La empatía, y no la valentía, para combatir el miedo

Autor: Daniel Palacio Tamayo
9 agosto de 2017 - 12:09 AM

Hay que llamar a la empatía para rodear la institucionalidad, pero también a la civilidad que nos ha dicho con las manos manchadas “Fui yo” quien me preocupo por el otro,

Pienso en los sucesos de la última semana: amenazas contra la integridad del alcalde Federico Gutiérrez, días de hasta 6 homicidios en Medellín y descalificativos para quienes lograron sacudirnos del letargo de consolarnos con días convulsionados como parte del destino. 

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Una amenaza de muerte contra un mandatario no es únicamente un riesgo contra su individualidad, es una afrenta contra todos como sociedad por lo que él representa. Y creo que todos corremos riesgo no porque el miedo se haya propagado como cual plaga bíblica, sino más bien por el sentimiento de empatía que nos debería despertar todo aquel que corra peligro o esté sufriendo. Creo que así lo interpretaron los jóvenes que quisieron sacudirnos por medio de una intervención simbólica que tiñó de rojo algunas de las fuentes de la ciudad.  

Vea además: Los costos del crimen en Medellín

Es por eso que no creo que el antídoto del miedo sea la valentía, como lo dijo el alcalde Gutiérrez desde el lugar donde presuntamente se iba a fraguar el atentado en su contra. Creo más bien en la eficiencia de la empatía para contrarrestar el miedo. Mientras que valentía es definida por la RAE como una “expresión arrogante de las acciones de valor y esfuerzo” conllevando intrínsecamente a una relación entre valientes y cobardes, poderosos y débiles sin medir las consecuencias de sus actos. En estos casos nuestros ancestros dirían: “el cementerio está lleno de valientes”.

La empatía, por su parte, pone de presente al otro, llama a construir relaciones humanas y sostenibles y a movilizarnos en su defensa, más que reproducir narraciones heroicas. Fue la empatía la que hizo en la década de los 80 que un grupo de artistas de la zona nororiental de Medellín se atreviera a romper las fronteras invisibles impuestas por ilegales, fue la empatía la que ha hecho que Medellín fortalezca su capacidad de resiliencia, fue la empatía la que nos ha sacado del atascadero. 

Lea también: Nadie recibió a los ciudadanos que pintaron las fuentes de la ciudad

Por eso, en días que parecen de otra época en Medellín, en fechas en las que superamos el número de muertes violentas de 2016, que a su vez superaron las de 2015, hay que llamar a la empatía para rodear la institucionalidad, pero también a la civilidad que nos ha dicho con las manos manchadas “Fui yo” quien me preocupo por el otro, por su integridad, no importa si es el alcalde, gente de bien o “gente” que ha engrosado la cifra de 321 homicidios en lo corrido de este año en Medellín. “Toda vida es sagrada”, diría Antanas Mockus. Deberíamos aplaudir más esos actos de empatía, que esa misteriosa atracción por la valentía de solucionar esos problemas de siempre de manera reactiva.

Adenda: Urgen acciones efectivas por parte de la institucionalidad para controlar a quienes le montaron competencia a los peajes de la Troncal a la Costa (entre Caucasia y Planeta Rica) por medio de atajos por fincas y haciendas. Los sinvergüenzas esos, además de librarse del pago de la valorización que tendrán sus tierras por las obras de mejoramiento vial en el programa de Autopistas 4G, decidieron —sin asomo de regulación y castigo alguno—, abrir vía y cobrar una suma inferior a todo vehículo que evada el peaje oficial. ¡Hágame el favor! ¿Qué tal esa mafia?  

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