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Un distinguido grupo de estudiosos y amigos ha celebrado un certamen académico lleno de riquezas y enseñanzas: se ha recordado la figura y la obra de don Julián Marías (1914-2005) por iniciativa de varias universidades colombianas. Puede afirmarse sin vacilación, el continuador más importante de la obra de Ortega y Gasset fue don Julián Marías. En la gran tradición del pensamiento español del siglo XX se destacan nombres de altura universal: Marañón, Unamuno, Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, Pedro Laín Entralgo, García Morente. Cada uno de ellos, entre otros ilustres, ha regalado al mundo sus aportes. De modo especial debemos reconocer que Hispanoamérica debe a ellos mucho. Influye el hecho cierto de que el idioma y la tradición hispánica compiten, con solvencia, con peso propio y con lucidez, en el mundo filosófico. Algunos erróneamente habrán creído que las lenguas francesa, alemana o inglesa serían las del “pensamiento filosófico”. No es así.
Don Julián Marías fue discípulo de Ortega, y fue más allá de él. Además de una tenaz tarea de difusión y de producción editorial española de alto nivel, la originalidad de sus procesos de reflexión lo ubica como pensador de primer orden. Se destacan varios puntos en su obra, a continuación.
Calidad de página: la prosa de don Julián es precisa, económica, clara. El lector no especializado encuentra allí fluidez en las ideas, claridad, vocación de hacerse entender. Esto sucede tanto en los trabajos académicos como en centenares de columnas de prensa que ocuparían muchos volúmenes.
Autenticidad en el proceso de reflexión: Marías piensa en serio. Su preocupación y compromiso es con la verdad. Hace patente que es también tarea del filósofo y escritor la de respetar a sus lectores, anteponiendo el decoro y la veracidad como sello de distinción en sus escritos.
Afirmación del valor de la persona: el ser humano, un ser con instalación corporal, es un ser vectorial, lleno de potencialidades, abierto al futuro, “futurizo”. Pone en evidencia la importancia del carácter argumental y dramático que tiene la vida de todos, la cual consiste en irse elaborando un propio trayecto biográfico que tiene un norte, una meta. La antropología filosófica de Marías es una lúcida reafirmación del carácter intrínsecamente digno de toda vida humana, de toda persona, merecedora del aprecio, el respeto y la solidaridad. La vocación de libertad y responsabilidad es entendida de modo contundente por este pensador, cuyas raíces se nutren del vigor de la tradición filosófica occidental, proveniente de la gran triada de Sócrates, Platón y Aristóteles.
Aceptación de la trascendencia. Para Marías la apertura a la trascendencia se relaciona con el carácter ilusionado con que vivimos. Por ello siempre el panorama de la ilusión, la esperanza y la realización del amor en la existencia humana, no sólo son consideraciones académicas o teóricas. Son una constatación lógica, racional, coherente con la observación realista de la vida humana y la “razón vital”. Ello exige la puesta en marcha de un modo virtuoso de vivir y aceptar la potencialidad y la limitación del mismo ser humano. En uno de sus libros vienen estas precisas palabras sobre el carácter del hombre: “El carácter finito, limitado, insatisfactorio pero a la vez proyectivo, futurizo, ilusionado del hombre podría expresarse en seis palabras: ser persona es poder ser más.”