Cuando el corazón se conmueve…las penas son de otro color

Autor: Empresarios por la Educación
13 julio de 2018 - 12:07 AM

Es vergonzoso y escandaloso lo que está pasando en el país, pero aún más vergonzoso es que millones de colombianos crean que este problema no les incumbe.

Diego Arbeláez Muñoz*

El sentido que da una vela encendida que refleja el horror de los colombianos que están siendo asesinados, el de un clamor que convoca una esperanza, la certeza de que es posible tener salidas comunes de una vez y por todas, hace que el peso de las penas compartidas y propias se tiña de muchos colores y que los latidos del corazón tengan un propósito común.

Y el propósito común de todo el país hoy debería ser la reflexión alrededor del hecho de que en Colombia, el cuarto país más desigual del mundo, según datos de la Unidad Nacional de Protección recientemente publicados, existen hoy 45.000 líderes sociales amenazados, entre ellos organizaciones locales y comunidades enteras; se reciben140 solicitudes diarias de protección y, lo que es todavía más aterrador, se sospecha que agentes del Estado están implicados en esta espantosa masacre nacional: más de 178 líderes asesinados desde la firma del Acuerdo de Paz (aunque, según la Defensoría del Pueblo, esta cifra ascendía a más de 311 hasta junio del presente año).

Lea también: Liderazgos contemporáneos: entre emociones y elecciones

De otro lado, el informe del Ministerio Público de abril de 2018 denominado Violencia sistémica contra los defensores de derechos territoriales en Colombia, se expone que “existen una serie de hechos y circunstancias que conforman dos tipos de patrones de violencia contra los defensores de derechos territoriales: (i) un grupo de hechos y circunstancias conforman el patrón de violencia ejercida al margen del aparato institucional, (ii) y otro grupo de hechos y circunstancias que solo pueden suceder dentro o con ocasión de las dinámicas estatales, que conforman el patrón de violencia relacionado con la institucionalidad”. 

Es vergonzoso y escandaloso lo que está pasando en el país, pero aún más vergonzoso es que millones de colombianos crean que este problema no les incumbe. Así mismo, el envalentonamiento del paramilitarismo y otros grupos ilegales pareciera tener respaldo moral y “permiso” político, alimentado con el silencio pasmoso e, incluso, la descalificación, por parte de líderes que están ahora en el poder, de expresiones en contra de estos asesinatos. 

Con preocupación me he preguntado: ¿Cómo hacer para que una pequeña dosis de este movimiento de admiración y ovación que nos ha movido como país con la llegada de Rusia de los jugadores de la Selección tenga lugar, también, para que nos animemos a defender la vida? No la de solo unos o la de solo otros: la de todos.

Defender la vida y defender la paz no se puede constituir en una amenaza. Y no me refiero solo a una firma: hablo de su paz, la mía y la de todos, asunto que incluye las diferencias políticas, religiosas y todas las demás, con un innegociable por dentro que no podemos mirar de reojo: el respeto a la vida de seres humanos que están luchando por sus sueños y sus tierras, el respeto a la paz que nos merecemos para vernos más cerquita, para distanciarnos de la idea de que el otro es una amenaza y por lo tanto merece morir.

Tengo la esperanza de que desde lo que sabemos más hacer, que es educar, los directivos docentes, las maestras y maestros del país (quienes, dolorosamente, también están siendo asesinados…) con la participación de las familias, puedan llevar a las aulas la reflexión sobre el sentido que tiene valorar la vida y participar en el fortalecimiento de las redes de apoyo familiar y social para que, juntos, podamos transformar la violencia.

Además: Educación: de la protesta a las propuestas

Lo que he encontrado, como una experiencia que se repite, es que un maestro enamorado de lo que es y lo que hace mueve montañas de sentido en sus estudiantes que, al sentirse vistos, contenidos, escuchados y cuidados, aprenden eso que nunca van a olvidar: no una “materia” en particular, sino aquello que definitivamente sí les sirve y les seguirá sirviendo para la vida de todos los días. Hablo del saber ser en toda su expresión, es decir, del ciudadano que es capaz de cuidar su vida y la de los demás.

Necesitamos que el corazón de los colombianos se conmueva y que las penas no se sigan tiñendo de rojo.

*Asesor en la Fundación Empresarios por la Educación, una organización de la sociedad civil que conecta sueños, proyectos, actores y recursos para contribuir al mejoramiento de la calidad educativa.

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