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Foto: Cortesía
Miguel Littín dijo que es un espectador del cine colombiano, a través de autores como Víctor Gaviria y Sergio Cabrera. |
Twitter: @danielgrajalest
Cuando está en silencio, Miguel Littín prefiere cerrar los ojos para volver al pasado y recordar momentos felices, pero también para imaginar el futuro, que en su caso se traduce en “vivir, que es exactamente seguir haciendo cine, una de las cosas que hago con mayor felicidad”.
Si no entiende algo, repite dos veces: “¿Qué decís, qué decís?”, vuelve a cerrar los ojos, respira y responde. Cree que así se concentra más en las preguntas, ya que “para mí es necesario el silencio”.
Este cineasta y literato compartió anécdotas de su amistad con García Márquez, de su carrera cinematográfica, y habló de Allende en su laberinto, su última película, en la que cuenta “cómo fueron las últimas horas de Salvador Allende”, que será estrenada el próximo 13 de noviembre en Chile.
“Cuando hablamos de él como narrador literario, es su voz la que está contando una historia. Lo hace con una magia, con una destreza, con la genialidad del alquimista, que trasmuta la materia en espíritu, que es capaz de cambiar la piedra en oro.
“Cuando él pasa a otro medio, al cine, está traspasando su voz, porque no lo hace directamente, lo hace a través de un director de cine, que tiene otra visión de la vida, otros recursos narrativos.
“Ahora, lo que hace que una cosa sea buena o sea mala, que es la comparación que hace la gente, es que la gente si conoce la literatura de García Márquez, porque es el narrador más famoso de la lengua española”.
“Su humanidad, su interés, su destreza y su habilidad literaria. En lo que tiene relación conmigo, lo que debo destacar es su amistad, su gran humanidad, que fue lo que hizo que le contara mi historia.
“Cuando nosotros hablamos de esto, Gabo no me dijo que iba a escribir un libro.
“Como éramos grandes amigos, un amigo que hasta hoy añoro, conversamos de todo, de mi viaje clandestino a Chile luchando por la democracia y por la dictadura. Después de que terminé el viaje, me preguntó cómo me había ido y yo se lo conté. Luego, surgió sorpresivamente el libro”.
“Alguien me llevó el manuscrito, yo me sorprendí mucho de que las conversaciones de nosotros dos estaban contadas en ese libro, en primera persona. Él ya era Nobel de Literatura, yo estaba sorprendido, a veces con mucha cautela, con mucho entusiasmo, otras con temor de algunas afirmaciones con las que yo no estaba de acuerdo, sobretodo de algunas observaciones acerca de mi vestimenta (risas).
“Le decía: -Yo no me visto así.
“Él respondía: -"Eso no importa"
“Y yo le alegaba que no lo estaba diciendo cualquiera, que si fuera otro no me importaría, pero que lo estaba diciendo él.
“Teníamos unas charlas muy naturales, muy fluidas sobre el tema”.
“Son realidades sociales, ideológicas, pero no políticas inmediatas, que están hechas por hombres, entonces hay que centrar el punto de vista en el hombre y la mujer, en sus conductas naturales, y tratar de comprender, profundizando en el humanismo.
Yo no conozco otra manera, todo lo que está hecho por el hombre hay que entenderlo a través del hombre”.
“Fue un proceso muy azaroso, muy doloroso, muy difícil, muy complejo hasta hoy.
“Tengo la gran angustia de saber qué va a pensar la gente de la película, la gente que está en el supermercado, en la farmacia, que va a la escuela, no pienso en la crítica, ni en la academia..
“Mi anhelo es que gran cantidad de gente la vea, que tenga su propia opinión, ya que esta historia ya no me pertenece, es de la humanidad, del continente”.
“La vida de un cineasta en Latinoamérica es muy complicada. Somos cineastas independientes, no pertenecemos a estudios, no tenemos empresas, no tenemos nada, somos una mezcla de alquimista, de artesano, de obrero, de productores de sí mismos.
“Entonces, uno tiene que encontrar los recursos, ver si está en estado de ánimo para contar una historia, si tiene los elementos narrativos, la capacidad de concentración, si el momento histórico es oportuno.
“En definitiva, cuando uno ha pasado los 60 años, tiene que evaluar también si está en condiciones físicas para poder ejecutar esos trabajos”.
“Soy muy riguroso, estudio mucho. Una vez que recorro la carretera, el lugar donde voy a correr esa carrera, que conozco todos los pormenores posibles, dejo que fluya mi instinto, que el subconsciente sea más fuerte que el consciente y que corra narrativamente. Es una carrera desbocada, de un caballo, de un corcel que no tiene ni frontera ni frente”.
“No exactamente, son estados y situaciones distintas, diferentes. Hay horas del día en que las obsesiones son más fuertes, no es mecánico.
“Cuando estaba en el exilio, yo buscaba con mucha desesperación un lugar que se pareciera a Chile, pero fui encontrando en cada amanecer, en cada noche, en cada día, su propia estética. Me enamoré de México, me di cuenta de que la Cordillera de los Andes no solo estaba enfrente de Santiago de Chile.
“Permanentemente quien se dedica al arte está en reflexión y acción. Hay una hora del día, en cualquier parte del mundo que esté, en la cual pienso sobre mí ser, sobre la existencia de Dios, o dejo que el subconsciente me invada y espero que me ilumine”.
“Gabo no se detenía en esas cosas. Hacía apreciaciones generales y muy generosas. Sin embargo, él escribió artículos en muchos diarios del mundo sobre mis películas, aunque no me preguntaba, ni contaba, sobre qué iba a escribir.
“Él fue muchas veces a las filmaciones en las que yo estaba, eso no se sabe mucho, pero fue a la gran mayoría.
“También iba al estudio, el vio por primera vez Actas de Marusia. Fue la primera persona en verla, estaba delante de mí frente a la pantalla, se volteó, solo me miró y sin decir nada, yo sentí que con eso me dijo que estaba sorprendido. Los gestos dicen mucho, cuando conoces a un amigo.
“Gabo ayudó mucho en mi cine, cuando yo estaba en Cannes, esperando el premio, el me llamó por teléfono a preguntarme que había pasado, se sintió feliz”.
“Sin duda el aliento épico de Neruda está presente en Actas de Marusia, en La tierra prometida (1973), así como la capacidad de novelar de Gabo, hay todas las improntas que han significado una guía, un aprendizaje en mi vida. Juan Rulfo, también está.
“Son universos de luces, iluminan, pero dan luces también a esos pequeños mundos”.
“Esa sería la película ideal, con todos esos grandes personajes conversando, conviviendo, viviendo. No la tengo pensada hacer, pero sería una gran idea”.
“Extraño las conversaciones con él, su presencia tan grata, tan tierna, esa manera de llenar la vida y los días de gran alegría, de gran esperanza. Gabo vivía entregándole alegría y felicidad a la gente que el quería, a sus amigos, y por ende a sus lectores. Nadie ha hecho feliz a tanta gente en este continente como Gabo, su presencia, su ternura, su amistad, son algo que uno añora mucho”.
Miguel Ernesto Littín Cucumides nació en Palmilla, Chile, el 9 de agosto de 1942.
Comenzó sus estudios básicos en el Instituto Regional Federico Errázuriz de Santa Cruz, y luego cursó Teatro en la Universidad de Chile. Después, trabajó como director de televisión en el canal de la misma institución de educación superior.
Luego de presentar su primera película, El Chacal de Nahueltoro (1969), Salvador Allende lo designó como Presidente del Directorio de la Empresa del Estado Chile Films.
Durante el gobierno de la Unidad Popular, junto con sus labores ejecutivas, realizó documentales y el largometraje La tierra prometida (1973), la cual terminó lejos de su patria, ya que con el golpe militar y el establecimiento de la dictadura de Augusto Pinochet, se exilió en 1973, en México y posteriormente en España.
En 1976, este director de cine y escritor recibió dos Premio Ariel: Uno a la Mejor dirección y otro al Mejor guión, por su película Actas de Marusia (1975), con la que consiguió además una nominación en el Festival Internacional de Cine de Cannes como Mejor película.
También, fue nominado con esta cinta a los Premios Oscar correspondientes, en la categoría Mejor película extranjera.
Aunque fue alcalde de su ciudad natal durante el período 1992-1994 y reelecto para el periodo 1996-2000, ha dicho que su gran pasión es el cine, el cual le ha dado gran reconocimiento.
1965
Por la tierra ajena
1969
El Chacal de Nahueltoro
1971
Compañero Presidente (documental)
1973
La tierra prometida
1974
Actas de Marusia
1978
El recurso del método
1980
La viuda de Montiel
1981
Alsino y el cóndor
1986
Acta general de Chile (documental)
1989
Sandino
1994
Los náufragos
2000
Tierra del Fuego
2002
Crónicas palestinas (documental)
2002
El abanderado
2005
La última Luna
2009
Dawson. Isla 10
2014
Allende en su laberinto