Política del miedo y del odio 

Autor: Hernán Mira Fernández
4 junio de 2017 - 12:05 AM

En la historia de Colombia ha sido muy dominante el lenguaje violento en la política

“Es propio de mentes medianas embestir contra lo que no les cabe en la cabeza” Antonio Machado

A lo largo de la historia, el miedo ha sido la emoción primaria más utilizada por los políticos y gobernantes para mantener sojuzgado al pueblo. El engaño al que recurren más comúnmente las elites dominantes es el del miedo y sus emociones contiguas, la angustia, el desamparo, así como su emoción subsecuente, el odio. Al explotar el miedo al otro, el extranjero, la otra nación, el inmigrante, el insurgente, el poderoso mantiene con impunidad las desigualdades internas de la sociedad que domina. En vez de resolver la ira del estado asfixiado por la injusticia, la redirige contra un objetivo adecuado a sus intereses. Joseph Goebbels, secretario de propaganda en el III Reich, expuso este método contundentemente: "La propaganda debe facilitar el desplazamiento de la agresión concretando los objetivos del odio”.

Lea también: Sobre odio y propuestas políticas


En la cita de Machado al inicio, queda claro que a la mente o la razón las obnubilan emociones como el miedo y el odio, las reducen y las hacen ‘medianas’ como él dice. Los grandes líderes saben que la política se mueve más por sentimientos y emociones, más por los negativos que por los positivos, que por ideologías, razones o argumentos. En los negativos, más allá de sus programas nazis o comunistas, Hitler y Stalin hicieron del odio y el miedo sus mejores armas. Por el contrario, en los positivos, Lincoln hizo de sentimientos como la igualdad y la fraternidad sus instrumentos más eficientes para derrotar a la secesión, y Roosevelt impulsó el New Deal (nuevo trato) apoyado en fotografías de la gran depresión (crisis de los años 30) que generaban solidaridad y empatía con el sufrimiento de los más pobres. 

 

En la historia de Colombia ha sido muy dominante el lenguaje violento en la política, que ha hecho fácil tránsito a la vida del común de la gente y se ha manifestado en agresividad, odio y violencia. Algunos de los muchos ejemplos: en la llamada “Guerra de los Supremos” que duró tres años (1839 – 1842) se enfrentaron por motivos inicialmente religiosos, José María Obando y Pedro Alcántara Herrán. Cuenta Argos en su delicioso Cursillo de Historia de Colombia, que Obando al saber que el designado para someter a Pasto era Herrán, se puso de parte de los facciosos porque él se mantenía “muy ardido” contra Márquez que lo había derrotado en las elecciones de 1837 para presidente. Y a raíz del golpe de estado contra el presidente Manuel Antonio Sanclemente, el 31 de julio de 1900, Miguel Antonio Caro dice en un soneto: “Cintica azul y proceder villano;/ mozuelos educados en conventos/ y hoy de maldad perfectos instrumentos,/ dando tortura a inmaculado anciano”. Allí, en perfecto estilo, se destila resentimiento, rechazo y animadversión a los oponentes. 

 

“Colombia ya es autosuficiente y pronto comenzará a exportar odio“, se dice con fina ironía en el portal Actualidad Panamericana. Y se agrega que el proceso de paz nos representó una producción en número de barriles de odio que sobrepasó cualquier expectativa. Estos se suman a las reservas que nos dejaron gobiernos anteriores y a los que teníamos añejando desde la guerra de los Mil días y La Violencia incluso, y “podemos por fin hablar de un superávit para ser autosuficientes y ahora lanzarnos a la exportación”

 

Es urgente, entonces, emprender una educación de los sentimientos, de la ciudadanía y formación política que nos conduzca a la democracia humana, de la que nos habló la renombrada filosofa Marta Nussbaum, en su reciente visita a Medellín. Uno de los requisitos para esa democracia es el deber de producir en sus ciudadanos la capacidad de preocuparse por la vida de otros, de imaginar lo que las políticas de muchos tipos significan en cuanto a las oportunidades y experiencias de uno y de sus conciudadanos de muchos tipos, y para la gente fuera de su propia nación. ¡Empecemos ya!

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