Escribir a contracorriente: cómo ser escritora en Colombia

Autor: Jaime Dario Zapata Villarreal
19 febrero de 2017 - 06:00 PM

Los recientes debates sobre la poca participación de la mujer en los círculos literarios colombianos (premios, academias, editoriales) reabren la discusión de si todavía existe una discriminación hacia ellas. 

Colombia

Dos siglos atrás, las mujeres que querían escribir no podían hacerlo o la única posibilidad que tenían era bajo un seudónimo. Tal fue el caso de Mary Anne Evans (conocida como George Eliot), la escritora inglesa que prefirió escribir con ese nombre masculino para que su literatura “fuera aceptada y tomada más en serio”. En Colombia, está el caso de la prolífica Soledad Acosta de Samper, en el siglo XIX, quien abrió los primeros caminos para que las mujeres escribieran. La situación, desde ese entonces, ha cambiado, aunque para algunas escritoras persisten las condiciones difíciles que tienden a dividir la literatura femenina y masculina, como lo expresaron expertas y autoras del país.


Un caso que se suele dar como ejemplo de esta situación es el del Premio de Novela y Cuento de la Cámara de Comercio de Medellín; de las doce versiones del Premio, 21 ganadores (entre cuento y novela) han sido hombres, y sólo cinco mujeres. Si bien en el premio se participa bajo seudónimo, la pregunta que suscita es: ¿es tan radical la diferencia de calidad entre unos y otras?


“La escritura tiene que ver con el alma, con los estados de conciencia, con las experiencias, con una visión particular de mirar el mundo, con el deseo de comprender, de encontrarle un sentido a la vida, no con la biología”, afirmó María Cristina Restrepo, traductora y autora de varias novelas que han marcado el panorama literario nacional, para quien quizás las diferencias naturales influyan “débilmente en el lenguaje”, incluso en la elección de algunos temas, pero frente a la literatura “tanto hombres como mujeres están igualmente solos frente a ellos mismos, desnudos frente a sus propias verdades, en igualdad de condiciones para utilizar los mejores elementos a su alcance”.


Para Emperatriz Muñoz, escritora y quien recientemente publicó la novela Una sombra (Editorial Universidad de Antioquia) estas desigualdades se siguen presentando por los rezagos históricos que destinaban a la mujer a la labor doméstica y le prohibían dedicarse al ejercicio intelectual y, aún menos, a la escritura de libros: “Lo que hizo esto fue crear escritoras predispuestas y más inseguras sobre su escritura y la calidad de su trabajo. Tal vez por eso mismo no hay tanta participación en premios, porque creen que los jurados no las tomarán en serio o se fijarán en su ‘mirada femenina’. Y esto muchas veces suele ser un obstáculo”. 


Un hecho que causó revuelo recientemente en el país fue la baja presencia de escritoras en la segunda edición del Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana 2015. De once finalistas, sólo había una mujer en el grupo, que finalmente no entró entre los cuatro finalistas –hay que decir que en la siguiente edición una mujer, Patricia Engel, ganó el galardón-, lo que se percibió en algunos sectores como una muestra de las escasas oportunidades para las escritoras. Al respecto, una de las jurados de la edición 2016, Gloria Rodríguez, aseguró que en su experiencia como jurado y bibliotecaria ha percibido que hay una dificultad de los hombres para leer a las mujeres sin prejuicio o al menos sin cierto sesgo: “No lo digo por mis compañeros de jurados, que fueron todos unos profesionales y muy sensibles en este sentido, sino que en general -y a menos de que seas Virginia Woolf o Doris Lessing- hay una tendencia a subvalorar la literatura escrita por mujeres, a leerla de reojo, con desconfianza, y creo que es posible que esto siga pasando”. 


Para la escritora, traductora y docente Carolina Sanín, quien recientemente publicó su libro de crónicas ficticias Alto rendimiento, lo que pasa en la literatura colombiana sucede por las mismas razones históricas por las que hay “menos mujeres en todos los ámbitos de la producción humana, salvo en aquellos relacionados con lo doméstico o con una explotación particular del cuerpo”.


Según la autora de Los niños, “el patriarcado ha designado todos los lugares para los hombres y algunos lugares, por excepción, para las mujeres. Se duda de que una mujer pueda realizar ciertos trabajos tan bien o mejor que los hombres. No solo lo dudan y lo temen los hombres, sino también las mujeres. Se supone que una mujer que escribe no es una escritora con la misma titularidad o verdad que un hombre; ella hace de escritora, juega a ser escritora, finge ser escritora. Si la evidencia de la calidad de su trabajo es contundente, entonces ella es amenazante: es una vagina dentada, una madre castradora”.


Por su parte Juan Diego Mejía, escritor y exdirector de la Fiesta del Libro de Medellín, lamentó que todavía exista desequilibrio entre la visibilización y participación de las mujeres en premios y convocatorias en la literatura colombiana: “Desafortunadamente todavía se publican muchos más hombres que mujeres por una cuestión histórica y más anclada a la estructura social que heredamos, que ha cambiado a comparación de años atrás pero que todavía falta para que se transforme por completo”. 

Desde el mundo editorial


Janeth Posada, escritora, editora y directora de talleres literarios de la ciudad, no ha sentido ese desequilibrio de manera directa, ya que ha podido escribir y publicar sin problemas además de haber sido ganadora dos veces de las Becas de Creación de la Alcaldía de Medellín: “He sido recibida muy bien en el gremio de la ciudad. No he publicado en grandes editoriales, pero mi trabajo ha sido apreciado y respetado por mis colegas”. 


“Sí hay diferencias, claro, pero no creo que esto repercuta en la manera de escribir entre unos y otros. Hay una literatura. Y desde ese territorio común es que todos comenzamos a establecer diferencias pero que tienen que ver más con la visión literaria, la idea que tiene el autor -sea mujer u hombre- de la literatura. Habrá percepciones que permeen uno y otro caso, pero no sé si sean tan determinantes”, explicó Posada. 


Claudia Ivonne Giraldo es lectora, escritora, profesora y dirigió talleres de escritura creativa durante 30 años y ahora es la jefe de la Editorial Eafit.  Para ella, todavía hay circunstancias que no dejan a las escritoras desarrollar su talento como deberían: “Durante todos estos años tuve la oportunidad de conocer a mujeres de todas las edades con talento sobrado para cultivar una carrera literaria de valor. Pero muchas abandonan, no se empeñan, todavía hay una enorme desconfianza  en su fuerza y capacidad”. 


En promedio, en los talleres de escritura creativa que dirigió por varios años Giraldo, la estadística sobre los participantes muestra que un 70% son hombres y un 30% mujeres, en el caso de los que dictaba a jóvenes. En cuanto a los libros publicados por Editorial Eafit el año pasado, precisó que 43 libros fueron publicados por  hombres y cinco por mujeres.  “Hemos tratado de hacer un trabajo para recuperar escritoras desconocidas, que en otras épocas fueron invisibilizadas en Colombia y Antioquia. Por eso desde que llegué a la editorial he tratado enfatizar en este ejercicio de redescubrimiento, y hemos encontrado cosas maravillosas”. 


Giraldo también resaltó el trabajo que hicieron escritoras de vanguardia en Colombia como Rocío Vélez de Piedrahita, Helena Araujo, María Elena Uribe de Estrada, Monserrat Ordoñez o la investigación que hizo la escritora y académica Paloma Pérez, con su libro  Las muchachas escritoras de los años veinte en Antioquia. “Creo que hay tres razones por las que las mujeres no escribieron en esa época: por falta de educación, por falta de oportunidades y por miedo”.


En el caso de Lucía Donadío, fundadora y editora de Sílaba Editores, el asunto es muy complejo y maneja muchas aristas sociales e históricas. “Particularmente, en la literatura se sigue viendo mucho desequilibrio. A mi editorial, de 100 manuscritos que llegan, 30 son de mujeres. Esa es una diferencia y una realidad inconstatable”, indicó la editora, para quien las mujeres siguen siendo más lectoras y compradoras de libros y es posible que esta tendencia siga en aumento y ayude a mejorar las estadísticas de participación y publicación. 


El escritor Héctor Abad Faciolince, librero, editor y actual director de la Biblioteca Eafit, quien hace unos meses comenzó con Angosta, su editorial independiente, contó que de dos libros publicados por su marca, dos han sido de mujeres: La corriente, de Juliana Restrepo; y Quisiera que oyeran la canción que escucho cuando escribo esto, de Manuela Espinal Solano. Por eso ha trabajado este tema y cree que las razones de que no haya tantas mujeres publicadas o finalistas de un premio, como el caso del Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana, han sido claramente por unas condiciones históricas de discriminación que le sigue pasando cuenta de cobro al presente.


“Si uno revisa las academias de la lengua, los Premios Nobel de Literatura y otras instancias verá que décadas atrás la participación era nula, aunque ya eso ha ido cambiando poco a poco. Igual, todavía se registran casos como el del Premio de Narrativa: del total de libros en competencia, llegarán un 10% escritos por mujeres, entonces, por una cuestión estadística, habrá menos libros finalistas. Es una realidad lamentable y frente a eso no se pueden hacer cambios inmediatos”, aseguró el autor de La oculta,  quien agregó que lo que sí se puede hacer, en función de ese cambio, es que, por ejemplo, haya más jurados mujeres. “Por eso he tratado que en las últimas ediciones haya, de cinco jurados, tres mujeres, para que aporten una visión no machista y desde su sensibilidad a la lectura de todos los libros”.

Los premios y las ventas


Para Luis Alberto Arango, librero de la mítica Librería Palinuro, la cuestión pasa por una educación nula en épocas pasadas y una idealización masculina de la mujer como madre y ama de casa, lo que impidió que muchas de ellas tuvieran la idea de que el ejercicio intelectual era algo netamente masculino. 


“En promedio, de los libros que me llegan 80 son de hombres y 20 de mujeres. Desde toda mi experiencia como librero ha sido así”, comentó el librero, quien relató que generalmente son las mujeres las que compran libros de mujeres porque los hombres -no todos- no les gusta leer literatura escrita por mujeres. 


“Me ha pasado muchas veces, aunque suene insólito, que hombres vengan y me devuelvan libros aduciendo que las mujeres no saben escribir o que eso es literatura femenina, que eso no es para ellos. Y uno va a ver y están Virginia Woolf, Jane Austen, Clarice Lispector, Margarite Yourcenar o Piedad Bonnet por el lado colombiano y ya con esos nombres se desmitifica ese absurdo”, contó Wilson Mendoza, director de la Librería Grammata. 


En el caso de las lectoras que acuden a su librería, Mendoza destaca que las mujeres suelen ser más curiosas y abiertas a conocer y aceptar recomendaciones, en cambio los hombres llegan puntualmente por algo fijos y suelen ser inamovibles. “Aquí podría decir que hay un 50/50 en cuento al flujo de mujeres y hombres en la librería. Lo que sí he notado es que tienen una sensibilidad particular para escoger y recomendar a otros las lecturas que les interesa”, explicó. 

¿Hay o no diferencias?


Para Claudia Ivonne Giraldo sí hay diferencias entre una y otra escritura -entre la femenina y masculina-. “Portar un cuerpo de hombre o de mujer, vivir como tales, deja su impronta en la escritura; la moral, las costumbres de una época, el nivel cultural de quien escribe lo determina. Es notorio por ejemplo cómo hace décadas las mujeres que escribieron en Colombia lo tuvieron que hacer como una escritura en clave. Yo siento que las mujeres manejamos una lengua ajena. Tal vez para las escritoras de mi generación la independencia ganada y la posibilidad de no ser censuradas, o para las escritoras jóvenes de hoy, la situación sea muy diferente; pero fue diferente para las primeras que escribieron a contracorriente de todas las circunstancias. Fue una escritura sutil, velada en algunos casos y muy inteligente, que les permitía decir como si no dijeran”, explicó la editora.


Desde la visión de la escritora bogotana Lina María Pérez Gaviria, las mujeres ejercen la escritura como lo hacen autores y autoras “de todas las geografías y todos los tiempos: con la obligación ética y estética de hacerlo lo mejor que podamos desde lo que somos, cada uno, cada una,  con nuestros azares   a flor de palabra, con los hombres y mujeres que llevamos dentro, y los universos masculinos y femeninos que componen nuestras emociones”. 


Carolina Sanín concluyó que el mundo también se experimenta desde el cuerpo y desde la condición social. Por tanto, para la autora, se podría pensar que hay diferencias entre lo que puede escribir un hombre y lo que puede escribir una mujer: 
“Todos escribimos desde nuestra experiencia del mundo. Sin embargo, existe también lo que Virginia Woolf llamaba la mente hermafrodita. El arte puede surgir de allí, de esa mente que, estando en un hombre o en una mujer, es ambas cosas, hombre y mujer. Por otra parte, la condición marginal de la mujer puede hacer que la mujer escriba desde la margen de la tradición, y que desde ese lugar, más libre y quizá más exterior, innove más que los hombres y tenga mayor perspectiva que ellos”.

 

 

15 escritoras imprescindibles de la literatura colombiana:

 

Soledad Acosta de Samper (Bogotá, 1883-1913)

 

Rocío Vélez de Piedrahíta (Medellín, 1926)

 

Meira del Mar (Barranquilla, 1922- 2009)

 

María elena Uribe de Estrada (Medellín, 1928 – 2015)

 

Helena Araújo Ortiz (Bogotá, 1934-2015)

 

Fanny Buitrago (Barranquilla, 1943)

 

Albalucía Angel (Risaralda, 1939)

 

María Mercedes Carranza (Bogotá, 1945- 2003)

 

Piedad Bonnett (Amalfi, 1951)

 

María Cristina Restrepo (Medellín, 1949)

 

Laura Restrepo (Bogotá, 1950)

 

Lucía Estrada (Medellín, 1980)

 

Yolanda Reyes (Bucaramanga, 1949)

 

Andrea Cote (Barrancabermeja, 1981)

 

Carolina Sanín (Bogotá, 1973)

 

Cinco escritoras por descubrir y leer: 

Sofía Ospina de Navarro (Medellín, 1892-1974). Un libro: La buena mesa.

Laura Victora (Soatá, 1904-2004). Un libro: Cráter sellado.

Emilia Ayarza de Herrera (Bogotá, 1919-1966). Un libro: Voces al mundo.

Marvel Moreno (Barranquilla, 1939-1995). Un libro: En diciembre llegaban las brisas.

Paloma Pérez Sastre (1956, Jericó). Un libro: El inquilino.

 

 

 

 

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