mayo 21 de 1810 se produjo la primera insurrección en Valledupar; el 22 de mayo de ese año, en Cartagena de Indias, se crea una Junta de Gobierno; el 3 de julio, Santiago de Cali formó sus juntas y, luego vendrían Pamplona, el 4 y el Socorro el 10 de ese mes.Lea también: La fecha de la IndependenciaAdemás, es necesario recalcar que todas estas son declaraciones de fidelidad al rey Fernando VII y de rechazo al mal gobierno de sus enviados. Son, apenas, el inicio de un movimiento de ruptura que termina, precisamente, el 7 de agosto del 1819, cuando lo que hay es el fin, por la vía armada, de la dominación española. Pero centralismo es centralismo.El segundo mito lo establecen los intelectuales de izquierda, alguno de ellos perfectamente acomodado en su cómoda vivienda de oligarca en España, y muchos otros, profesores de universidades públicas y privadas de élite en Bogotá, Medellín, etc., educados casi todos en Estados Unidos, e Inglaterra, según el cual, si bien nos liberamos de España, caímos sucesivamente en la dependencia colonial, primero de la Pérfida Albión y luego del imperialismo yanqui, por lo que nunca, nunca hemos sido independientes.Yo compraría esa idea si fuese acompañada por la descripción del entorno global y local en el que ha transcurrido la historia nuestra. Nada, sino las circunstancias reales de España e Inglaterra, y luego las de los Estados Unidos, frente a Colombia, determinaron que esta fuese una nación fraccionada, pero centralista (el federalismo está muerto y sepultado) y de economía atrasada y pequeña, que ni siquiera pudo concretar, junto a Venezuela y el Ecuador, el sueño bolivariano -que también Bolívar ayudó a destruir con su obsesión por ser un emperador autócrata- de una nación grande, al menos, lo suficientemente grande para poder enfrentar de manera más o menos exitosa, la economía y presión de esas potencias.La voracidad norteamericana sobre los territorios latinoamericanos se expresó definitivamente en México al que le arrebató más de la mitad de su superficie. En Colombia, sospecho que la pérdida de Panamá se dio, básicamente por la irresponsabilidad de sus élites, que, por estar guerreando entre ellas, descuidaron el estratégico lugar en el mundo por el que se construiría el principal canal de la Tierra, en ese momento, y luego acepto una indemnización irrisoria por éste, validando así el despojo.Y luego ocurrió la Revolución Rusa en 1917, que convirtió a Colombia, desde el principio, en un lugar de disputa entre USA y la Unión Soviética, y que se agravó al final de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y el oso ruso, llamado por los chinos, socialimperialismo soviético, cuando miembros del Partido Comunista y, después, los partidarios de la Revolución Cubana, esa sí un satélite que dependía en todo de la URSS, decidieron armar las llamadas guerras de liberación en América Latina, cuya consecuencia en Colombia fue la creación de las Farc y el Eln, que junto con los prochinos del Epl y los mamerto populistas del M-19 trajeron la guerra a una Colombia que salía de la Violencia liberal–conservadora, y que luego del fin del imperio soviético sobrevivieron y anegaron de sangre a Colombia al volverse narcotraficantes, herederos de las peores mafias colombianas, tratando de conquistar al país para sus intereses, intentando convertirlo en un estado fallido dominado por señores de la guerra narcotraficantes.Le puede interesar: Peor que en las peores pesadillasAfortunadamente, en el escenario de la Guerra Fría, quedamos en el bando que lideraba la democracia. Y fue, entre otros factores, gracias a USA que lo hicimos. La democracia, decía Churchill es el menos malo de los sistemas políticos porque existen controles, comenzando por el voto plural, que le pone límites a los malos gobernantes. Comparemos el estado democrático con la propia Rusia, con China, Cuba y Venezuela. De manera que hoy luchamos por la Segunda independencia, sí, pero no la del imperialismo norteamericano, sino la de los herederos del socialimperialismo soviético, en su fase terminal de narcotraficantes. Y es una independencia que hay que ganar sí o sí. De esa victoria depende nuestro futuro.
Cuando hay tensiones y asuntos por resolver, suele decirse que el ambiente está pesado. Lo singular, sin embargo, es que entre nosotros se volvió costumbre, no solo en la expresión cotidiana que tiene que ver con las desavenencias y una dificultad vernácula para resolverlas desde la palabra, sino además por el problema para respirar que nos impone un aire que ayudamos a contaminar todos, pero que no todos parecemos dispuestos a aportar para recuperar. La también: Falta convicciónLa verdad es que se volvió tema recurrente desde distintos escenarios, y como casi todo lo nuestro, ha servido para atacar, más que posiciones a personas y más que medidas o políticas para enarbolar ideologías; pero también se ha usado para tergiversar informes, balances y acciones. Es decir, seguimos enrareciendo el ambiente, por cuenta de la mala calidad del aire, que es cierto, no es cuestión de una administración, pero tampoco es tiempo de quedarse engarzados en el tiempo para dilatar acciones y decisiones que se deben tomar en el presente. Como la delincuencia, los problemas estructurales no conocen de jurisdicciones ni períodos.Como tampoco tienen en cuenta estratos sociales, gustos personales, ni edades. Esta semana de emergencia ambiental se escucharon varias voces que reclamaban que se mantuvieran en el tiempo, desde distintos sectores se ha pedido una intensificación a la restricción de pico y placa, otros hablan de impuestos directos por contaminación con los vehículos, mantener la medida para todas las motos, etc. Eso sin ahondar en las infortunadas declaraciones del secretario de Medio Ambiente de Medellín, que hasta el momento (que sepa) no ha merecido ni siquiera una disculpa o un llamado de atención de su jefe.Se duelen las mamás porque sus hijos no pueden saltar al lazo o correr en las clases de educación física. La pesadez del aire les resulta francamente más perjudicial que el sedentarismo. Se quejan muchos porque se afectan sus actividades cotidianas y se advierte que aunque el nuestro sea el mejor sistema de transporte público del país, no es suficiente ni tan eficiente como para desestimular en serio el uso del transporte particular. Y es cierto también que ha aumentado el uso de transportes alternativos como la bicicleta, a pesar de la afectación real sobre la salud por el aire que respiramos pedaleando.Dicen los expertos que entre nosotros la prevalencia de la obesidad infantil aumenta en un promedio de 25% por quinquenio y que, además de los hábitos de alimentación tiene que ver con la falta de ejercicio, el mismo que les hemos tenido que restringir por el ambiente pesado. Sin duda, uno de esos daños colaterales de una situación que amerita más argumentos desde la academia y propuestas más audaces desde las autoridades y la ciudadanía.Es que no basta con calificar y quejarnos. Cada uno de nosotros puede aportar desde acciones concretas, cotidianas y algunas veces sencillas. Pero también es verdad que serían más efectivas si se articulan con políticas públicas y acciones oficiales que superen los momentos de contingencia y los afanes mediáticos. Hoy, por ejemplo, parece un exabrupto seguir utilizando el ACPM como combustible y parece poco el estímulo a la conversión de vehículos a gas, el fomento al uso de carros eléctricos o híbridos, que siguen siendo muy costosos.Tampoco se entiende, por ejemplo, porque en una vía como la calle 33 deban permanecer varias rutas de Laureles, Belén y Circular, con buses muchas veces obsoletos, y para integrarse con el Metro haya que dar una vuelta e ir a la Línea B, estando más cercana la Línea A en Exposiciones y hasta el Metroplús en la calle 30. No solo no existe una ruta integrada por allí sino que tampoco se ha podido completar una ciclorruta por la 76, que se vería potenciada con las mejoras que se han hecho al sistema de En Cicla; ni qué hablar del eje de la 33 que parece destinado a las empresas de buses, sin importar qué tan eficientes sean.Lo invitamos a leer: Día mundial de la bicicletaEl ambiente está pesado y seguramente será tema de campaña y objeto de promesas. Como las que se hicieron en el pasado en número de kilómetros de ciclorrutas que luego se vieron mermados en el plan de desarrollo y más aún en la realidad. Superarlo, demanda medidas en distintas direcciones que tienen que ver no solo con la movilidad sino con las industrias, el comercio y nuestra manera de ocupar la ciudad. Un buen ejercicio para enderezar el camino, además de escuchar a la academia, sería aplicar el POT vigente y hacer un pacto colectivo por la humildad.