Deberíamos tener funciones los domingos, para poder luchar contra los centros comerciales, que están arrebatándonos los públicos”, dijo entonces un director de teatro de la ciudad, cuando la discusión que se tenía sobre la mesa era la de los públicos y las artes escénicas en la capital de Antioquia. 
Según datos entregados hace más de un año por Medellín en Escena, porque hasta hoy no están consolidados unos nuevos, en esta ciudad los asistentes al año a las salas de teatro son 500.000, en promedio. Ninguna otra entidad, incluyendo a la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín, tiene la cifra exacta de cuántos son los que asisten a las salas.  Sin embargo, aún si fueran 1.000.000 los medellinenses que van a teatro, serían pocos, si se considera que sólo a la Fiesta del Libro y la Cultura asistieron este 2016 un total de 420.287 personas (en una semana).
¿Cuál es entonces el camino para que Medellín se encuentre con las artes escénicas?, es el interrogante que no tiene una única respuesta, en cuanto la diversidad nos llevaría a hablar en plural, a discutir sobre “públicos” y sobre “oportunidades”, siendo infinitas las variables. 
Olga Vásquez, magíster en Administración de Empresas Culturales y autora de la investigación Realidades y utopías de las artes escénicas en Medellín, plantea que una de las debilidades en esa conexión del teatro con los públicos de la ciudad tiene que ver con que “la creación se hace directamente desde el director, no se tiene nunca en cuenta al espectador, lo que hay en cartelera no tiene un estudio sobre qué puede gustarle a la gente”.
En ese contexto, vale la pena decir que lo que pasa por estos días en el Centro Comercial Premium Plaza resulta un buen ejercicio de encuentro teatral con el público, de creación desde la cercanía. El Teatro Musical de Colombia, dirigido por Samuel Rojas y Laura Duque, presenta para los visitantes Natividad, la provincia mágica de la Navidad, revista escénica que le lleva al ciudadano teatro y música, así este no se lo espere. 
Resulta que, mientras una señora compra zapatos, o algún joven se come un helado, en la mitad del Centro Comercial tiene lugar un espectáculo de música y actuación, con vestuario cuidado, con voces melodiosas, con personajes divertidos y cotidianos, que llaman la atención, haciendo que, quieran o no quieran, los medellinenses se detengan para ver qué es lo que pasa. 
Como ejercicio de encuentro con el público, Premium Plaza y Teatro Musical dan un ejemplo de gestión, teniendo siempre llenas las sillas que ubican para la presentación central, además de otros visitantes pidiéndoles fotos a los actores, quienes en diferentes lugares del espacio hacen presentaciones y capturan públicos, porque ubicaron una serie de pequeñas escenas del pueblo de la Navidad por todos los niveles de Premium Plaza. Entonces, no los ven solamente quienes van puntuales al show programado, los ven quienes van a una tienda u otra, aquellos que caminan en busca de un restaurante, los que asisten al gimnasio, y hasta el que se escapa al casino. Lo esperen o no, los caminantes se detienen para ver la propuesta escénica, que es el primer paso en el largo camino de formar a un espectador: decirle que hay un arte llamado teatro, que en la ciudad hay artistas, que además de ir a un centro comercial puede ir a uno de los más de treinta espacios de artes escénicas de la ciudad, que tiene en frente una nueva opción de disfrute y le puede interesar. 
Del montaje hay que decir que el sonido funciona correctamente, que la historia es de comprensión para las diferentes generaciones, que la musicalización sorprende, con voces cuidadas que entonan temas cortos, haciendo gala de trabajo y preparación. Las personificaciones no caen en lo aburrido del cuento tradicional de Navidad, así la estructura le apunte a revivirlo, porque los actores hacen gala de entonaciones perfectas y fluidas, de chistes cercanos, en momentos acertados.
Después de ver a cientos de personas reunidas para apreciar al Teatro Musical de Colombia, de que la abuela que compra regalos saque su celular para grabar el show, de escuchar carcajadas en masa con las ocurrencias de la puesta en escena, podemos decir que no necesariamente el teatro deba competir con los centros comerciales, que puede unirse a ellos, así suene capitalista, utilitarista o desbordado. Todo sea para sembrar semillas de interés en la ciudad por las artes escénicas, que mucho se necesitan. 
Este puede ser el momento de que nuestros actores se tomen estos concurridos lugares del comercio con obras todo el año. Si el ciudadano no va al teatro, si el ciudadano no se siente consumidor de teatro, ¿qué tal que el teatro lo capture, cuando menos se lo espera?
La formación de públicos no tiene una fórmula única, la gestión cultural tampoco. Eso no quiere decir que nada pueda inventarse y que ir a buscar al público no sea la opción, porque cuando hay discursos oficiales, como el de Lina Botero, subsecretaria de Arte y Cultura, que proponen la idea de “Medellín, ciudad de artistas”; debería de pensarse primero en quién elige a los artistas, quién decide si paga por un show, quién llena o no las salas, para volver al personaje central: el espectador, alejándose de una idea romántica que plantea que “el arte no necesita ser para muchos” y que se trabaja en la cultura “por amor al arte”, porque nada sería más bello que una ciudad que vive el teatro de verdad, pagando por él, aplaudiéndolo o criticándolo con un criterio formado en el tiempo.