José Manuel Freidel fue un adelantado a su época. Como todos los precursores, Freidel ideó una manera propia y de ruptura frente a lo que creía y sentía que podía ser el teatro: un baúl de posibilidades. Ese pensamiento de avanzada se originó desde la infancia, inclusive, sin haber nacido en Medellín (nació en Santa Bárbara, Antioquia, en 1951), lo que no fue un obstáculo para cultivar, desde la periferia, una cultura que abarcaba lo literario, lo histórico, lo pictórico y lo cinematográfico. 

Con un grupo de actores -convencidos por su propuesta y visión- Freidel fundó en 1975 la Corporación Artística de Teatro y Títeres La Fanfarria, que más tarde terminaría llamándose la Exfanfarria, y que ahora con su desaparición definitiva abre un hueco en esa memoria artística que el autor de Las Arpías supo cimentar en el teatro local y nacional. 

Freidel hizo parte de esa época donde el teatro comprometido, político, dominaba la escena. Él, desde su individualidad, supo alejarse -sin ser indiferente- de esta vertiente y crear una poética propia que combinaba, por momentos, un lenguaje barroco, con humor, o con imágenes líricas que dosificaba con algunos toques de oscuridad. 

“El trabajo de Freidel era de vanguardia, extraordinario, audaz, valiente, transgresor, revolucionario. De pocos dramaturgos de este país pueden decirse tantos adjetivos a la vez como de él. Era una joya, y nos dejó un legado como La Fanfarria (luego Exfanfarria) que es muy triste que desaparezca, porque eso es herir un legado tremendo que nos legó Freidel”, aseguró Cristóbal Peláez, director del Teatro Matacandelas. 

Por ejemplo, para Iván Ríos, director del Teatro Popular de Medellín, la desaparición de la Exfanfarria es una “pérdida irreparable para el movimiento teatral colombiano”. “Es la desaparición de un universo creativo -agregó-, es una alerta. Muchas agrupaciones están también a punto de reventar no saben si atender la cantidad de informes, formatos, documentos legales, bomberos, Dian, presupuestos, pólizas, contadores, interventores, etc. o dedicarse a investigar, crear, ensayar, montar y proyectar. Hace rato lo estético quedó relegado por lo legal patético”. 

Ese trabajó que creó Freidel para la Exfanfarria hacía que cada estreno del grupo fuera un acontecimiento en la ciudad, “en el sentido de la originalidad: situaciones dramáticas contundentes, transiciones de lo lírico a lo coloquial, a lo arcaico, despliegue de imágenes, escenografías creadas por el mismo Freidel, atmósferas evocadoras, engranajes de símbolos, metáforas y alusiones”, aseguró Adela Donadío, actriz y amiga del director.  

Para Óscar Jairo González, docente y escritor, y una de las personas que más conoce el trabajo de Freidel, en el director “está vaciada para mí en su totalidad, de una manera provocadora, de una manera escandalosa lo que era para él el teatro”. “No había teatro para él que no deviniera ni se incrustará en esa combinación -agregó-, provocación y escándalo. Y por ello mismo es entonces la construcción de una estética, la estética de su teatro, que se movía sin concesiones ni concertaciones teatrales, porque la estética no hace concesiones ni se concerta, y era eso lo que vaciaba en la escena. Es eso, lo que queda de su teatro, lo que continuará siendo de su teatro”.

La memoria de Freidel, a pesar del cierre de la Exfanfarria, sigue viva para Medellín y el teatro colombiano en general. Siendo símbolo de la independencia estética que todo gran adelantado a su época sabe trabajar con esmero y naturalidad. “Nunca había en el teatro de Freidel, nada que no se consumará (no en el consumo teatral) en su vida misma, en aquello que lo obsesionaba, en la rebelión que él contenía; una estética de la rebelión, que realizaba en el teatro de sí mismo y en la escena, y en lo que transmitía en ese momento y lo que transmite hoy”, agregó González.