Al parecer este método se hizo popular desde que fue utilizado en Santo Domingo, Antioquia, para cambiar la costumbre o resabio muy acentuado de una mula que siempre, en un alto del camino y antes de descender al pueblo, se detenía y no había manera de que continuara su trayecto con la carga. Ni fuetazos, ni palos, ni vendarle los ojos o empujarla servía hasta que un poblador, mediando apuesta, no hizo nada más que esperar a su lado, cargada la mula, todo el día, a que ella se decidiera a bajar con el peso de su carga encima. Ganó fama el señor Rendón y le dio en el pueblo reconocimiento y fama al método. Pero ese método es casi tan viejo como la especie humana y es usado para una infinidad de tareas.

Lo han usado los padres para que sus hijos tercos aprendan algo, lo utilizan los maestros para que los menos dotados logren lo que los aprendices normales realizan con pocas instrucciones y en corto tiempo. El método es inteligente en apariencia pero se trata de usar un camino absurdo para lograr algo sencillo. El Doctor Kellogs, famoso por haber inventado los cereales que le dieron fama y fortuna, lo utilizó con su obstinado hijo que se negaba a comer, obligándolo a que se quedara días enteros ante el mismo plato de comida, el terco era vencido no por el hambre sino por el deseo de jugar; igual que la mula del cuento que, agobiada por el peso, decidió, por sus propios medios, llegar a su destino antes que quedarse con toda su carga encima otro día más en su camino.

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Este triste y estéril método fue usado por mi padre para que aprendiera la letra de estilo llamada Palmer y arruinó no sé cuantas de mis vacaciones con libros enteros que debía transcribir a la caligrafía elegante y de uso comercial; de nada valió y solo logró que me aficionara a los relatos fantásticos de Salgari y los textos más absurdos de Hegel pero mi pobre caligrafía no progresó un milímetro en claridad o elegancia.

Un famoso escritor, descendiente del viejo Rendón, intentó patentar el método de su abuelo y llegó a Stuttgart proponiendo refinados y reiterados golpes de martillo sobre los dedos de manera sistemática como mecanismo para aligerar los dedos en el aprendizaje del piano; allá le dijeron que ese brillante método era inherente a toda la cultura alemana de los últimos ocho siglos y que sus resultados se podían observar en Bach o Telemann. Alborozado el escritor paisa descubrió que ese método fue el que usó el maestro de pintura de Hitler para que superara sus logros iniciales en acuarela y los aplicara a la dirección de un partido político.

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Algún extraño secreto debe albergar ese método pues sigue siendo usado, no sé si con éxito, por muchos maestros de geografía que obligan a sus alumnos a aprenderse doscientos accidentes de la costa pacífica y doscientos accidentes de la costa atlántica. Vi con mis propios ojos a un maestro de inglés fracasar por quince años en una generación completa de alumnos al obligarlos a memorizar trescientos verbos, quinientos sustantivos y dos mil adjetivos, todos desarrollaron un hermosa y pura animadversión a la lengua de Shakespeare. Podrá el lector sacar sus propias conclusiones y tomar decisiones cuando se trate de ayudar a alguien o a sí mismo a lograr algún objetivo.