Universalismo vs tribalismos:

Autor: Ricardo Chica Avella
12 marzo de 2017 - 12:00 AM

En el evangelio de Jesús y en su lectura por Pablo hacia el universalismo están las semillas de los elementos universalistas inclusivos del humanismo moderno

En varios artículos en Revista Javeriana (nos 801, 820, 825) he argumentado en contra de los tribalismos islámico y sionista tanto en sus orígenes en las grandes religiones semíticas como en sus consecuencias para la imposibilidad de una paz en el Medio Oriente. Introduciré a continuación unas breves consideraciones acerca de cómo la religión, incluida la cristiana (aunque con la honrosa excepción del budismo) ha sido históricamente un locus tribuum, de manera que el islam no es la única de las tres grandes religiones monoteístas que ha caído en esta dañina desviación; posteriormente indicare cómo en el evangelio de Jesús y en su lectura por Pablo hacia el universalismo están las semillas de los elementos universalistas inclusivos del humanismo moderno.

El énfasis de dichos artículos en el tribalismo islámico como fuente de la violencia en el Medio Oriente requiere ser complementado en dos direcciones: i) reconociendo que en la historia del cristianismo ha habido horrores comparables; ii) insistiendo que esos horrores son una desviación del evangelio de Jesús y que tanto esta deformación, como el sionismo agresivo contra los palestinos, en el caso del judaísmo, provienen de las deformaciones tribalistas del núcleo revelatorio de ambas religiones.

El contraste establecido en los mencionados artículos entre la extensión por la espada de Islam y la del Cristianismo requiere ser cualificado en dos direcciones. Primero, en realidad sólo en Europa y la cuenca del Mediterráneo la extensión del cristianismo no estuvo ligada a la del poder colonial occidental, en casos como el de las Américas y África estando incluso ligados a los horrores del exterminio étnico y la esclavitud, claro con matices como la defensa de los derechos humanos de los nativos por el gran Montesinos (seguido de de las Casas) y que fue la marina inglesa, (como resultado de la lucha de políticos anglicanos con el apoyo de los cuáqueros por la abolición) la que finalmente impuso a los poderes ibéricos el fin del tráfico de esclavos; segundo, los horrores de la imposición por la fuerza de la fe cristiana sobre los grupos étnicos indoamericanos estuvieron precedidos por unos previos igualmente aterradores de supresión tribal de la diferencia en la Europa medieval, y de guerras religiosas en la Europa de la Reforma, que significaron el asesinato y la tortura para decenas o centenas (los historiadores difieren) de miles de otros (mujeres acusadas de brujería por utilizar los poderes curativos de la naturaleza más allá del control eclesiástico, librepensadores -filósofos o científicos, judíos, reformados lectores de la biblia en lengua vernácula, etc.)

En cuanto al judaísmo, si bien ya en Isaías se anunciaba que Dios congregaría a todos los pueblos de la tierra, la identidad tribal israelita se configuro alrededor de la escogencia y la consiguiente exclusión de los otros. Una mentalidad tan acendrada que, de no haber sido por el genio de Pablo, enfrentando la oposición de Santiago y de Pedro (una primera muestra de infabilidad papal), el cristianismo tendría más el carácter de una secta judía y los cristianos estaríamos sujetos a los ritos (circuncisión, purificaciones) y normas (sábado, prohibiciones sobre dieta y compartir comidas) frente a los que Jesús estableció su libertad. Una mentalidad de interpretación de la escogencia divina exclusivista y exclusionista del goy que trágicamente en ocasiones ha sido empujada históricamente a extremos o paranoides o racistas por dos milenios de racismo, exilio, pogroms y horrores como el Holocausto.

Ante la gratuidad del amor de Dios, por la cual vivió y murió Jesús, en su imbricación con la caducidad de rito y ley para conseguir ese amor, todos somos iguales. Pero esas libertad/igualdad aterran (Jesús insistía en su mandato de no temer tanto como en el de amar) y siempre volvemos a encontrar seguridad, en el rito y en la ley, y exclusividad con quien los cumple y exclusión para con quien no. Las religiones monoteístas semíticas, judaísmo e islamismo, e incluso el cristianismo, son en algunas vertientes religiones legalistas ritualistas en cuyas versiones más estrictas/fundamentalistas la exclusión tribalista de quien no sigue normas y ritos se combina con un estricto control tribal sobre sus miembros ejercido por la autoridad religiosa en la cual se proyecta una autoridad parental absoluta. Como en todo tribalismo la identificación con el grupo proporciona al individuo satisfacción de su necesidad narcisista de sentirse diferente y superior del otro excluido y la seguridad en su identidad de la cual carece a nivel personal. En estas versiones más estrictas/fundamentalistas la no sujeción a las normas/ritos que le merecen validación grupal, y el favor de un Dios igualmente legalista y ritualista, les resulta agresiva y el rechazo en sí mismos de la libertad del otro excluido frente a esos normas/ritos los mueve a la agresión violenta.

En Portafolio (La regresión al tribalismo: Maduro y Trump) propuse avanzar frente a estos tribalismos en un mundo despedazado por ellos, en el que las fuerzas que excluyen al otro han desplazado, con la precedencia y contundencia de la exclusión traída consigo por la globalización neoliberal, las fuerzas incluyentes expresadas en la socialdemocracia europea:  racismos, nacionalismos, fundamentalismos (y sus mezclas como el sionismo militante violento contra los palestinos que confunde esta agresión con el proyecto sionista y a este con el judaísmo como grupo religioso o como grupo étnico). Argumentaba así que este mundo sólo puede sobrevivir si superamos la necesidad narcisista de ser diferente y superior (que halla en lo común racial/religioso la fuente de la propia identidad) encontrando la humanidad en el otro (como maravillosamente lo expresaba una pacifista israelita cuyo hijo murió en enfrentamientos con los palestinos).

Ese sionismo militante (no el judaísmo) es el que hace aparecer como antisemita a cualquier denuncia de tales crímenes contra los palestinos, como les sucedió a la Sra. Duisemberg (esposa del exdirector del Banco Central Europeo a quien le toco irse de su casa por un tiempo en la tolerante Holanda por atreverse a poner una bandera palestina en su ventana) o al líder laborista a quien las agencias noticiosas tergiversaron con que asimiló a Israel con Isis, endilgándole ese racismo. La falacia que tendenciosamente intenta distraer de un hecho político (la opresión de los palestinos) distorsionando su crítica como racial o religiosa confundiendo esta crítica política de los atropellos del estado de Israel (secuestrado por unos fundamentalistas de derecha, como lo describió E Barrak) hacia los palestinos con una crítica al judaísmo como religión o con antisemitismo (un racismo tan despreciable como cualquier otro) es una respuesta frecuente del sionismo militante convertido así en otro racismo como los que dice criticar (en la cual cae el filósofo judío francés Levi cuando trata de antisemitismo todo boicot  al apartheid en Israel).

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