Consulta de Consciencia; muchas casuísticas y personalísimas

Autor: Sergio Roldán Gutiérrez
29 agosto de 2018 - 12:02 AM

Este tema creo que lo tenemos que revisar muy bien, porque nadie puede lanzar la primera piedra en este país.

A propósito de esa manía, muy de este lado del mundo, de echarle la culpa de todo lo que pasa a alguien. Un par de casos que recrean esa resistencia a la norma tan interiorizada que tenemos. Una corrupción genética que pasa de generación en generación y que necesita más que una consulta, más que actuar en contra de congresistas y magistrados, acciones individuales.

La semana pasada me pidió permiso una persona que trabaja con nosotros. Necesitaba la tarde para acompañar a su madre a una operación que le habían programado. Le pregunté como le había ido y me dice que no la habían podido operar por que el hambre ya la tenía mareada y se tomó una “sopita” suave que interrumpió ese periodo de ayuno obligatorio y no la pudieron operar. Le reprograman la operación para el día siguiente. Cuando llegó nuevamente ya preparada le dijeron que ya aparecía operada entonces no la podían operar. De ese caso me enteré yo, no me quiero imaginar de las cosas que uno no se entera en ese sistema de salud que tenemos. Otro caso que conocí es el de una familia que tiene una finca cerca de Yarumal, en el norte antioqueño, un lugar espectacular, con muchas vacas y muchos sembrados de papa. Ningún trabajador (y no son pocos) está vinculado al sistema de salud, porque dicen que si los sacan del Sisbén pierden todos los derechos. Ni los empleadores hacen nada, ni los trabajadores tampoco. Es otro caso del que me enteré, seguro que no es el único. También vi en la estación Acevedo del metro, a un policía diciéndole a una señora que los “Chiveros” estacionados en la calle la podían llevar al barrio Popular, en vez de recomendarle un taxi que cumple con todos los requisitos para operar. Un amigo me dice el domingo, mientras íbamos a la Universidad de Medellín, donde nos tocaba votar, que él estaba sin trabajo y que con lo que le habían pagado de liquidación estaba prestando plata a interés, mientras algo le salía. Parece increíble, pero todo eso pasó en la semana y lo más impresionante es que uno se acostumbra a escuchar cosas así todo el tiempo y nos parece tan normal; sin embargo, si nos tomamos el tiempo de hacer la cuenta de cuánto gana todo el mundo, nos parece tan extraño que ganen tanto, al punto que pensamos que es sin hacer nada. Claramente no vemos los años de estudio y de trabajo. Nos hacemos tan buenos para juzgar, que, si nos contrataran por lo que sabemos, por contar la vida de los otros y opinar cómo deberían vivirla, tendríamos contrato siempre y seríamos los mejores empleados.

 

Vea también: Aproximación a la deontología del bla, bla, bla

 

Todas, reflexiones de la tarde del domingo, en el parque de La Floresta con mis hijos esperando que terminara mi esposa su jornada como jurado de votación. Me estacioné detrás de una piscina de pelotas que estaba armada en la mitad de la vía. Mis hijos disfrutaron de todos los juegos de esa calle, todos ilegales, sin una cura por si alguno se llegara a rasguñar, vendiendo comida y dulces alrededor. Valía a 3.000 pesos el turno, operados por jóvenes a los que les pagaban 30.000 pesos el día. Le pregunto a la señora que cobraba: “¿Sí votó?” y me responde: “qué voy a votar por esos corruptos que de todas maneras se van a robar la plata”.

Este tema creo que lo tenemos que revisar muy bien porque nadie puede lanzar la primera piedra en este país. Para rematar, voy al médico hoy y me dice el especialista que milagrosamente me dio la cita en menos de dos meses: le recibo en efectivo, no hacemos transacciones con datáfono ni recibimos transferencias. En fin, es una conducta muy generalizada esta de tratar de hacer un esguince a la norma, muy del latinoamericano, y pienso que por ahí es por donde debería empezar la consulta anticorrupción, por una consulta de conciencia que me reduzca a cero los comportamientos irregulares, que, aunque son generalizados, no son correctos.

 

Puede interesarle: La ruta de la indignidad

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