Cultural

Bob Dylan: an artist of the trapeze
Bob Dylan: un artista del trapecio
Autor: Jaime Darío Zapata Villarreal
14 de Octubre de 2016


El músico, pintor y poeta norteamericano recibió el Premio Nobel de Literatura 2016 por “haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”, aseguró la Academia Sueca en su pronunciamiento.


En una entrevista concedida en el año 2000 el inmortal poeta chileno Nicanor Parra aseguró que Bob Dylan (1941) merecía el Nobel de Literatura sólo por estos tres versos: “Mi padre está en la fábrica y no tiene zapatos/mi madre está en el callejón buscando comida/yo estoy en la cocina, con el blues de los cementerios". 


Bob Dylan.


En esta afirmación categórica ya se podía vislumbrar el peso que el nombre de Dylan significaba para algunos escritores y académicos literarios desde hace varios años. Aunque para muchos haya sido una sorpresa la concesión de este premio debido a la larga lista de escritores (Adonis, Philip Roth, Milan Kundera, etc)  que están en fila para recibirlo y, también,  por no ser él en términos convencionales un “escritor escritor”, la figura artística del autor de Like a Rolling Stone ha sido venerada por gran parte del canon cultural, que elogia sus composiciones nutridas de referencias literarias y sus juegos de palabras afincados en las estructuras más complejas. 


Para muchos, más que un músico, Dylan es un mito vivo: el hombre que revolucionó la música; el que supo aunar protesta social con excelencia artística; el que hizo poesía con varios acordes y una armónica en sus labios, con la revolución social por delante y un espíritu de contracultura que sirvió como músculo para modelar su filosofía artística. 


Pero como en toda elección, siempre hay disensos: algunos escritores y críticos mostraron su desaprobación inmediata a la elección del cantautor como nuevo Nobel. El poeta y crítico literario español, Martín López Vega,  aseguró que “la concesión del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan es una gran noticia para los fans de Bob Dylan y una malísima noticia para los amantes de la poesía. Si Dylan es Ashbery (en relación a John Ashbery, el poeta americano), yo soy Cristiano Ronaldo”.


Otras voces, tal vez la gran mayoría, se mostraron satisfechas con la elección ya que marca un punto de inflexión importante en la literatura: expande su noción, abre caminos para premiar otras propuestas (la novela gráfica, por ejemplo) en el futuro, instaura una novedad, una vanguardia en un premio avejentado por las posiciones tradicionales de sus miembros. 


“Bob Dylan es importantísimo porque su trabajo es una expresión poética innovadora que supo tomar elementos de una tradición y renovarlos. Ningún músico norteamericano ha narrado su sociedad o el mundo que lo circunda como Dylan, con tanta precisión, rabia y belleza. Supo conjugar muy bien, sin caer en lo ridículo y con mucha inteligencia, economía, política, religión, cultura y muchos temas de los que había investigado y experimentado como nadie. Un premio más que merecido”, aseguró Jacobo Celnik, escritor y quien ha trabajado las vanguardias musicales (Rock en especial) del siglo XX.


Por este mismo camino, Eduardo Arias, periodista y conocedor de la obra de Dylan, aseguró que este es un premio para los llamados escritores de canciones, es decir, esos cantautores como Bob Dylan o Leonard Cohen  que tienen la capacidad de convertir las letras de sus canciones en alta literatura: “La literatura no es sólo novelas o poemas, la literatura son las palabras. Las letras de las canciones son un género literario en sí mismo. Como en todo, hay buenos escritores de letras y otros malos, así como hay malos escritores y otros muy buenos. Él se inventó palabras, jugó con los términos y creó un lenguaje propio, como cualquier gran artista y escritor”.


Algo parecido comentó el escritor y crítico literario argentino Patricio Pron, una de las voces más relevantes de la nueva literatura en castellano, para quien los escritores de canciones también son escritores, en particular si las suyas son canciones como las de Bob Dylan. “Como escritor, su Nobel no me parece un insulto sino una reivindicación del hecho de que no hay sólo una forma de ser escritor, sino cientos de ellas”.


Ese mismo escritor que es Dylan también proyectó una revolución privada a través de cada uno de sus álbumes, en los que experimentó desde el folk, rock, blues, jazz, el pop más sofisticado y diversos géneros en un crisol de ritmos que supo conjugar con naturalidad, a la par que leía y se nutría de diversas fuentes -desde la Biblia y los clásicos  pasando por el movimiento Beat y los surrealistas franceses- para conformar un producto que resonó y modeló, a su vez, a las siguientes generaciones. 


“Muchas de las mejores letras de Dylan no se entienden. Son muy crípticas y tiene estructuras bastantes complejas. Hay referencias  tanto a la Biblia como a la mitología griega y hasta el tarot. Dylan era un artista, no un diseñador musical. Los diseñadores siguen la corriente y no proponen nada nuevo. Los artistas de verdad hacen su propio camino. Son ambiguos e incoherentes precisamente porque nunca están satisfechos consigo mismos. Bob Dylan inventó el rock, su rock”, agregó Celnik. 


Por su parte, para el doctor en Filosofía, Jorge Giraldo Ramírez, el Nobel a Dylan es un reconocimiento al valor artístico de la música popular y su influencia en la cultura de finales del siglo XX,  sin obviar, claro, que el mismo Dylan fue uno de sus principales renovadores  -a principios de los 60 y 70- en una época convulsa y de cambios profundos en la fisonomía social del mundo.


“Dylan fue un beatnik, un verdadero revolucionario de la música y el lenguaje. Él narró en sus historias ese mundo que veía despedazarse ante sus ojos. Fue un gran crítico de él, y lo hizo con mucha sensibilidad y belleza. Toda esa tradición de la música popular es premiada con este Nobel. Pero también es un Nobel para los Beat, esa generación que nunca recibió uno y de la que tanto se alimentó Dylan”, explicó Giraldo Ramírez. 


Llamado muchas veces poeta, el mismo Dylan renegó de ese epíteto al tratar de salir al  paso a esas clasificaciones que tanto odiaba. Su revolución era también la capacidad de seguir siendo lo que él quisiera ser, seguir labrando esa intimidad bordada por un autoconocimiento de su arte. "No me llamo poeta porque no me gusta la palabra. Soy un artista del trapecio", aseguró en una entrevista concedida en 1965, muchos años antes de siquiera pensar que ganaría el Nobel de Literatura y sería llamado el “poeta de una generación” por medio mundo. 




Algunos datos sobre Bob Dylan