Hablemos otra vez de la lectura

Autor: Lucila González de Chaves
24 agosto de 2017 - 12:06 AM

Comprender honda y críticamente la lectura es amarla y convertirla en nuestra amiga y maestra.

El escritor norteamericano Edgar Allan Poe escribía en su obra Marginalia este concepto: “La enorme multiplicación de libros de todas las ramas del conocimiento, es uno de los mayores males de nuestra época”.

Y es que el deseo de estar al tanto en el conocimiento de cuantos poetas, novelistas, ensayistas van apareciendo, le está ganando la partida a las preferencias, y el gusto del buen lector - antes tan selectivo y definido -  va tomando otros rumbos; ha cambiado la calidad por la cantidad. La disponibilidad de las horas se ve acorralada por tantos libros promocionados.   La gran literatura va siendo escamoteada y reemplazada por una serie de mixtificaciones que desnaturalizan la verdadera cultura. Sería conveniente que pensáramos que comprender honda y críticamente la lectura es amarla y convertirla en nuestra amiga y maestra.

Otro enemigo del mejorar por medio de la lectura es la muy recomendada “lectura rápida”. La lectura -si es realmente lectura perfecta-  es un acto único, y el tiempo dedicado a ella varía de acuerdo con el modo de ser espiritual e intelectual del lector, de los logros que persiga realizando excelentes lecturas; también cuentan las circunstancias y el tema de la lectura. Cito al español Pedro Salinas: “…en muchos de mis amigos de alta marca intelectual, es cosa confesada que con el más y más leer se aprende a leer más despacio, no más a la carrera; y se disfruta de esa lentitud, por las delicias que deja”.

Y esas delicias se encuentran también en algo que se ha olvidado y que se mira con displicencia: releer. El placer del ejercicio de releer solo puede explicarlo quien lo experimenta con frecuencia.

Lea también: Lectura y comunicación

Y como leer ya no es una lección de vida, un placer, una búsqueda de cultura, se ha creado una pereza y un desdén por la lectura, que se disfrazan con la actitud de: estudiar, investigar, o atender el celular, ver TV, celebrar y contestar cuanto mensaje aparece en las redes sociales.

 El crítico Guillermo Díaz Plaja nos dice: “Leer es una devoción y una obligación… Leer es la más bella de las devociones… No tener tiempo, no es un pretexto para no leer… No tener dinero, tampoco… […].  ¿Es el deporte?.... ¿Es el cine?... ¿Es la televisión, los que han terminado por arruinar, para la lectura, las últimas parcelas del espacio de tiempo que el hombre conserva para su edificación espiritual?”.

El ensayista Salinas opina en su inigualable obra Educar para leer y leer para educar : “Creer, hoy día, en alguna manera de educación que no sea la atlética […] es cosa deslucida y que no se lleva en los círculos intelectuales elegantes. […]. Y sin embargo, la educación, conforme a los que más entienden de estas cosas, es un hecho natural, una realidad que se impone al hombre, antes de que este la convierta en un sistema reflexivo. La solución del gran drama está en la enseñanza de la lectura, en la formación del lector”.

“Se aprende a leer leyendo excelentes obras; al final de ello se alcanza la posesión de una inteligencia formada, de un gusto propio, de una consciencia crítica de lector, personal y libre, […]”.

Además: Consultar para mantener la corrección idiomática

Se leen los clásicos, para cada edad el suyo, entendiendo que lo clásico está presente siempre, porque sus valores intrínsecos lo hacen intemporal.

 Y se leen libros sabiamente escogidos, entendidos, comentados; así, el CÓMO leer se aprende sin saber cómo, al igual que el andar o el respirar, por natural ejercicio de la función. Así lo hicieron los grandes lectores de la humanidad, cuyos maestros de lectura no fueron manuales fáciles que enseñan todo a la carrera, sino en despaciosa lectura, durante toda la vida.

Un famoso maestro de letras de una universidad estadounidense expresó su fe en la enseñanza integral del leer: “Creo que el Humanismo debía ser no un decorativo adorno adquirido ya tarde en el proceso de la educación, sino más bien una cualidad que puede y debe condicionar toda la enseñanza, desde la primera lección de cartilla; su sello hay que empezar a imprimirlo con la primera lección”. 

“Esa educación presidida por una cualidad será el armamento para vencer al monstruo de la confusión cuantitativa”.

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