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Sus obras están protagonizadas por el amor y la muerte. Por la vida y el recuerdo. Por Felipe y Leonardo, en “Un beso de Dick”; Por Fernando y Adrián, en “Vista desde una acera”; por Fernando y Diego, en su propia vida. Y esas historias, o mejor, la primera de ellas, es reconocida hoy con el adjetivo de obra de culto por varios lectores.
Hablamos de Fernando Molano Vargas, el fallecido escritor bogotano que sorprendió en 1992 por la ternura con la que contó la historia de dos adolescentes homosexuales en “Un beso de Dick”: “Yo quisiera decirle a mi amigo que lo amo. O algo así. Pero a mí solo me salen besos”, escribió en esa novela.
Molano volvió a ser noticia en 2012, cuando apareció en el mercado una obra póstuma, “Vista desde una acera”, en la que narra la historia de amor entre dos estudiantes universitarios enfermos de sida.
El manuscrito de la novela permaneció guardado en la Biblioteca Luis Ángel Arango, de Bogotá, durante varios años. La obra fue escrita gracias a un premio de Colcultura que el escritor ganó, pero nunca vio publicado el libro, pues murió.
Fue una amiga suya quien se encargó de rescatarlo. Y un amigo cercano, David Jiménez, quien se ocupó de editarlo y hacer posible su publicación.
Precisamente él, David Jiménez, habla sobre esta obra póstuma, así como del trabajo literario de Molano.
“Fue mi alumno en los cursos de literatura que yo dictaba por entonces en la Universidad Pedagógica Nacional. Las afinidades literarias nos fueron llevando a una amistad que se amplió y se afianzó con el tiempo”.
“Cómo llegó el manuscrito a la Biblioteca, no lo sé. Tal vez el mismo Fernando se encargó de enviarlo o quizá era política de Colcultura conservar en ese lugar los originales escritos con becas de la Institución. Yo sabía que él estaba escribiendo una segunda novela, pero cuando murió nadie supo dar razón de dónde había quedado el manuscrito. Fue una amiga de Fernando, Patricia Caicedo, compañera suya de universidad, quien se encontró la copia en la biblioteca, y por medio de ella llegó a mis manos. El texto estaba transcrito con mucho descuido y lleno de errores, de donde deduzco que Fernando debió encargar esa copia a otra persona, pues él era un escritor competente en materia gramatical y muy cuidadoso. Mi tarea fue lograr un texto limpio, sin suprimir una sola frase, e introduciendo cambios solo cuando una duda razonable me hacía pensar que quien había hecho la transcripción podría haberse equivocado o cometido una errata. La consideración fundamental fue respetar el tono coloquial de la obra tan cercana al habla común de la conversación. Ese trabajo lo hice con Bibiana Castro, egresada de literatura de la Universidad Nacional y quien casualmente trabajaba en ese momento como correctora de estilo de la editorial Planeta. Antes de enviarla a esta editorial, yo había hecho un intento con Alfaguara, pero no dio resultado”.
“Héctor Abad comentó que la novela le parecía inacabada y que tal vez no era ése el final que Molano quería. He oído a buenos lectores decir que termina abruptamente. Yo no estoy seguro. Mi impresión es que Fernando se apresuró a ponerle el punto final porque sintió que le quedaba poco tiempo de vida. Para mí, termina bien. Lo que sí es cierto es que no alcanzó a corregir la copia que quedó de la novela”.
“Yo diría que el material es todo vivido, experimentado por el autor antes de pasar a ser materia vivida por los protagonistas. Pero en ese proceso de crear el personaje, el material recibe elaboraciones, transformaciones inevitables que hacen que la narración no se pueda leer literalmente como si el autor estuviera hablando de sí mismo. En la autobiografía el personaje principal se llama como el autor y por convención debe entenderse que todo pasó en la vida de éste tal como se narra en la obra. Ese no es el caso de ‘Vista desde una acera’”.
“Es, sin duda, una novela muy crítica, nada complaciente. La novela anterior de Molano, ‘Un beso de Dick’, era casi un idilio. En ésta hay demasiado infierno vivido por los dos amigos, protagonistas de la historia. Sin embargo, no hay la pretensión de retratar la sociedad colombiana como un todo. Son ciertos momentos de reflexión del narrador o situaciones particulares de los personajes los que dejan aparecer la insatisfacción con ciertos aspectos muy concretos de la realidad: la educación recibida en el colegio, la atención médica para su enfermedad, la discriminación que sufren por ser homosexuales, por el tipo de enfermedad que padecen o por causa de la pobreza. El narrador es, sin duda, un inconforme o, incluso, para decirlo con una palabra muy de hoy, un indignado”.
“Tienen en común que son historias deliberadamente pensadas como historias de amor. La sexualidad está ligada al amor, por lo menos en la línea narrativa principal. En ‘Un beso de Dick’, los personajes son adolescentes ingenuos, que descubren el sexo y el amor al mismo tiempo. No tienen conciencia de culpa por su homosexualidad ni sienten el peso de la pobreza y la enfermedad que marcan duramente a los personajes de ‘Vista desde una acera’. Estos son todavía jóvenes pero ya no pueden darse el lujo de la ingenuidad. Uno de ellos ha pasado por una violación, descrita en la obra como una pesadilla. El idilio ha terminado y la vida, con toda la crueldad que puede tener en ciertos casos, se les viene encima y los aplasta”.
“Crítica hubo muy poca, casi siempre positiva. La novela no fue leída por un público amplio, por las condiciones de edición y distribución. Su circulación fue, por lo general, de mano en mano. Se convirtió, dicen algunos, en una obra de culto, y se habló de ella en algunos blogs. Hay también una obra de teatro basada en la novela”.
“El libro de poemas fue publicado por la editorial de la Universidad de Antioquia. Héctor Abad (creo que él fue el editor) se esforzó porque saliera a tiempo para que Fernando pudiera tenerlo en sus manos antes de morir. No estoy seguro de si lo vio o no. Es un libro, en mi opinión, extraordinario. Los temas son los mismos de sus novelas e, incluso, podría decirse que son poemas básicamente narrativos, sin que esto se interponga en su lirismo. Está lleno, como sus relatos, de coloquialismos, y algunos son casi conversados en voz baja. El autor lo dedicó a la memoria de su compañero y amante que lo precedió en la muerte. Todos son poemas de amor, muy intensos pero contenidos. Con frecuencia hay en ellos un humor soterrado que les da mayor fuerza y contribuye a rebajar el patetismo de ciertos temas. Sí es cierto que el libro desapareció de librerías muy pronto o no llegó a muchas”.
“Sé que hasta el final tuvo en mente seguir escribiendo. Creo que tenía algunos proyectos apenas en germen. Si en el momento de su muerte había algo ya en proceso, yo nunca lo supe”.
Nació en Bogotá en 1961.
Estudió lingüística y literatura en la Universidad pedagógica y cine y televisión en la Universidad Nacional.
Ganó el primer Concurso Nacional de Novela de la Cámara de Comercio de Medellín con “Un beso de Dick”. El jurado del evento estuvo conformad por Fernando Soto Aparicio, Héctor Abad Faciolince y Carlos José Restrepo. La obra causó gran polémica y durante muchos años fue casi imposible conseguir en el mercado una edición impresa. El libro puede considerarse hoy como una obra de culto que incluso ha sido adaptada al teatro.
Murió de sida en 1998, a los 37 años de edad, junto a su compañero Diego.