El universo del tango

Autor: José Hilario López
29 noviembre de 2017 - 12:07 AM

Los motivos del tango son inagotables, pero se pueden destacar los barrios, el amor, el sentimiento arrabalero, el pasado y la ciudad

El ingeniero y profesor Asdrúbal Valencia ha estado empeñado en la colosal tarea de compilar su conocimiento e investigaciones sobre el tango, de la cual ya va por catorce volúmenes publicados bajo el título El universo del tango. Una obra que nos ilustra sobre los orígenes del tango, su arraigo principalmente en las ciudades de Buenos Aires, Montevideo y Medellín y sus vínculos con la literatura y la cultura popular. Como aficionado a esta música bien nombrada ciudadana y amigo, quiero manifestar mi admiración al empeño intelectual de Asdrúbal, quien además de tanguero es un gran historiador de la ciencia y de la ingeniería, como lo testimonian, entre otros, sus libros La Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia-Origen y evolución histórica, donde transcurrió casi toda su vida profesional como docente y decano, y Francisco José de Caldas-Padre de la ingeniería colombiana, publicado como homenaje a nuestro primer sabio nacional en el bicentenario de la independencia de Colombia, amén de varias publicaciones en revistas universitarias.

Pero volvamos a tango y sus orígenes en la fusión del flamenco, la habanera, el folclor de los payadores pampeanos y el candombe negro, lograda mediante el aporte de inmigrantes en su mayoría italianos a principios del Siglo XX a la ciudad de Buenos Aires. Música y letras donde los recién llegados expresaban la nostalgia por su lejana patria, mezclada con la esperanza de una nueva vida en esa promisoria tierra que se les aparecía en el país austral. El fenómeno del tango en Medellín se podría explicar por estados sicológicos similares entre los desarraigados de principios del siglo en la ciudad porteña y los campesinos que empezaban a llegar a la Medellín de los años 40 del siglo pasado: hombres solos que se acomodaban a vivir de cualquier manera en el bonaerense Barrio de La Boca o en nuestro Guayaquil, para luego asentarse en los denominados barrios orilleros de las afueras de Buenos Aires o en los barrios obreros de Manrique, Aranjuez y la “Quebrada (Santa Elena) Arriba” de nuestra ciudad; asentamientos desde donde el tango se expandió se expandió por todos los cuatro costados (“desde el sórdido barrial, buscando el centro”)

El personaje central del tango fue el “compadrito” cantado por Evaristo Carriago y el “guapo” de Manuel Mejía de su novela “Aire de tango”, donde nuestro tanguero paisa retrata el bohemio barrio de Guayaquil del Medellín de los años 50. Según Borges, “Carriego creía tener una obligación con su barrio pobre: obligación que el estilo bellaco de la fecha traducía en rencor, pero que él sentiría como una fuerza. Ser pobre implica una más inmediata posesión de la realidad, un atropellar el primer gusto áspero de las cosas: conocimiento que parece faltar a los ricos, como si todo les llegara filtrado. Tan adeudado se creyó (Evaristo Carriego) a su ambiente, que en dos distintas ocasiones de su obra se disculpa de escribirle versos a una mujer, como si la consideración del pobrerío amargo de la vecindad fuera el único empleo lícito de su destino..."

Lea también: El primer espectador de nuestros barrios pobres

Para Borges el mejor poema de Carriego es “Has vuelto” que inspiró a Homero Manci y a su hijo Ancho para componer el tango “El último organito”, así como a José González Castillo y a su hijo Cátulo Castillo en el tango “Organito de la tarde” (Laura Cecilia Bedoya, Periódico El Mundo-Palabra y Obra, 29/10/17).

Los motivos del tango son inagotables, pero se pueden destacar los barrios, el amor, el sentimiento arrabalero, el pasado y la ciudad. Las letras que acompañan la música por su esencia y estructura podrían editarse como un volumen de poemas, y sus autores bien merecen un lugar destacado junto a sus pares líricos, trágicos y épicos. Entre estos poetas, además de Carriego, vale la pena mencionar los autores de las letras de los hermosos tangos “Sur” ("Y un perfume de yuyos y de alfalfa, que me llena de nuevo el corazón") y “Barrio de tango” , ambos de Homero Manzi; “Garúa” ("Si hasta el cielo se ha puesto a llorar”) de Enrique Cadícamo;  “La última curda”, el tango de los años 50 que, según Piazzola, debería ser el último escalón de la música argentina y “Desencuentro”, ambos de Cátulo Castillo, composiciones todas ellas inmortalizadas por Aníbal Troilo y su orquesta, sin olvidar al gran poeta Enrique Santos Discépolo, con sus tangos “Cambalache” cantado por Julio Sossa, “El Choclo”, Yira Yira, Caminito y tantos más sembrados en nuestra memoria por Gardel, ni mucho menos el emblemática canto “La Cumparsita del uruguayo Gerardo Matos Rodríguez.

Según Ricardo Ostuni (citado por Asdrúbal en el Tomo 10 del Universo del Tango),.. “antes de ser música, danza o canción, el tango es un modo de sentir la vida, de contar los sueños, expresar fracasos, de interpretar el drama existencial que nació con el primer vagido del primer hombre”… Para muchos, toda una filosofía de vida.

P:D. Alíviate pronto querido José Jairo Alarcón, para el homenaje que en el Bar Homero Manzi le estamos preparando a tu compadre Asdrúbal.

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