Hiede

Autor: Álvaro González Uribe
19 agosto de 2017 - 12:09 AM

Triste que en Colombia abunden abogados capaces y pulcros que no son contratados ni “triunfan” porque usan la ley y no el dinero

Es mi obligación moral iniciar esta columna con un reconocimiento público a miles de magistrados, jueces, fiscales, funcionarios judiciales y abogados que han ejercido y ejercen su profesión con honestidad, esfuerzo, inteligencia y valentía.

Y es mi obligación moral continuar esta columna con una condena pública a decenas de magistrados, jueces, fiscales, funcionarios judiciales y abogados que han ejercido y ejercen su profesión con deshonestidad, desidia, ineptitud y cobardía.

Posan de brillantes juristas, son admirados y homenajeados por sus éxitos pero resultan ser unos simples corruptos. Ilustres jurisconsultos, afamados profesores de célebres universidades y autores de numerosos libros que leen miles de estudiantes. ¿Qué dirán sus alumnos? ¿Cuál el ejemplo? Por otro lado, triste que en Colombia abunden abogados capaces y pulcros que no son contratados ni “triunfan” porque usan la ley y no el dinero.

Sé bien que la corrupción que hoy están destapando en Colombia no es exclusiva de abogados ni de funcionarios de todas las ramas, sé bien que esa corrupción es nacional y que abarca todas las profesiones, sectores y estratos; sé bien que es una perversidad cultural presente desde los actos más nimios hasta los más trascendentales.

Sin embargo, es más escandaloso que se plante en las altas cortes y órganos de justicia que deben ser los impolutos y que además son los que investigan, juzgan y condenan la corrupción. Y algunos vienen con que “todo el mundo sabía”. ¿Si “todo el mundo sabía” por qué callaban? Entonces peor: “todo el mundo sabía” pero no les importaba, se aprovechaban, eran cómplices o temían.

Es que no es un caso, es que no ha sido un día ni varios, es que no se trata de funcionarios menores de carrera, es que no es un proceso o una actuación, no, es que son cientos de casos, es que han sido muchos días, meses y años, es que se trata de altos magistrados y encumbrados funcionarios, es que son cientos de procesos y actuaciones. Es una intricada red de alcantarillas pútridas por donde circula el alimento para todas las ramas del poder público. La corrupción es la puerta giratoria de las ramas del poder.

Lea también: La locomotora de la corrupción

Recuerdo las palabras del magistrado Fernando Uribe Restrepo, presidente de la Corte Suprema luego de la toma del Palacio de Justicia y del asesinato de sus compañeros: En Colombia la rama judicial es la rama seca, refiriéndose al poco presupuesto e importancia que se le daba. Eran otros tiempos. Tras el destape semanal de rigor de hace pocos días, dijo el columnista y abogado Ramiro Bejarano que ver caer por corruptos a altos magistrados de las cortes es peor que el holocausto de 1985 porque allí cayeron justos. Sí: Una cosa es que la rama fuera seca y otra que esté podrida, con honrosas excepciones.

Leo noticias y concluyo: Hay funcionarios y empresarios que si se reunieran en el relleno sanitario de Doña Juana en Bogotá estarían en su ambiente. La toma y destape del Bronx en Bogotá fue una piñata comparada con lo que estamos descubriendo en las instituciones colombianas.

Esto es kafkiano. Uno cree que cierta noticia llenó la tasa, que ya sí es el colmo de los colmos, pero no, el hedor sigue manando. Cada semana, ¡otro nuevo caso!

Y que no vengan a endilgarle esto al contrario político. Hemos visto cómo saltan corruptos del Partido de la U, del Centro Democrático, de Cambio Radical, del Partido Liberal, del Partido Conservador, del Polo y funcionarios o empresarios de otros grupos o sin partido conocido. La corrupción no tiene ideas, la corrupción es de por sí un solo suprapartido político.

Le puede interesar: indignación

La democracia colombiana padece de dos cánceres que la están carcomiendo: La corrupción y el fanatismo: La primera falsea la expresión popular además de desvendar la justicia y desangrar el erario; y el fanatismo nubla la razón y la justicia a la vez que trastoca la realidad impidiendo el claro discernimiento y por tanto también la libre expresión de la voluntad ciudadana.

Qué impotencia, qué ignominia. Lo peor es que al parecer esto no tiene fin. O quizá sí, pero no con una constituyente sino con una sustituyente de dirigentes en el 2018.

Mientras tanto…

Y cuando se despertó, la corrupción todavía estaba ahí…

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