Desempolvar el TLC con EEUU

Autor: Jorge Alberto Velásquez Peláez
23 enero de 2020 - 12:02 AM

Observando el destino de nuestras exportaciones, quiero hacer una respetuosa sugerencia a gobierno y empresarios: desempolven el TLC, y utilícenlo para lo que fue creado, o sea, para vender

Medellín

Me anticipo a la noticia que en los próximos días comunicará al país, con emoción patriótica y sobrada razón, el ministerio de comercio: buen crecimiento de las exportaciones colombianas hacia los EEUU. Y esa noticia es más importante aún, si consideramos tres aspectos que la hicieron posible: uno, el porcentaje de aumento del 12%; dos, que ninguno de los renglones más tradicionales influyeron en ese comportamiento; y tres, que algunos empresarios por fin salieron de su estado de hibernación en el cual permanecieron durante varios años, aunque lamentablemente la mayor parte de los exportadores todavía duerme. Veamos un resumen de lo que ocurrió, como preámbulo de una propuesta que haremos luego, la cual motiva el título de este artículo. En 2019 Colombia les vendió a los estadounidenses 14.770 millones de dólares, para el incremento ya mencionado, logrando interrumpir así la prolongada tendencia a la disminución que se inició el año 2012, precisamente cuando entró en vigencia el TLC; no alcanza este buen resultado para que el presidente Trump nos declare una “guerra comercial”, pero sin duda es un ingrediente para la esperanza, reconociendo, eso sí, que lamentablemente aún estamos 6% por debajo de las exportaciones que logramos diez años atrás. Pero algo es algo. Colombia sigue siendo el segundo exportador suramericano hacia el mercado estadounidense, superada por Brasil, aunque ha venido perdiendo terreno como proveedor de la región pues tanto brasileños como chilenos aumentaron notablemente sus ventas hacia los EEUU en la última década, 30% y 40%, respectivamente.

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Curiosamente, las ventas de los más importantes renglones no aumentaron, pero tampoco disminuyeron: petróleo y carbón, café, oro, confecciones, esmeraldas, artículos metálicos, alimentos, y frutas, entre muchos otros de menor importancia en volumen, permanecieron el año anterior con las mismas cifras de ventas del 2018, pero como se dice popularmente, por lo menos no estorbaron, dándole paso para el crecimiento general a otros renglones tales como: químicos, papel, puertas y ventanas de aluminio, maquinaria y equipos, sulfuros, confitería, azúcar, ropa de cama, cereales, y artículos de caucho. Entre los más representativos e importantes de nuestra canasta exportadora el sector floricultor fue el único de contribución positiva para el aumento de nuestras exportaciones hacia los Estados Unidos.

Sin considerar petróleo, carbón y oro, es Miami el principal destino de las exportaciones colombianas, y, por cierto, el más diversificado, pues hacia allí despachamos la mayor parte de nuestras manufacturas y productos con valor agregado, como no ocurre con nuestros otros importantes destinos en cuanto a valor, Nueva York, Los Ángeles, Filadelfia y San Francisco. Y precisamente, observando el destino de nuestras exportaciones, quiero hacer una respetuosa sugerencia a gobierno y empresarios: desempolven el TLC, y utilícenlo para lo que fue creado, o sea, para vender. Si por ejemplo un indígena ecuatoriano quiere abrir mercado en Colombia para sus cobijas de lana, yo le recomendaría los mercados de Ipiales o de Tunja, antes que el mercado de Barranquilla o el de Honda, aunque es posible que los que yo recomiende estén ya invadidos por la competencia por ser mejores mercados. Pero finalmente se trata de investigar un poco y actuar de acuerdo con las posibilidades reales y las lógicas comerciales.

Pues bien, los EE.UU. tienen 52 estados, y cada uno de ellos viene a representar de cierta manera un TLC para nuestro país. No es el mercado estadounidense el que nos ofrece posibilidades de negocios, es quizás California, o allí, tal vez San Diego, al cual, no obstante su enorme importancia económica y comercial apenas le vendemos 3,9 millones de dólares, o quizás nuestro mercado se encuentra en Minneapolis, donde hoy vendemos 20 millones de dólares. Debemos ser respetuosos con los empresarios que aun duermen, y no molestarlos, pero los que despertaron el año anterior, y los nuevos que puedan llegar, y Procolombia, que de una vez por todas debe hacer algo nuevo y diferente que impacte a las exportaciones, deberían determinar las posibilidades reales de exportación que tienen nuestros productos según cada estado de los EEUU, como resultado de una ofensiva de inteligencia comercial que nunca se ha intentado. ¿Saben, por ejemplo, nuestros empresarios, que Anchorage importa al año 19.000 millones de dólares? ¿Saben qué productos llegan a Alaska, y entre ellos, cuáles podrían ser competitivos si se exportaran desde Colombia? Para matar la aburrición de estar en esa apartada región, los esquimales compran al año 51 millones de dólares en juegos y juguetes; ¿tenemos oferta exportable en ese sector? Chicago compra en el exterior más de 203.000 millones de dólares, cinco veces las exportaciones totales colombianas, y Nueva York, donde vendemos oro y café, importa anualmente 249.000 millones de dólares. Se podrían divertir nuestros empresarios mezclando Jazz e investigación de mercados en New Orleans, destino de 133.000 millones de dólares de productos extranjeros.

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Finalmente quiero llamar la atención sobre una curiosidad comercial que he encontrado al analizar tantas cifras. Cuando entró en vigor el TLC bilateral, EEUU exportaba a Colombia más de 14.000 millones de dólares, pagando aranceles, y tres años después había incrementado ese valor, gracias a la eliminación de los impuestos, a 20.000 millones; sin embargo, desde el año 2016 y hasta hoy, sus exportaciones hacia Colombia regresaron a los niveles de una década atrás. Una sola conclusión es permitida después de observar lo que ha sido este tratado de libre comercio: una herramienta comercial que no ha logrado ningún impacto en las relaciones comerciales de los dos países.

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