Pareciera que a pocos les importa este atroz crimen continuado que está sucediendo día a día
Quienes tenemos cierto espíritu libertario (por decirlo de alguna manera) somos propensos inconscientemente, y sin tener nada que temer, a sentir una suerte de incomodidad ante la presencia directa de los miembros de la fuerza pública o, mejor, ante todo lo que implique fuerza en general. En el primer caso es un error que invito a corregir. Yo lo hice.
Hoy me referiré a nuestros -sí, nuestros- policías: Nos los están matando.
Por obvias razones, ser policía siempre ha sido una profesión de alto riesgo en cualquier parte del mundo, y más en países con conflictos armados y altos índices de delincuencia de diverso tipo como Colombia. Pero resulta que aquí los están asesinando sistemáticamente porque sí: uno por uno, dos por dos, tres por tres...
Los están matando como producto de un macabro plan ejecutado por el llamado Clan del Golfo, ejecutado por mafiosos en palabras más claras, como hace años lo hizo Pablo Escobar que pagaba uno por uno contra la prueba de la foto o la noticia de prensa.
Pero lo más grave: pareciera que a pocos les importa este atroz crimen continuado que está sucediendo día a día en ciudades, pueblos y campos de Colombia.
Yo he trabajado con policías y con miembros de toda la fuerza pública. Me consta su humanidad, inteligencia y amabilidad. Los policías son seres humanos como usted y como yo; tienen hijos y amores, madres y padres, van al baño como usted y como yo. Y, además, viven en condiciones económicas y sociales por lo general muy difíciles.
Sí. Los están matando en todas partes y como que a nadie le importa. A mí sí. Por eso los invito a tener una visión diferente de ellos y a una campaña para defenderlos aunque sea por las redes, en las conversaciones cotidianas y en la prensa quienes tenemos oportunidad de ser columnistas.
A veces vemos en las noticias excesos de algunos policías. A veces vemos que algunos toman el camino de la delincuencia. Sí, se corrompen como también se corrompen políticos, gobernantes, congresistas, funcionarios, abogados, médicos, ingenieros y ciudadanos de todas las ocupaciones.
Pero no solo los está matando el Clan del Golfo producto del “plan pistola”, sino que también son atacados en cuanta manifestación hay. Los matan, los injurian y los golpean ciudadanos que ni les importa que ese policía vapuleado tenga los mismos problemas de ellos y hasta más; que viva en las mismas condiciones que piden mejorar razonadamente con paros y marchas.
Lo vemos a diario en Venezuela y acá en Buenaventura. En el fragor de esas batallas callejeras descontroladas pasa de todo. Pero, ¿puede alguien decir que los policías que intentan contener a esas multitudes justamente enardecidas comparten las ideas de quienes los envían a hacer su trabajo? No. Creo que son muy pocos si es que los hay. Reciben órdenes, hacen su trabajo como los manifestantes ejercen su derecho a protestar. Pueblo contra pueblo como sucede en las guerras y en todos los conflictos largos y esporádicos.
El ciudadano que protesta no debe odiar a ese otro ciudadano como él, que se mete dentro de un traje de “RoboCop” del Esmad para cumplir las órdenes que recibe. A veces ese ciudadano se exaspera sí, se le va la mano, sí, pero observen y verán que muchos solo se defienden, y que se ofuscan porque son humanos como sus contendientes.
Ese rechazable aunque a veces entendible exceso, como también esas noticias que muestran policías delincuentes o corruptos nos llevan a tener esa mala imagen, pero no es justo porque son muy pocos.
Tampoco eso explica que casi nada sintamos cuando vemos como los mafiosos los están matando frente a nuestras narices o en descampados. No. Urge un rechazo social masivo a semejante crimen. Urge el apoyo ciudadano solidario para defenderlos. Urge que cambiemos la imagen falsa que tenemos de esos servidores públicos que arriesgan su vida por nosotros día a día y que también son ‘nosotros’. Urge que los tratemos mejor, que los veamos como conciudadanos, como amigos.
Urge mejorar sus condiciones de vida personal y de trabajo que no se compadecen con la peligrosa e indispensable labor que realizan para el bien de la sociedad.
Solidaridad selectiva