Antioquia en la mira

Autor: Eufrasio Guzmán Mesa
20 abril de 2017 - 12:07 AM

Me tiene molesto en particular la cantaleta contra Antioquia y los antioqueños

Antioquia, los antioqueños. Esto no es fruta fácil de asimilar y nos hemos hecho los antioqueños la autocrítica desde antes del siglo XIX; también la identidad regional y el imaginario cultural se han construido con mezcla de realidades y fantasías. Colombia es un país de regiones y de identidades; somos una pluralidad y una diversidad que no busca unidad sino concertación, convivencia en la diferencia. Y por supuesto que no le agrego al tema las grandes diferencias económicas y sociales que nos tienen en conflicto desde el siglo XVIII.

Me tiene molesto en particular la cantaleta contra Antioquia y los antioqueños. Se refugian y se curan en salud quienes no se miran en el espejo y de manera enfermiza proceden quienes moralizan y escarnecen a Antioquia y a los antioqueños y les endilgan todo lo que nos pertenece, es verdad, pero les pertenece también a ellos, nos pertenece a todos los colombianos. Aquí en Antioquia hemos sido capaces de mirarnos sin pudor, desde que somos conscientes de nosotros mismos y tenemos cierto grado de identidad, pero una cierta hipócrita mirada, casi siempre centralista, mira desde el hombro sin recordar que el centro de la hipocresía se irradia y se cura mirando los defectos en las regiones.

Nuestro nítido impulso a la innovación desde el desarrollo de la minería regional y el impulso a la industrialización y el desarrollo del comercio ha estado acompañado de un impulso a conservar deleznables tradiciones y somos responsables en parte de erigir un caudillo que se ha querido mover por encima de las leyes. Pero eso sería como endilgarle a otras regiones los papeles que han tenido Antonio Nariño, Santander o los Mosquera.

Es más fácil ver los defectos en los otros que reconocer que el epicentro del despotismo y la corruptela se ha generado siempre desde el poder central de estado colombiano. Hay miedo de mirarse en el espejo, aquí en Antioquia no nos da miedo hacerlo, esperamos que en la capital lo hagan, sin timidez. La nación está en un déficit de moralidad, pero eso no se afronta con moralismo e hipocresía. La moralidad es una estrategia humana para buscar el bien, el moralismo por el contrario es un fetichismo cultural que piensa que si silencio, ignoro o volteo la cabeza para no ver o impido hablar sobre lo truculento estoy siendo moralmente coherente. El moralismo es hipócrita pues quiere tapar el origen del mal en nuestra dolorida naturaleza humana; es además una suerte de cobardía muy comprensible pues mirar el mal de frente requiere titánica valentía y las naciones, los conglomerados humanos y los individuos concretos requieren valentía para mirar sus flaquezas. En el circuito de la intimidad cada individuo actúa con cobardía cuando esconde sus debilidades de carácter pasadas o presentes y no se mira de frente en el espejo de los desastres que ha propiciado, tolerado o realizado.

Madurar es doloroso porque supone superar la hipocresía que es debilidad del alma individual y colectiva. El moralismo no es una tontería del conservadurismo, es un obstáculo para mirarnos como sociedad en el espejo fragmentado de la historia. Y en ese espejo se deberán mirar, si quieren y si pueden, quienes con facilidad y ya lugar común miran en el otro la paja que es viga en el ojo de todos. Me va sonando a cantaleta auto inmune la diatriba contra Antioquia y los antioqueños y está gastado el tema ya, que lo inventamos nosotros.

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