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Mario Londoño empezó su carrera en las artes con la exposición "Talleres del taller", que fue realizada en la Cámara de Comercio de Medellín en 1979. |
Óscar Jairo González
Profesor Comunicación y Lenguajes Audiovisuales. Universidad de Medellín
No se puede desprender de lo humano. Eso afirma el pintor Mario Londoño, y así queda evidenciado en su obra. Las figuras de los hombres siempre parecen estar rodeadas por una atmósfera triste, melancólica y sola. En medio de un paraje indeterminado. Y es este paisaje el que permite la carga emocional de cada pintura.
Londoño habla de asuntos de su trabajo.
“En el momento en que me cuestiono el problema humano. La insensibilidad de este tiempo, y la posibilidad pictórica. Ahí nace esa necesidad”.
“Mientras se camina por la pintura aparecen diferentes preocupaciones: confesionales, intelectuales, sociales, humanas, etc. En mi opinión, bautizar una obra limita la ambigüedad de su interpretación por parte del espectador.
La coherencia la da el contexto de la serie en su momento por sí sola. El nombre es más bien una referencia temática”.
“Claro que es importante. Cuadro, mensaje y existencia, son activados por la presencia y la percepción del espectador. No hay distingo para un espectador, todos tienen una visión personal única”.
“¿Orden? ¿Técnica? Intuición sí. Claro que alimentado por la lectura, lo que se ve, se oye, se siente, se conversa. Y lógico toda nuestra vida cotidiana. La fotografía, los medios visuales, los diferentes materiales, formas y tecnologías nos acompañan y nos liberan de los problemas técnicos modernos del decir. Lo que necesite la motivación, se implementa y se procede”.
“Subvertir el relleno de los cuadros, el color y unas pocas imágenes como palabras, suficiente. La libertad y variedad en el modo de decir con ruido o silencio. Un canto humano en un país violento vale. Algunos pintores ilustran sangre y retratan a Tirofijo ... Yo pinto personajes silenciosos que poseen un grito, un ruido contenido, los mismos seres de la realidad extraídos de un modo violento”.
“Mi ciudad es un motor violento. Tiene un particular modo de existir entre el miedo, la muerte y el placer. Crecí en ella y ella me dio lo que soy. La padezco y la quiero igual que cualquiera de los que la habitan”.
“Esta respuesta la quisiera más bien de un espectador desprevenido”.
“Velázquez, el más genial. Sus pinceladas transforman y devuelven el carácter humano con simples retratos y temas de época”.
“¿De qué o para qué me sirve hacer pintura? Es parte de mi compromiso vital”.
“Los talleres son buenos bajo una acertada dirección y la coincidencia de personas afines en intención con las disciplinas artísticas. Luego es saludable la travesía solitaria en el caso de la pintura”.
“En cuanto a las comunidades de artistas como la Bauhaus, sí, que bueno que surja esta necesidad, cuando en nuestro país el hacer artístico es tan difícil e individual y solo depende del patrocinio familiar o una jugosa herencia, hay orfandad de apoyos culturales por parte del Estado. Este movimiento si surgiera en las condiciones actuales se podría llamar ‘Motherhouse’”.
“Exponer, como su nombre lo dice, es exponerse a comentarios y crítica. Eso es parte de la actividad artística. Existen comentarios visionarios y acertados. Y los otros, que solo tienen el trabajo de inflar y desinflar las cotizaciones de las galerías”.
“No. Qué mejor que un comprador enamorado de la obra. La compra le calma los nervios al artista. Yo quitaría lo romántico y el abandono del circuito. Creo más bien que es asunto de resultado natural de tu intención y trabajo”.
“Lo mejor es siempre lo que viene. Lo peor está destruido, no existe. Si hay algo que no quisiera ver, qué podría hacer si pertenece a otra persona, porque si es mío, lo que no quiero ver, lo destruyo”.
“La ciencia, y en concreto las matemáticas, enmarcan la medida y razón de lo que existe. ¿Será que el anhelo y la intuición tienen medida y razón matemáticas?”.
Mario Londoño ingresó en los años 70 al Taller de Artes de Medellín. Estudió pintura con Samuel Vásquez y Francisco Sánchez.
En los años 80 realizó una residencia de arte en Barcelona. Además, visitó durante su estadía allí varios museos de Europa.
En la década del 90, ya en Colombia, hizo parte del grupo de ilustradores del Magazin, del periódico El Espectador. Ha sido, además, ilustrador para varios libros, como la "Antología poética" de Juan Manuel Roca.