Cacerocracia

Autor: Álvaro González Uribe
30 noviembre de 2019 - 12:04 AM

Hoy la democracia es cotidiana y más directa, sin intermediarios, en especial con las redes sociales y la apropiación de la calle como tribuna

Medellín

Saber leer a los ciudadanos es una cualidad y a la vez deber de los gobernantes: saber escuchar su clamor, descifrar sus sonidos, interpretar sus expresiones, comunicar de forma pertinente y eficaz, comprender cada momento histórico, virar según las lecturas y nuevas comprensiones.

Saber ser flexible sin ser gelatina y menos mermelada o humo.

Ser flexible conservando la estructura es esencial para solucionar las problemáticas sociales. Ello no implica ser flexible en la ideología y mucho menos en los principios y valores, aunque sí morigerar parte de las ideas propias y acoger parte de las contrarias.

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Quizás frente al voto programático y la planeación suene a herejía afirmar que cuando las circunstancias cambien o cuando se lean como debe ser (o cuando se descubran, que nunca es tarde) durante el transcurso de un gobierno se deben modificar programas, políticas y planes de desarrollo basados en las propuestas de gobierno por las que votaron los ciudadanos.

Sin embargo, no es eso: Primero, porque cuando los ciudadanos votan por un candidato infortunadamente no siempre conocen sus programas y, segundo, porque los programas de los candidatos no siempre están acordes con las realidades, al igual que también infortunadamente sus planes de desarrollo no siempre coinciden con los programas que propusieron a los votantes.

Pero no es tanto así y es más: A veces salen a flote problemas que se han venido incubando por años, problemas que estallan porque el tiempo los acrecienta y se agota la capacidad de aguante o porque hay actos de gobierno o gobiernos que aguijonean las bombas de tiempo, que estimulan las explosiones sociales.

En cuanto al conocimiento del oficio hay una condición ineludible: estar conectado con los ciudadanos.

Es común que durante las campañas los candidatos se “unten de pueblo”, que le den la mano a todo el mundo, que coman los platos típicos de cada región, que hagan todo tipo de malabares para hacerse pueblo, que visiten la casa de doña Gumersinda, que se disfracen de lugareños, que carguen a los niños, que se bañen en los ríos y que se embarren los zapatos, así a veces la embarren dando coscorrones.

Marcha en Medellín

Sin embargo, son puestas en escena, casi todos episodios arreglados, medidos, contados, bien cuidados y potenciados por los comités de comunicaciones de sus campañas. Son dramatizados con photoshop, jamás propicios para conocer los dramas reales del pueblo.

Y luego, cuando son elegidos y se convierten en gobernantes, se aíslan en una burbuja mucho más densa cuyo cristal opaco les distorsiona el país. Funcionarios, guardaespaldas, aduladores, en fin. Así viajen por todo el mapa no se percatan de las realidades reales. Ese es el primer gran error que les impide conectase con el pueblo.

Pero no es solo el desconocimiento o la burbuja del príncipe. ¿Qué más hace inflexible a un gobernante? Varias circunstancias y hechos: La soberbia, la ineptitud en el oficio, estar hipotecado a intereses ajenos o ser prisionero de ideologías o partidos.

Además de esa desconexión, hoy en día en el mundo hay que tener en cuenta una evolución trascendental: El concepto de democracia ha cambiado sin necesidad de reformas legales. Hoy la democracia es cotidiana y más directa, sin intermediarios, en especial con las redes sociales y la apropiación de la calle como tribuna. La democracia no son solo unas elecciones periódicas. Hoy es más la democracia material y menos la formal. Aunque necesita reglas, la democracia no son las reglas. Es la democracia sentida y no la impuesta.

No quiero parecer crudo, pero algunos creen que de esa "chusma" incómoda llamada democracia se sale con unas elecciones periódicas. No, hoy la democracia es un derecho que sale de las entrañas, es del día a día y es una sola pero con cientos de brazos como lo son la protesta pacífica y la libre expresión, entre otros. Y no se puede amputar la democracia ni tampoco creerla intermitente.

Las marchas, los paros, los cacerolazos que vive Colombia se han querido deslegitimar aduciendo que las causas son muchas. Claro que son muchas, ¿y es que eso deslegitima la protesta? ¿No es al contrario? Ojalá fuera una sola causa. Claro que son muchas causas y, además, acumuladas de este y de más gobiernos, de la dirigencia y hasta de los ciudadanos que no elegimos bien. Son muchas causas que el gobierno de turno debe afrontar y jamás empeorar.

Los vándalos, los asaltantes y quienes atentan contra los policías tampoco pueden ser excusa para deslegitimar las marchas y los cacerolazos. Sin confusiones

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Que sea el cloc-cloc de las cacerolas y no el tic-tac del avance de más muertes el reloj que despierte los oídos y abra los ojos. No más violencia: sensatez, humildad y empatía: escuchar, entender, consensuar y concretar.

 

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