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Franz Kafka (Praga, Imperio austrohúngaro, 3 de julio de 1883 – Kierling, Austria, 3 de junio de 1924). Ilustración |
Óscar Jairo González Hernández
Profesor Facultad de Comunicación
Comunicación y Lenguajes Audiovisuales
Universidad de Medellín
Franz Kafka, escritor judío nacido en Praga, parte del Imperio austrohúngaro, logró uno de los relatos más influyentes de la literatura universal, La metamorfosis, obra que ha sido traducida a diferentes idiomas, y leída por millones de personas.
Como un homenaje a la permanencia en el tiempo de esta obra, cinco escritores locales hablaron sobre su importancia, al responder básicamente las preguntas ¿Cuándo, cómo y por qué leyó inicialmente La metamorfosis de Kafka y que le causó en ese momento su lectura? Y ¿leería de nuevo usted La metamorfosis, qué necesidad o interés tendría de hacerlo y desde dónde la haría?
“Mi primer acercamiento al texto responde a un ejercicio sugerido por el profesor Horacio Pérez Henao, quien dictaba (en el primer semestre) el curso de Introducción a la Literatura. Nos pidió leer, releer, escribir un texto a partir de la obra y responder un par de preguntas sobre los hechos referidos. ¡Buena metodología! La primera lectura me ayudó a identificar personajes y acciones. La segunda, la hice entre líneas, mastiqué el texto con calma y hasta sentí gran tristeza por el personaje. En mi libro hay evidencias de que en cada lectura hubo una intención distinta, hay dos tipos de subrayado. Finalmente, la escritura me permitió indagar sobre la vida del autor y establecer relaciones con la obra. Creo que es un buen libro para motivar la lectura en los estudiantes”.
“Me gustaría leerlo de nuevo para comparar el ejercicio de lectura de hace casi una década con el de hoy. ¿Señalaría lo mismo? ¿Las acciones tendrían para mí la misma relevancia? ¿Lograría una identificación con el texto? Por otro lado, creo que mis estudios en hermenéutica me permitirían destacar detalles que antes pasaron desapercibidos. Mis lecturas y mis experiencias podrían motivar una comprensión diferente del texto, aunque dudo que pueda concluir algo que no se haya dicho”.
“Leí el libro estando todavía en Bachillerato. Yo leía autores que motivaban mi curiosidad. Mis padres fueron llamados desde el colegio para conversar con ellos porque alguien considera que mi tarjeta de biblioteca tenía libros que no eran aptos para adolescentes. Pero yo atravesaba por el malestar existencial de los tempranos años sesenta. Otros autores que yo leía eran Sartre, Herman Hesse, Albert Camus”.
“No sólo lo he releído ya como adulto sino que de vez en cuando releo algunos fragmentos. Me parece que La metamorfosis refleja muy bien la lucha interna de Kafka por encontrar su verdadera identidad en una sociedad en la que había crecido pero a la que emocionalmente o culturalmente no pertenecía. Por eso nunca explica por qué en el personaje ocurre la transformación sino que simplemente lidia con ella, y con los demás. Para los que hemos sentido que a veces no pertenecemos al medio donde crecimos, esa obra nos da cierto confort”.
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Las portadas de diferentes ediciones de La metamorfosis, de Franz Kafka se han caracterizado por tener una imagen o ilustración de lo que le sucede a su protagonista. |
“Para mí la lectura de La metamorfosis no fue una tarea escolar, fue el inicio en el género de la literatura fantástica; alguien amanece convertido en un insecto, fue arrobador pues en la vida las mutaciones no son tema exquisito o artístico sino la realidad de la vida misma, como el deseo de pisar un suelo inédito o alcanzar una meta imposible”.
“El poder de este texto es que como un cirujano Kafka se introduce en ese pliegue de nuestra imaginación para siempre y nos disloca una vida simple en algo así como la posibilidad de que el misterio o el terror ocurran aquí y ahora”.
“Para mi generación los museos de ciencias naturales eran una fascinación pues podíamos casi palpar fetos de dos cabezas, aves descomunales o deformaciones nunca imaginadas. Cuando la fantasía se une tan de cerca a la realidad ocurre una epifanía y lo monstruoso ya hace parte de nuestra vida, lo divino se nos hace accesible y la extrañeza se hace parte de la piel”.
“La metamorfosis hizo trivial el encuentro con el surrealismo, por ejemplo, y nos mostró, por lo menos a mí, que lo extraordinario está en el andén que transito todos los días”.
“Ese texto es como el primer exceso, la primera transgresión que tiene un sentido sagrado que no merece repetirse pues se pierde la dimensión original de la desmesura”.
“Fui un lector precoz y voraz, por lo que cuando llegó a mis manos el relato de Kafka, hacia los 14 o 15 años, había ya en mí alguna propensión hacia lo fantástico, hacia la ‘irrealidad’ de la vida como sueño despierto que, de alguna manera, me preservó del impacto inicial que esta obra me produjo”.
“No obstante, el choque, el crash interior en mi sensibilidad fue definitivo. La literatura como realidad interior se hizo desde aquel día, absoluta. Hubo una indudable transformación íntima del ser que era yo entonces, aunque menos visible y sí más silenciosa, retraída, hasta llegar a condensarse con la adultez en aquella conciencia de absurdidad y extrañeza permanentes que Camus y Cioran confirmarían, junto a otras obras kafkianas, como El proceso”.
“Releo de tarde en tarde a Kafka, su Metamorfosis sigue suscitándome un interés especial, sigue ahí tan insólita y tan enigmática como siempre. Creo que precisamente por su brevedad e intensidad dramática, mantiene intacto su poder, su contundencia, su verdad. En este relato, como lo han sugerido tantos estudiosos, no sólo el hombre racional redescubre dramáticamente su animalidad, su monstruosidad inherente, sino que además, aprende a reconocer y a convivir con su naturaleza bipolar, angélica y maldita a la vez”.
“Son muy claros los términos en los que La metamorfosis está escrita pero igualmente misteriosas sus claves, sus símbolos para cada lector. Porque ya no es la sola irrupción de un elemento inesperado lo que quiebra en su momento la noción realista de una literatura, sino la asunción tranquila de la extrañeza, e incluso de lo inhumano en estado puro como componente verosímil de nuestra existencia lo que de allí se derivará, y lo que anticipa, lo que Kafka instaura aquí”.
“Para mí, sin embargo, más acá de las obviedades simbólicas que de esta obra se desprenden, sigue atrayéndome su lenguaje desnudo, el tono sereno y sin énfasis con el que alcanza a expresar la soledad, la vulnerabilidad y el dolor de lo humano sin más”.
“Hay que volver, sí, a Kafka, a su voz única, reconocible y más viva que nunca”.
“Si mal no recuerdo, hacía tercero de bachillerato y tenía un excelente profesor de español y literatura: Alberto Viña Calderón, quien nos inculcó el amor por los libros. Debía leerla para una exposición sobre la obra de Kafka, pues habíamos trabajado ya La colonia penitenciaria”.
“La leí y me sentí terrible, pues la relación con mi padre no era la mejor y también leímos Carta al padre, entonces mis emociones se encontraron, pues me sentía como un bicho incomprendido, situación que se potenciaba por otras lecturas también”.
“Épocas rebeldes y de contestación a la autoridad, representada por el padre. La primera impresión al leer el libro es de asco, especialmente cuando narra sobre las patas, la dificultad de moverse y cuando una fruta entra en su cuerpo. El encierro del personaje me llevó a leer el texto a la orilla de un río”.
“Hace días tuve la novela en mis manos y dije que sería una interesante lectura de vacaciones, pues me interesa releer las cartas a Milena y a Felice, entender con los años el amor hacia este personaje y especialmente a saber cómo su gran amigo le falló al no quemar sus obras. La necesidad de leerla es ver cómo escapó la primera víctima de la sociedad del gran hermano”.
Este escritor nació en una familia de comerciantes judíos, y se formó en un ambiente cultural alemán.
Su formación académica la enfocó a las leyes, él se doctoró en Derecho. Sin embargo, entre sus intereses estuvieron la mística y la religión judía.
En 1913, el editor Rowohlt publicó su primer libro, Meditaciones, que reúne extractos de su diario personal.
Aun así, el libro pasó desapercibido y sus títulos siguientes no lograron mucha notoriedad.
Con la Primera Guerra Mundial y el fracaso de un noviazgo en el que había depositado todas sus esperanzas, el deprimido Kafka comenzó las publicaciones más destacadas de su carrera: Entre 1913 y 1919 escribió El proceso, La metamorfosis y La condena. Además, publicó El chófer.