El enemigo de la Constitución

Autor: Alejandro Cortés Arbeláez
15 febrero de 2018 - 12:07 AM

Ordóñez está buscando votos apelando a una estrategia discursiva al mejor estilo de Donald Trump, por lo que este tipo de salidas pueden leerse como actos puramente oportunistas de una persona sin escrúpulos.

La semana pasada, Alejandro Ordóñez publicó un trino en contra de las congresistas del Partido Verde Claudia López y Angélica Lozano. El trino venía acompañado de fotos de las congresistas y de marchas del movimiento LGTBI, y decía lo siguiente: “Angélica Lozano, Claudia López y su séquito hacen politiquería diciendo a los niños que se acuesten con sus amigos y a las niñas que se enamoren de otras mujeres. Parece que los demás candidatos a la Presidencia están de acuerdo. ¡Yo no! Digo lo que pienso y hago lo que digo”. Poco después, cuando un periodista le preguntó por la manera en que percibía a Gustavo Petro y Sergio Fajardo, el candidato conservador respondió así: “Es la diferencia entre un ñero y un hippie”. Ordóñez remató su avalancha de ataques refiriéndose al columnista Ramiro Bejarano como un “comandante” que “lanza arengas en defensa de “Timochenko” y su grupo de violadores de niñas”.

Ordóñez está buscando votos apelando a una estrategia discursiva al mejor estilo de Donald Trump, por lo que este tipo de salidas pueden leerse como actos puramente oportunistas de una persona sin escrúpulos. Pero la cosa no es tan simple. Alejandro Ordóñez no es solamente un oportunista sin escrúpulos que está cazando votos, sino una persona cuyas convicciones genuinas representan una seria amenaza contra la democracia liberal, el Estado social de derecho y los avances en materia de protección de derechos que ha vivido Colombia después de la expedición de la Constitución de 1991.

Toda su trayectoria personal y pública demuestra lo anterior. En 1978, cuando era apenas un joven abogado, Ordóñez participó en una quema de libros que consideraba corruptores de las mentes de los jóvenes, entre los cuales se encontraban textos de García Márquez, Rousseau y Marx. No se trató de un pecado de juventud, pues en una entrevista del año pasado afirmó que volvería a quemar libros, en cuanto se trataba de “un acto pedagógico”.

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Por otra parte, su gestión al frente de la Procuraduría General de la Nación es prueba que es una persona a la cual le importan más sus convicciones e intereses personales que sus deberes constitucionales como funcionario del Estado colombiano, algo que resulta inaceptable entre quienes pretenden desempeñarse como servidores públicos. Como Procurador, Ordóñez mostró sesgos políticos evidentes que incidieron sobre sus decisiones (Hernando Gómez Buendía, “La Procuraduría de Alejandro Ordoñez: idea equivocada en manos equivocadas”). Además, utilizó a una institución que tiene a la protección de los derechos humanos como una de sus funciones principales para, paradójicamente, intentar limitar los derechos de aquellas personas que no cabían en su modelo ideal de sociedad y Estado.

La gota que rebosó la copa fue el nombramiento en cargos de libre nombramiento y remoción de la Procuraduría de familiares de magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que fue la institución que lo postuló ante el Senado para su reelección. Esto no es una opinión, es un hecho comprobado y es la razón por la cual el Consejo de Estado declaró la nulidad de su reelección (José Gregorio Hernández, “El fallo del Consejo de Estado contra Ordóñez: razones y consecuencias”).  

No me cabe duda de que a todas estas actuaciones subyace una buena dosis de oportunismo. Sin embargo, hay algo más complejo detrás de las mismas. Hans Kelsen, tal vez el más grande filósofo del derecho del siglo XX, argumentaba en tono crítico que “en la doctrina del derecho natural, el derecho positivo, creado por los hombres, se contrapone y se subordina a un derecho que no es creado por los hombres, sino que proviene de una instancia suprahumana y cuya función consiste en explicar y sobre todo justificar a aquél”.

Además: La necesaria verdad

Alejandro Ordóñez es ejemplo de lo anterior. Para él, su visión iusnaturalista conservadora del mundo parece ser una verdad absoluta que no puede ser cuestionada y que debe ser impuesta sobre quienes no la comparten. No importa si para ello es necesario insultar a sus contradictores, irrespetar el derecho colombiano y pasar por encima de las instituciones, pues en primer lugar va su concepción del derecho natural y de la “buena” sociedad.

Es por esto que Ordóñez es el verdadero enemigo de la Constitución, que a pesar de sus defectos ha contribuido a que la Colombia de hoy sea mejor de lo que era hace 27 años. Y es por lo mismo que así tenga pocas posibilidades de ganar, su sola candidatura resulta preocupante.

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Comentarios:

orlando
orlando
2018-02-15 22:16:52
Los actos grotescos y ruines de este oscuro y siniestro personaje rallan con delitos estipulados en nuestro código penal.
augusto
augusto
2018-02-15 06:43:57
Suponiendo que la Constitución es perfecta, los que la violan son los enemigos, unos mas que otros, no solo ese personaje, los hay por montones.

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