El cuarto episodio del reality estuvo a cargo de los invitados presidenciales cuya presencia es simbólica para destacar su contribución y aporte al país
Una obra fríamente calculada en distintos actos que comenzó con la bancada republicana entre gritos de “cuatro años más” y aplausos a la entrada del recinto donde semanas atrás se había iniciado el juicio de remoción. Acto seguido como es costumbre, el presidente entrega copia del discurso al vicepresidente y a la líder de la Cámara, las figuras en la línea de sucesión. El desaire que debe interpretarse como una descortesía sin precedentes dejando a la anfitriona con la mano extendida, ratificó los desencuentros y animosidad existente entre ambos personajes.
El segundo acto dio inicio al lanzamiento de su reelección pintando el estado de la economía de color rosado. Ciertamente, las cifras han venido siendo positivas en varios sectores. No obstante, como lo han destacado distintos analistas, no todo es producto de las medidas adoptadas por la actual administración y hay aspectos que nublan las perspectivas de crecimiento: un endeudamiento insostenible, un PIB lánguido, un aumento de los salarios decepcionante y un sector manufacturero que no suma empleos.
El tercer acto fue una compilación de mentiras que por la euforia de sus áulicos enmascaró la realidad. Falso que se respetaran las preexistencias de los pacientes. Falso que el precio de las medicinas haya bajado tanto para genéricos como las patentadas por primera vez en 51 años. Falso que los precios de los seguros sean un 60 por ciento más baratos cuando la realidad es que se están ofreciendo planes con menores cubrimientos que no cubren preexistencias. Falso que como consecuencia del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá los Estados Unidos hayan perdido uno de cuatro empleos fabriles. La automatización y el ingreso de China a la OMC han contribuido de manera significativa. Habría que dedicar un espacio mayor para ampliar tantos embustes. Ver análisis del Washington Post (https://wapo.st/2w3xo2H).
El cuarto episodio del reality estuvo a cargo de los invitados presidenciales cuya presencia es simbólica para destacar su contribución y aporte al país. Sin embargo, otorgarle la Medalla de la Libertad al siniestro Rush Limbaugh el más extremo de los personajes de radio de la extrema derecha con una historia de racismo y homofobia en plena alocución no tiene precedentes. Ese honor no se le otorga los amigotes del presidente.
La presencia de Juan Guaidó en el hemiciclo hay que mirarla como un gesto que responde a la incapacidad de la administración para sacar a Maduro y como una apuesta electorera de manera que el partido republicano y el presidente tengan el respaldo de la comunidad latina de la Florida. Ese sí es el verdadero quid pro quo en el que Trump jamás dará algo a cambio de nada.
Reconocer a un centenario sobreviviente de la Segunda Guerra de origen afroamericano, a un agente asignado a la frontera con raíces hispanas y llevar a una niña negra para que recibiera una beca en una escuela financiada por el estado tiene una simbología muy particular: buscar el apoyo de las comunidades minoritarias que en 2016 no apoyaron su elección. Lo anterior, a pesar de dedicar buena parte de la noche a atacar a los inmigrantes indocumentados, acusándolos falazmente de ser responsables de la inseguridad en las ciudades santuario y de cerrarle la puerta a la inmigración.
“Esta nación es nuestro lienzo y este país nuestra obra maestra” frase que sirvió de escena final del discurso. Habrá que ver si los norteamericanos estén de acuerdo si ese trabajo es la pieza maestra o el desastre moral de estos anos de gobierno. Lo que todo el mundo vio luego fue un acto de irreverencia venido de una mujer que había enfrentado todos los embates sin haber perdido la estatura y decoro. Lamentable que la cuna de la democracia haya llegado a un punto de no retorno del respeto por las diferencias.