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@jotaclavijo
Júbilo y aplausos provocó en un sector amplio de sus electores la declaración de Federico Gutiérrez, alcalde electo de Medellín, en la que rechazó asistir a la mesa de conversaciones de La Habana, luego de que el máximo jefe de las Farc, Timoleón Jiménez, alias Timochenko, invitara a los alcaldes electos, congregados en la Asociación Colombiana de Alcaldes de Ciudades Capitales (Asocapitales), a “hablar e intercambiar sobre los temas de la paz y la reconciliación que nos comprometen a todos”(sic).
En sus declaraciones, publicadas por diferentes medios de comunicación, Federico Gutiérrez explicó que “yo en principio diría que no, que no asisto. Aquí tiene que haber un diálogo con la ciudadanía, sobre qué es lo que está pasando realmente con el proceso de paz. Llegó la hora de que las Farc, si realmente quieren la paz, dejen de imponer condiciones al pueblo colombiano”.
¿Cómo pretende el alcalde electo que exista “un diálogo con la ciudadanía” sobre el proceso de paz si él, como representante de más de dos millones de personas que habitan Medellín, se niega a asistir a la mesa de conversaciones?, ¿no es acaso la invitación de las Farc, justamente, una puerta para el diálogo con los representantes de la ciudadanía de las capitales?
Pero claro, como en Colombia cualquier cosa que mencione a las Farc huele mal y entre más alejado se esté de este olor mucho mejor, es más cómodo decirle que no al diálogo y manifestar, al mismo tiempo, que “como cualquier colombiano deseo la paz” y que “asumiré con responsabilidad lo que viene para el país” después de la firma de los acuerdos.
Será muy difícil para el alcalde electo conciliar esos deseos de paz que dice sentir, cuando mantiene una actitud que perpetúa odios y se distancia de la conversación... sí, incluso con aquellos que han liderado organizaciones ilegales guerrilleras que han cometido crímenes de lesa humanidad y actos terroristas.
Sentarse a dialogar con el otro no tiene nada que ver con estar de acuerdo, ni tampoco significa confiar en todo lo que el otro dice. Por el contrario, es la oportunidad para el reconocimiento de la diferencia, cuestionar con argumentos y resolver los interrogantes.
No es comprensible que el alcalde electo manifieste en su programa de gobierno que para la construcción de paz y de cara al denominado “posconflicto”, se necesita de “construcción de confianza social” y “reintegración comunitaria”, cuando justamente él demuestra con sus actos que no está en disposición de cumplir con ello. La paz con el otro no es posible si no considero a ese otro como un legítimo.
Y como si fuera poco, Federico Gutiérrez aseguró a un medio de comunicación que solo viajará a La Habana cuando se desmovilicen las Farc y entreguen sus armas. Por supuesto, ¿cómo no aparecer en las históricas fotos?
Nota de cierre: recientemente denuncié el caso de una estudiante en el exterior a la que el Icetex le aprobó un crédito que no ha desembolsado, pues después de tres meses la entidad se enteró que el Plan Nacional de Desarrollo no permitía préstamos para Títulos Propios. Ya le ofrecieron una respuesta oficial diciendo que “debemos dar estricto cumplimiento a esta (la ley del PND), por lo que no es procedente financiar” su programa. ¿Qué tan legal y legítimo es actuar en el marco de la legalidad a destiempo y vulnerando los derechos de los ciudadanos y de los consumidores financieros? Un abogado quizá lo pueda responder con mayor claridad. Para conocer este caso, puede buscar en este mismo medio la columna “No es ningún favor”, publicada el 5 de noviembre de 2015.