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Los marxistas suelen hablar de las condiciones objetivas, que son aquel conjunto de hechos que hacen inevitable la revolución: la pobreza, la lucha de clases, la opresión extrema, etc. Ocurre, sin embargo, que lo que consideran condiciones objetivas solo son tales en su imaginación, como lo prueba el hecho de que en el mundo hay muchísimos países más pobres que Colombia y no han hecho la revolución. Y lo que piensan que es opresión extrema, es una nación democrática que trata de imponer el imperio de la ley para asegurar los derechos de los colombianos y que tiene, precisamente, grupos subversivos y de autodefensa que impiden con su accionar, abusivo y criminal, la consolidación de Colombia como una país que avanza hacia mejores estándares de vida. Contrario a lo que los guerrilleros creen, la condición objetiva que necesita superar Colombia para ser una democracia rica y equitativa.
Las encuestas muestran el declive del gobierno. Es una manifestación de la descomposición estructural que vive el país, cuya causa principal es el incumplimiento del compromiso esencial por el cual fue elegido el presidente: preservar la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social.
El presidente y sus asesores pensaron que invocar un programa que no era suyo para ser elegido y cambiarlo por otro, exactamente contrario al que se comprometió, no iba a tener costo político. Grave equivocación. El éxito y el arraigo entre los ciudadanos del ex presidente Uribe, con los defectos que pueda haber tenido, se debió a que acertó en el tratamiento de los problemas fundamentales que aquejaban y aquejan a la nación: el desafío de la subversión y las autodefensas no era un cuento, sino una realidad, alimentada por el narcotráfico, que llevaba a nuestra democracia a la inviabilidad y que, por tanto, había que erradicar completamente. Uribe hizo su tarea.