Toma fuerza la idea de buscar alimentos alternativos, algunas veces a partir de la producción química y otras mediante el cambio de costumbres, o la recuperación de algunas ancestrales como el consumo de insectos. Así lo dejaron entender varios de los expertos que participan en el Congreso Nacional de Entomología en Medellín, quienes recordaron por ejemplo, que las más antiguas civilizaciones en Asia, África y América comían insectos pero la cultura europea eliminó esa práctica. Por eso, la producción de alimentos mediante procesos de agricultura sigue siendo una necesidad entre nosotros, aunque no lo valoramos como deberíamos.

Varios académicos llaman la atención sobre la necesidad de modificar las costumbres de consumo, recuperando especies de insectos para la alimentación en beneficio del presente y del futuro; pero también la obligación de volver la mirada al campo para fortalecer modos de producción, más eficientes, equilibrados y sostenibles. No es un asunto menor: la propia FAO destaca que el consumo de insectos puede aportar en la reducción de gases de efecto invernadero, pues son menores que las que produce, por ejemplo, la ganadería; y son cultivos que demandan menos recursos de suelo y agua que los alimentos sembrados.

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Pero el mundo se va agrupando cada vez más en ciudades y áreas metropolitanas, y quedarse en el campo a producir comida parece ser un castigo o la evidencia de falta de aspiraciones. Una sociedad que sigue asociando la noción de progreso al dinero y que confunde la comodidad con el consumo, reafirma la idea de que las ciudades son lo moderno y el campo lo vetusto. La paradoja es que cuanto más pobladas las ciudades más alimentos requieren.

La Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria, Agrosavia, encendió las alarmas esta semana. De acuerdo con sus datos, hay 22 productos tradicionales, entre frutas y tubérculos que van camino a desaparecer, se han ido perdiendo.  Y la razón es simple, como su comercialización es difícil, los campesinos los han dejado de sembrar. Un ejemplo claro son algunas variedades de papa que en poco tiempo podrían no encontrarse en los mercados. Por eso se adelantan procesos de recuperación de variedades con agricultores de ciertas zonas, en donde unas 800 especies nativas habrían sido reemplazadas por cultivos mejorados.

Una realidad que demanda acciones concertadas y de largo aliento. Políticas que consulten las condiciones en el terreno y que superen las decisiones de escritorio, muchas veces impulsadas por la presión de gremios, empresarios y otros intereses. Además es necesario que la academia aporte desde la investigación aplicada para el mejoramiento de prácticas, en algunos casos para la reconversión o los cambios de vocaciones y costumbres, y ojalá alentando políticas públicas que les garanticen a los campesinos mejores condiciones de vida, para que quedarse en las zonas rurales no represente un castigo ni una renuncia.

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Quienes habitamos las ciudades no podemos ser indiferentes frente a denuncias como las que hicieron los caficultores del occidente que no han podido sacar su producción por cuenta de las extorsiones. Ni hacer oídos sordos a la preocupación de los bananeros por las plagas o a la queja de los habitantes de municipios como Titiribí que viven aislados por los constantes derrumbes en la vía. No podemos seguir tan cómodos como si no pasara nada, mientras los agricultores lidian con los delincuentes, con el clima, con la falta de conectividad, las deficiencias de comercialización y toda suerte de problemas para llegar a los mercados a competir con alimentos que muchas veces se producen más baratos, con ayudas tecnológicas y en campos subsidiados.

Más que declaraciones veintejulieras los campesinos necesitan apoyos reales. Escenarios que les permitan mínimos de comodidad y calidad de vida, que quedarse en el campo sea una verdadera alternativa, que las universidades públicas les ofrezcan condiciones especiales de ingreso a carreras profesionales o tecnológicas en materia agropecuaria. Seguridad, servicios públicos de calidad, educación, acceso a la salud, espacios de recreación que incluso motiven a otros a dejar los centros urbanos contaminantes para habitar ordenadamente otros espacios. Que comer gusanos, sea una alternativa y no la manifestación de rebeldía infantil porque nadie nos quiera.

Comentarios:

Jairo Alberto
2019-07-19 06:41:50

para la muestra un boton cuanto lleva el metrocalbe de Palmitas en reparacion ,la tramitologia , la carrtera alterna al occidente en un pesimo estado y con la caida de un puente cerca de rio escondido , y apertura de una nueva via que esta en funcionamiento sin terminar las obras el occidente y muchas areas rurales sufren la decidia de la burocracia

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