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El arzobispo de Medellín, monseñor Ricardo Tobón, el alcalde Aníbal Gaviria y las madres Lauritas, encabezaron el grupo de fieles que se reunió para reconocer y recordar a la madre Laura. |
Luz María Tobón
Enviada Especial
Roma
Hoy Roma habla español, católico, alegre. Está expresado en miles de personas que merodean por El Vaticano en el entusiasta peregrinaje que celebra a la primera santa colombiana, una monja que llegó a ser fundadora porque la vida se lo exigió, y que reivindicó para la Iglesia a los pueblos indígenas de América.
Su santidad comenzó a ser celebrada en la vigilia convocada por las madres Lauritas para unirse con congregaciones hermanas en una fiesta multicultural, multinacional y diversa, que reconoció a la Santa como una hija de Cristo, en tanto, como él, se sometió a sacrificios y humillaciones para difundir la obra de Dios.
Allí confluyeron la monja llegada de Eslovaquia, que trabaja en Rusia en la comunidad Familia de María, y recibió como nombre de religiosa el de Laura, con las misioneras que hoy llevan el mensaje de la misión a comunidades indígenas y católicas asentadas en el mundo entero y en todos los rincones de Colombia. Ellas rodeaban con alegría al médico Carlos Eduardo Restrepo, cuya curación fue milagro certificado por la Santa Sede para la canonización; a los obispos colombianos que, contrario a los de los años 40, concurren en las ceremonias de celebración de la ilustre religiosa, así como a religiosos y ciudadanos que hoy señalan la importancia de la madre Laura en la transformación de la Iglesia y celebran con ella su fiesta fundacional.