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Que no se crean las ponzoñosas palabras de Darío Arizmendi, cuando fantasmagóricamente apareció vía telefónica en Caracol Radio, sobre las 6 a.m. del lunes pasado, luego de estar ausente en las ondas hertzianas muchos días –de manera fatídica–y no permanecer atornillado ni a las últimas noticias políticas ni a los resultados del plebiscito (dándole papaya a Luis Carlos Vélez, quien aprovechó la oportunidad para moverle la silla), según él por compromisos inmanejables (?) contraídos desde el semestre anterior. Para ese periodista, a guisa de conclusión de los resultados del 2 de octubre, “el único perdedor fue el país, fue Colombia”.
Sabia la frase que trajo esta vez Semana: “Los plebiscitos son considerados una evaluación del gobierno”. Pero vamos a filar la primera página de perdedores que parece ser todo un cartel inmisericorde de derrotados. Y esto lo decimos desde la trinchera de la sana lógica, en plena fase del posplebicito, que ya no del posconflicto. No dejo de rebobinar la vespertina y aniquilada imagen de Santos en el discurso de la derrota, acompañado de caras largas y jadeantes, como las de Humberto de la Calle, Sergio Jaramillo y los generales, que tenían el rictus de la debacle. Veamos:
El primero en la fila como perdedor, es obviamente Juan Manuel Santos, quien no ha gobernado jugándole todo al frustrado Nobel de la Paz. Hizo el oso político del año en guayabera, celebrando en Cartagena un triunfo sin ensillar las votaciones, amén de que tuvo otro ridículo mundial en la ONU ante 120 jefes de estado. Llenó la geografía nacional de mentiras, amenazando con la guerra si ganaba el no. El segundo de a bordo, no es otro que Humberto de la Calle, quien se envejeció en La Habana (cumplió allí los 70 años) y vio esfumar su candidatura a la presidencia 2018, tras el guiño santista como felonía a Vargas Lleras.
El tercero en la fila, es el expresidente César Gaviria, flamante gerente de la campaña del sí, arrogante y embebido de pugnacidad. Los cuartos en escena, son los partidos de la coalición de gobierno, reflejados especialmente por las figuras descabelladas de Roy Barreras y Armando Benedetti. Quintos en aparición, son la casi totalidad de los medios de comunicación, penosamente destapados por el sí por sus parcializados periodistas quienes les preguntaban a los representantes del no con cólera sinigual (Julito, Darío, Yolanda, Félix, Camila, Gustavito y otros cien). Sexto en el estrado: la revista Semana, con primera página en letras de molde gigantes por el sí y edición especial de lujo, con portada color mármol (de colección, según el título) con foto de Santos y Timochenko.
En séptimo turno, están la mayoría de los columnistas nacionales, comandados por Bejarano, Abad, Ana Cristina, Pascual, Giraldo, Molano y otros trescientos más, que vendieron su alma al diablo jugándole a la paz de Santos (de quien se burlaban antes) por atacar a Uribe. Para el octavo puesto, están las firmas encuestadoras, especialmente Invamer Gallup (inolvidable ese 67,6% por el sí y 32,4% por el no) que nuevamente fueron aplanchadas en credibilidad. En una novena posición, se fue al abismo la izquierda, que traicionando sus principios apoyó el proceso a media máquina por las diatribas para Juampa.
Un décimo puesto, lo ocuparon los académicos sabihondos que salieron a pontificar bajo las bondades imperdibles del sí y desfilaron envilecidamente en foros y conversatorios por doquier. La posición doce del escalafón de perdedores, no tiene otro nombre que el de los presidentes, jefes de estado y “ex” internacionales, que le dieron bomba a Santos con sus apoyos y paseítos encantadores, para sumarse a la piñata que terminó en cataclismo. El trece, es para el papa Francisco, que con sus vivas a Santos y su exigencia de que venía al país solo si ganaba el plebiscito, le dio los últimos votos al no.
Se me acabó el espacio. Permiso.