Columnistas

Una celebraci髇 inocua
Autor: Jorge Alberto Vel醩quez Betancur
22 de Agosto de 2013


La celebraci髇 de los 200 a駉s de independencia de Antioquia no puede pasar en vano.

La celebración de los 200 años de independencia de Antioquia no puede pasar en vano. Es una oportunidad para aprovechar y lanzarle al país el mensaje de que otro modelo político de desarrollo es necesario, a partir del respeto a las nacionalidades presentes y a las regiones consolidadas en el territorio colombiano. 


En Colombia la construcción de un discurso de cohesión e identidad nacional está caracterizado por la ausencia de relatos generales e integraciones efectivas debido a una tradición de debilidad institucional que ha dificultado la consolidación de un Estado- nación que cuente con la capacidad de controlar y gobernar el país.


El Estado en Colombia ha carecido de un proyecto político y narrativo explícito que haya tenido algún tipo de éxito en la creación de un nacionalismo consolidado. Esto se debe en gran medida al hecho de que los proyectos que han intentado construir nación, como un proyecto de reconocimiento social, han centrado sus perspectivas en Bogotá y la construcción de una nacionalidad para la capital de la república que excluye las demás manifestaciones regionales. Colombia ha sido un país que se ha confundido con la capital y que hasta los años cincuenta sólo había incorporado culturalmente el espacio andino desconociendo las culturas regionales. Este aislamiento sigue operante en muchas formas.


No ha habido en el país un proyecto claro de construcción de lo nacional lo que ha dificultado por lo tanto la creación de símbolos e iconos nacionales que legitimen una historia patria y creen una gesta nacionalista con la que los individuos logren construir lazos que los identifiquen con la “nación colombiana”. 


Esto se debe en parte, por un lado, a la ausencia de mitos fundacionales fuertes, y de iconos con los que todos se sientan identificados. Por otro, ha habido una ineficiencia de las instituciones y de los gobiernos, que han imposibilitado la creación de un Estado y sus funciones claras, pero sin embargo, siguiendo la expresión de David Bushnell, Colombia ha sido una nación a pesar de sí misma. 


Esto nos remite a la pregunta por la aplicación de los modelos de los Estados modernos europeos a los casos latinoamericanos, y específicamente el colombiano. Hay modelos de análisis que permiten reconocer la existencia de un Estado moderno a partir de la consolidación de instituciones fuertes, y según esto Colombia, a duras penas en la segunda mitad del siglo XX, coincide, o al menos se acerca, a esos modelos de análisis. Sería importante poder pensar el problema del Estado en Colombia desde otras perspectivas y aplicando otros modelos o quizás construir uno propio.


El Federalismo es la salida, quizás la única, pero no puede ser una respuesta coyuntural a los malos tratos del centralismo rampante que reina en Colombia. Debe ser un programa y un propósito permanentes.


Un Estado con un territorio tan grande como Colombia es ingobernable. Lo demuestra la historia y lo percibimos por los hechos que vemos y padecemos todos los días. El Estado centralizado no llega a las regiones, no se ve en las zonas de frontera y no se siente en la llamada “provincia”, que para Bogotá no es un sustantivo sino un “descalificativo”. Un Estado más pequeño puede tener mejores controles, entre ellos a la impunidad y a la corrupción. Si no lo intentamos, no lo podemos demostrar.


La Constitución colombiana contempla varios mecanismos de participación ciudadana que están sin estrenar. Por ejemplo: la iniciativa popular. A través de la Iniciativa Popular se puede convocar un Referendum, u obligar al Congreso a que lo convoque, para cambiar la Constitución y establecer, entre otras reformas urgentes, un Régimen Federal para Colombia, como ya se hizo en las Constituciones de 1853, 1858 y 1863. 


Esta es la mejor manera de celebrar los 200 años del grito de indepedencia, porque la independencia como tal no la hemos tenido.