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Nuestra sociedad es conservadora y pacata por esa y muchas otras razones”, asegura sin dudarlo Félix Ángel, refiriéndose a la ausencia de relatos homosexuales en las letras locales y nacionales.
El autor, por el contrario, no tiene miedo a decir que hay relaciones del mismo sexo en sus letras, ese temor ya lo había superado en épocas pasadas, con otros libros, y ahora regresa enfatizando que “todo creador está por naturaleza de su oficio expuesto al escrutinio. Es parte de la personalidad de esa ‘bestia’”.
En el libro uno encuentra historias del común, de la ciudad, de hombres que se aman con otros hombres, ya que cree que hay seres que aún los escritores locales no se han detenido a apreciar, que no han llevado a sus obras: “Cada escritor busca encontrar ese tipo de personajes que nadie más ha encontrado y deambulan por ahí, a veces sin que nadie se dé cuenta, hasta que alguien los ‘agarra’. Yo creo que mis personajes son de ese tipo. En cuanto a las historias, todas están ya contadas. La única diferencia es la forma como uno la cuenta”.
Como en todos sus libros, Ángel acompaña gráficamente sus letras. Esta vez, la edición cuenta con ilustraciones en las que el blanco, el negro y el rojo son los colores protagonistas.
“En mi caso, ocurre sin dolor… Disfruto mucho creando imágenes que estimulen la percepción, a la vez que esta abre espacios mentales que el espectador no se imaginaba que existían”.
Su nuevo libro es mucho más abierto que los pasados, tiene una narrativa central ubicada en Medellín.
Pero, ¿son historias que personalmente vivió? o ¿hasta dónde llega la ficción?, Ángel responde: “Creo que la narrativa central se ubica en Washington. Esa es la intención. Pero como ciudad es un espacio extraño para muchos inmigrantes. Las historias son ficción, pero los lugares son reales… y eso hace que de pronto las historias parezcan reales. Pero volvemos al cuento de que ‘la vida imita al arte…’”.
Provocador con imágenes y texto, el autor concluye que “las ve como imágenes que evocan y recogen el estado de ánimo de las historias, y el libro en conjunto. No son estrictamente ‘ilustrativas’. Son composiciones que acompañan el texto pero tienen su propia alma, y crean sus propias narrativas, conectadas con los hilos conductores de las historias. Así queda lugar para que el lector aporte en la interpretación”.