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Sergio Esteban Vélez.
Especial para EL MUNDO
Como escribe el crítico Eduardo Serrano: “Concentrándose en el manejo de sus medios y permitiendo a su talento e intelecto interactuar con plena independencia y total sinceridad, David Manzur ha logrado un indiscutido nivel de excelencia en la elaboración de unas imágenes entre poéticas y alarmantes, entre seductoras y premonitorias, las cuales conducen a reflexionar sobre el arte, sus definiciones y su historia, y también sobre el hombre, su inquietante presente y su incierto porvenir”.
En el diálogo que publicamos hoy, David Manzur nos revela importantes consideraciones acerca de lo que ha sido para él el lenguaje artístico, desde la Antigua Grecia y los genios del arte que han influido significativamente en su manera de ser y de pintar, hasta el siglo XXI, cuando tantos jóvenes sueñan con dejar huella.
-¿Cuáles han sido los estilos que han guiado sus consideraciones pictóricas?
“En la vida mía, ha habido cambios muy grandes, muy antagónicos. A mí, por ejemplo, me interesa mucho Picasso, sin tener nada de Picasso. Aunque tuve un período un poco cercano, pero no tanto a Picasso, sino al concepto que él tenía de las Cíclades, de las artes etruscas, del Arte Ibérico, de estas figuras, que eran arcaicas, en cierta manera, muy importantes, sobre todo las Cíclades.
“Yo creo que esos artistas que viven soñando con hacer un aporte e inventar algo nuevo están perdiendo el tiempo.
“Un tipo como Brancusi, por ejemplo, usa las Cíclades a tal punto de que hace de ellas un estudio nuevo, y no es más que el acercamiento.
“Picasso era obsesivo por las máscaras africanas, el Arte Egipcio, el Etrusco, las Cíclades y el Arte Ibérico. A él no le importaba que lo llamaran creador, y fue el más grande creador. “Todo artista nunca terminó lo que pensó y lo que se planteó. Miguel Ángel no terminó lo que pensó, al punto que él hacía cálculos tan equivocados, como cuando planeó la tumba de Julio II, de la que no quedan más que unos pocos esclavos y el Moisés.
“El artista, en su mente, tiene un trabajo como para 500 años. Esto lo digo con el sentido casi de derrota de decir que todo lo que tú me estás diciendo, de si vengo de Pisanello o de los artistas del siglo VII, sí es verdad, pero me doy cuenta de que necesito 500 años más”.
-Si hablamos de grandes maestros que lo han influenciado, hay, por supuesto, que remontarse a la Grecia Antigua.
“Yendo atrás, la experiencia nos ha enseñado que todo gran artista ha sido una historia del Arte en él mismo, que su vida, por larga que sea, ha sido una mínima parte de lo que pueda pensar, y ese pensamiento no debe terminar con su vida: tiene que retomarlo alguien. Y como todo artista no terminó, el que retoma lo que le faltó al otro está dando el punto más alto en la creatividad.
“En esa forma, hemos visto la sucesión de propuestas, no por un artista, sino por colectividades, épocas, períodos...
“Y si me preguntas quiénes han hecho eso, me remonto a Fidias, quien fue un afortunado, que, en el siglo V a.C. tuvo el apoyo de Pericles, el gran guerrero y hombre de gran cultura, que le dio carta abierta para crear su escuela. Fidias quería acercarse al Naturalismo, que es un remedo dentro del concepto de la escultura, de la realidad orgánica de la vida: animales y hombres. Él trabajó y llegó a hacer unos planteamientos muy bellos que se acercaban al Naturalismo.
“Más tarde, en el siglo III a.C., aparece Lisipo, el escultor predilecto de Alejandro Magno, y empieza el Arte a romper el eje vertical y la recta en los que trabajó Fidias.
“El conocimiento de esto es un recurso enorme, para cuando uno trabaja. Esto de lo que estoy hablando, aunque parece que se desviara de lo mío, son los patrones en los que yo me muevo. Y todos estos conceptos del movimiento, el micromundo, el detalle responden a todas estas preguntas, en el sentido de que en una época estoy aquí, y en otra, allá.
“Por ejemplo, los ejes son parte primordial en las composiciones, abstractas o figurativas; las diagonales tienen un papel, los fondos, y, ante todo, cuando pinto, el blanco de un cuadro es la primera forma, y ahora que entro a la escultura, ese bloque de aire mental ya es el primer paso también”.
-Usted es reconocido por ser un gran trabajador. ¿Cree que nuestros nuevos artistas han ido perdiendo esa constancia y capacidad de trabajo?
“Aparentemente, lo conceptual tiene una concepción muy filosófica, y hay veces que personas muy maduras llegan al punto en que la expresión es lo mínimo, para poder lanzar un pensamiento, a través del concepto de Artes Plásticas.
“Las artes, en algunos aspectos de la conceptualidad, se han minimalizado mucho en la manera en que se exponen los elementos, y el artista ahí invade el campo del poeta y del escritor, cuando, al hacer una obra, se entra en metáforas y combina elementos que tienen connotación más de tipo poético, que de tipo visual.
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La última exposición de David Manzur en Medellín fue Punto de partida, exhibida en la Galería Duque Arango en el 2013. Foto: Esneyder Gutiérrez
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“Pero eso es válido y es interesante. En todo artista, lo difícil es cómo desarrolla un planteamiento, cómo lo continúa.
“Tú muchas veces puedes ver una cosa que te maravilla de un artista, dentro de cualquier manifestación minimal, pero, de pronto, te desilusiona el paso siguiente.
“Muchas veces, el artista adivinó ahí, pero no pudo continuar. Esa es la prueba grande. Y, muchas veces, tú ves lo bueno y lo malo, al mismo tiempo, y se requiere tener una cultura muy fregada para saber qué es lo bueno y qué es lo malo.
“Casi siempre hay que ver un poco las trayectorias. Estos artistas que juegan a la metáfora y todo esto, generalmente, se están acercando al trasfondo, con el mínimo de elementos representativos de ese trasfondo.
“Entonces, hacen metáforas y acotaciones que se acercan mucho a la Filosofía y la Literatura, y prestan lo mínimo de lo visual, hasta el punto de que el artista no tiene que ser, además, un trabajador, sino que, al combinar dos elementos, ya se ha producido la obra de Arte.
“Todo esto parte de Marchel Duchamp, que, cuando propone el Ready Made, está ya dando la pauta clara de que el Arte no siempre hay que hacerlo: Si yo cojo este limón y lo pongo acá, ya hay una obra de Arte en el hecho de la intención de ponerlo acá, y, de pronto, el verde, para hablar de color, es más importante que el limón.
“O al revés: doy un brochazo verde en un lienzo blanco y digo: ‘Naturaleza muerta con limones’.
“¡Son formas ya tan escuetas! Parece que a estos artistas no les importara la transmisión del trasfondo, sino con lo mínimo, y eso pone al espectador en el plano de tener que complementar el conjunto”.
-¿Cree, entonces, que ha habido, en los últimos tres decenios, una involución en los conceptos del Arte, en Colombia? ¿Cree que nos hallamos ante la ausencia de una verdadera universidad y que sólo puede sentirse la presencia de un vanguardismo vacío?
“No. Al contrario: hay una diversidad de propuestas conceptuales enorme, de gran imaginación y mucha creatividad.
“Las comunicaciones cada vez son más inmediatas en todo el mundo, entonces hay un bombardeo de imágenes visuales, de efectos y cosas periodísticas, políticas, culturales, económicas, que le van llenando a uno la cabeza.
“Dentro de eso, hay que ser un genio para saber limitarse y decir por dónde va uno a expresar todo lo que siente.Entonces ahí se llega a lo del trasfondo, que no es el Arte, sino el punto de partida para el Arte.
“Una persona que hace una instalación está mostrando la radiografía de ese trasfondo y, muchas veces, una instalación tiene todas las cualidades de la gran obra de Arte, sin que, inclusive, tenga compromisos con testigos o efectos visuales. Yo me acuerdo de una exposición de Arman: Ocho metros cúbicos de aire, y era la consecuencia de un pensamiento filosófico que era válido. No era un chiste.
“Entonces, la contemporaneidad a mí me parece muy inquietante y empujadora, y a uno lo obliga a limitarse, para poder profundizar y mantener un lenguaje, porque a lo que más lo invita la modernidad a uno es a tocar todas las puertas.
“Tal vez, cuando uno tiene entre 20 y 30 años, debe tocar todas las puertas y probar; pero cuando uno tiene ya mi edad, no. Pero el error más grande es decir: ‘eso no sirve’, ‘eso no vale’, ‘no quiero ver esto’.
“Al contrario: yo creo que en mi obra, inclusive, se suman todos esos efectos, dentro de la medida de lo que yo puedo dar, y, si me preguntan sobre el futuro, yo creo que la Ciencia va a tener incursión en el Arte, indudablemente.
“Los efectos de posibilidades de movimientos de luz, controles de luz y de los espacios, controles de la Química y la Física, sumados al Arte, podrán predecir efectos impredecibles, indudablemente”.
-¿Qué piensa del afán de tantos artistas por ser contemporáneos?
“La angustia de la contemporaneidad es el sentido de la innovación y muchas veces la innovación, si no obedece a un proceso de decantación intelectual, no es otra cosa que la extravagancia, que se parece mucho a la creatividad, con la diferencia de que la extravagancia no sabe de dónde viene ni a dónde va y, usualmente, termina en el concepto moda, que es muy admirable, en las artes aplicadas, como el vestir, la decoración, el comer... Pero, en el Arte, las propuestas se ligan. Claro que, a medida que el hombre rompe paredes para encontrar a través de la Ciencia posturas y sensaciones nuevas, estas son aplicables en el Arte”.
“Haga lo que haga, soy contemporáneo: de ya y para adelante, y nada para atrás. ¿O es que yo vivo en 1500? Estamos en el siglo XXI. ¿Seré o no contemporáneo?”.
David Manzur habló sobre el artista francés Théodore Géricault, creador de obras como Oficial de cazadores a la carga (1812), Carrera de caballos en el carnaval de Roma (1817) y La balsa de la medusa (1819).
“Con un solo cuadro un artista puede pasar a la inmortalidad, como Géricault, que aunque no pintó mucho, más que todo caballos, pasa a la historia es con La balsa de la medusa, que es magistral, inquietante en todos los aspectos.
“Es un cuadro que yo llamaría periodístico, porque por esa denuncia que hizo Géricault, a través de esa obra, se cayó el Gobierno francés del momento.
“Estos son cuadros que son como una fuente de salida y de miles de ideas para mí”.
El creador colombiano también se refirió a Alejandro Obregón, de quien fue muy amigo y contemporáneo.
A la pregunta, ¿siente que es uno de los artistas que fueron rozados por la influencia de Obregón, sobre todo en los núcleos de luz?, el artista respondió: “Sí, tal vez sí. En una época, Alejandro me impresionó mucho. Especialmente unas cosas de volcanes que pintó en un período”.
Manzur concluyó que “él era un gran colorista y, como colorista, tenía siempre un balance perfecto, entre qué neutralizaba y qué dejaba en estado casi crudo. Por ejemplo, esos pescados que él pintaba, de pronto emergían de grises y terminaban en rojos, y esa es una connotación que yo tengo también muy clara en mi obra”.