Las puertas de El Jordán, uno de los espacios más representativos en la historia de Medellín, ubicado a una esquina del parque de Robledo, se reabrirán este martes 4 de julio. Hace más de un siglo este emblemático sitio fue el escenario de encuentro para los habitantes e ilustres visitantes de otras ciudades.

A pesar del prestigio que enaltecía El Jordán, sus años prósperos pasaron, y con el paso de los nuevos días su sostenimiento se hizo imposible, así se dio su cierre y posterior olvido.
Para honrar la memoria de esta emblemática arquitectura, la Administración local decidió iniciar un proceso de restauración. El predio adquirido por la Secretaría de Hacienda fue cedido a la secretaría de Cultura Ciudadana, que estuvo a cargo de la reparación de la deteriorada estructura.

Historia de la intervención
“Una vez que El Jordán fue declarado como bien de interés cultural por parte de Planeación de Medellín, se programó la restauración del espacio por dos razones fundamentales, primero porque tiene una gran importancia histórica y segundo por sus características arquitectónicas”, explicó Hermán Montoya, líder del programa Memoria y Patrimonio de la Secretaría de Cultura Ciudadana.

El proyecto para devolverle el brillo a ese espacio que acompañó las vidas de tantas generaciones en la ciudad de Medellín inició en alianza con la Fundación Ferrocarril de Antioquia, en 2013. “Fuimos con algunos ingenieros estructurales, miramos la edificación y vimos que se podía restaurar. Ahí empezamos”, contó Montoya.

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Las apuestas por devolverle la vida a El Jordán estaban echadas, aunque cabe contar que en el primer acercamiento a la edificación se recomendó demolerla, pero era de suma importancia conservar la estructura original para no atentar contra el patrimonio arquitectónico de la ciudad, reveló el funcionario.

En este punto del proyecto, los ingenieros del Ferrocarril de Antioquia fueron determinantes, tras valorar la estructura asumieron el reto de repararla, utilizaron tecnología para la inyección de mezcla en las paredes de tapia. Para la restauración de los murales se contó con el experto Rodólfo Vallin; después de cuatro años trabajando, los restauradores concluyeron la reparación de la estructura.

Será entonces este martes 4 de julio el día para reinaugurarlo. El acto contará con la participación de Luis Fernando González, arquitecto e historiador, quien junto a Alberto Burgos, miembro de la familia que dio vida al Jordán en 1891, reconstruirán la historia del simbólico lugar.

Origen del mítico Jordán
En 1832 se fundó un pequeño asentamiento llamado San Ciro sobre las laderas de la quebrada La Iguaná, por aquellos días esta quebrada era inclemente, cada vez que había lluvia el afluente amenazaba con crecer y desbordar sus aguas sobre las casas de los habitantes. Un día de 1880 se hizo realidad el temor de la comunidad, la quebrada arrasó con los ranchos y los dejó a la intemperie.

La comunidad del extinto caserío decidió buscar una nueva oportunidad, se establecieron en un corregimiento que ofrecía mejores condiciones naturales para las familias, el terreno elegido fue lo que hoy se conoce como barrio Robledo, que para ese momento era un prado verde, muy rural.

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En 1890 dos hermanos que habitaban allí decidieron crear un lugar para el disfrute y el encuentro social, se trata de Rubén y Román Burgos, fundadores de El Jordán. Ellos, en compañía de otro socio, solicitaron un préstamo de $2.000 a un banco local, y dieron inicio a las obras que culminarían con la inauguración de El Jordán en 1891.

Baños El Jordán fue el primer nombre que recibió el establecimiento, ahí se ofrecían tres piscinas para los visitantes, y el sitio comenzó a popularizarse.

El auge del Jordán
Durante una época fue reconocido por sus piscinas, luego por los bailes que allí se celebraban, el auge del Jordán parecía no llegar a su punto máximo. Por los escenarios de este lugar desfilaron duetos musicales legendarios: Garzón y Collazos, Obdulio y Julián, e inclusive el Dueto de Antaño.

“A El Jordán llegaron duetos reconocidos, pero no llegaban contratados por mi abuelo, los mismos clientes los llevaban”, explicó el nieto.

Doce años tenía Alberto Burgos cuando comenzó a frecuentar el negocio familiar, relató que vio llegar a El Jordán diversas personalidades de la sociedad colombiana, durante el tiempo de la guerra bipartidista en el país, los liberales se reunieron muchas veces en ese establecimiento.

Los carruajes de los distinguidos visitantes adornaban  El Jordán, si alguno de ellos pretendía unirse a los bailes del lugar era obligatorio llevar saco de paño, de lo contrario don Octavio le negaba la entrada a su negocio.

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Manuel Mejía Vallejo y León de Greiff llegaron a departir en el tradicional estadero, aunque tiempo después llegó el descenso del espacio hasta quedar en el olvido, ya no llegaban los duetos, ya no habían bailes, y poco a poco los toca discos se apagaron por siempre.

“El Jordán se fue hundiendo lentamente, se fue hundiendo y hundiendo hasta que se cerró”, concluyó Alberto Burgos, quien atesora en su casa una gigante colección de discos que hicieron parte del repertorio del establecimiento de su abuelo. Hoy día, don Alberto es el último Burgos que guarda la historia del emblemático Jordán.