Consenso traslapado y política internacional

Autor: Alfonso Monsalve Solórzano
29 enero de 2017 - 12:00 AM

La semana anterior propuse un consenso traslapado que salve la democracia colombiana. En lo programático, tal consenso se tejería también en la política internacional.  

La semana anterior propuse un consenso traslapado que salve la democracia colombiana. En lo programático, tal consenso se tejería también en la política internacional. Si el problema principal de Colombia es el golpe de estado en marcha, las relaciones internacionales habrían de orientarse a evitar que éste se consolide y a recuperar el estado de derecho. Aquí, el problema del narcotráfico se vuelve central, pues no solo ha sido el combustible que alimenta al terrorismo, sino que, gracias al acuerdo de La Habana, su “erradicación” será conjunta con las Farc (y más adelante, con el Eln), de manera voluntaria y con subsidios a los cultivadores. Poner a las Farc (y al Eln) a terminar con los cultivos es poner al ratón a cuidar el queso; entregarles la relación con los campesinos en el tema del narcotráfico, es darle una base social gigantesca que usará en sus planes de la toma hegemónica del poder, que no pasa precisamente por terminar con esos cultivos.

La política de erradicación debe ser monopolio del Estado y ha de tener un fuerte componente internacional. El crecimiento exponencial de los narcocultivos y la producción de cocaína, están convirtiendo a Colombia en un estado fallido, pero también es un problema de seguridad nacional para muchos países, especialmente para los Estados Unidos.

Santos piensa que su retórica de que Colombia es el principal aliado de Estados Unidos se la creen allá. La realidad es que el presidente, desde que llegó al poder, les dio la espalda -con el beneplácito de Obama- y se la jugó por Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua (en este caso, hasta traicionando al país respecto a nuestras aguas del Caribe) para congratularse con las Farc.

La llegada de Trump producirá efectos todavía por determinar, pero previsiblemente negativos en campos como el comercio y consecuencias graves en cuanto a nuestros inmigrantes ilegales en ese país, que Colombia deberá enfrentar con inteligencia y dignidad. Pero los asesores de Trump ya anunciaron que revisarán el Acuerdo, y con seguridad, encontrarán que la cuestión del narcotráfico sale fortalecida en él. En consecuencia, se condicionará cualquier posible ayuda a resultados verificables en erradicación y se presionará al gobierno y a las Farc para que lo hagan. Y, probablemente vincularán el narcotráfico con el terrorismo islámico y su vínculo con el gobierno venezolano (señalado por el coronel Marulanda), por lo que la calificación de terrorista a esa guerrilla (y al Eln) no sólo no se eliminará, sino que se arreciará su persecución, con peticiones de extradición incluidas, y puede ocurrir, que, si se mantiene alguna ayuda, sea orientada a la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, que son términos equivalentes para Usa.

 Sería imprescindible revaluar las relaciones con la dictadura venezolana, opresora de su pueblo, hoy al borde del colapso, aliada estratégica de las Farc en el narcotráfico y su principal soporte internacional en la negociación con Santos. Nuestro mandatario, a su vez, ha respaldado abiertamente el mantenimiento de ese régimen, ha ignorado los legítimos reclamos de la oposición y ocultado el hecho de que se trata de una tiranía. Por lo tanto, habría que apoyar a la coalición opositora en su esfuerzo por llevar a la democracia de nuevo a Venezuela, y por supuesto, habría que terminar con la presencia venezolana en la negociación como país acompañante y como país verificador de los acuerdos.

Se trata de romper el cerco fronterizo por parte de aliados de las Farc, y en ese sentido, revaluar las relaciones con Ecuador, haciendo menos permeable la frontera al narcotráfico y al apoyo de las guerrillas, y cambiando de sitio, para un país neutral, las posibles negociaciones con el Eln. Pero también, consolidar la alianza con Perú y Panamá. Igualmente habría que reforzar las alianzas con los países democráticos como Argentina y gobiernos como el brasileño y tener una relación cordial con Chile.

Faltan otros elementos, pero por razones de espacio, no puedo abordarlos hoy. Una última anotación, por ahora: la diplomacia se hace desde el poder, pero también desde la oposición. Ya me referiré a ese tema.

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