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La ratificación por la Procuraduría de la sanción al exalcalde Alonso Salazar, su destitución y prohibición de ejercer cargos públicos por doce años, permite pensar nuevamente en la relación entre ética y ley, tema constante de debates y reflexiones siempre vigentes y bien válidas en la sociedad y la política. Se pudiera partir de la base para discusión que Salazar se la jugó desafiando la ley de garantías electorales que conoce de sobra, denunciando las alianzas de uno de los candidatos con grupos criminales. El exalcalde, conjeturo, entonces, optó por acoger en primer grado su deber ético de señalar y denunciar este hecho, alertando a la ciudadanía en el debate electoral.
Si Salazar estaba seguro de su denuncia, como dice estarlo, cumplió con su deber ciudadano y de funcionario público de hacerla conocer y alertar, aunque violaba la ley que prohíbe la intervención de estos funcionarios en las elecciones. Aunque en su defensa ante la Procuraduría usó el argumento de su deber legal de denunciar esa misma ilegalidad y la trampa, chocaba contra la norma explícita para ese momento. En tiempo no electoral, Salazar hubiera cumplido bien con la ley y la ética a primera vista, pero el fallo que lo condenó privilegió la ley electoral sobre una más general que indica denunciar. Ahora le toca someterse a lo de “dura es la ley pero es la ley”, así haya podido actuar con conciencia de su deber ciudadano. Así son las paradojas que existen entre ética y ley que tenemos que estar resolviendo.
La ley señala lo que es mejor en general sin tener en cuenta muchos aspectos particulares. La ética busca, para las personas, lo mejor en cada caso particular y situación concreta. La ley busca el equilibrio entre la libertad y responsabilidad de los ciudadanos. La ética se pregunta por esa armonía de las dos en cada momento e indica que se debe hacer y evitar. La ley es fruto de un consenso político para la vida estable de los ciudadanos. La ética dice que se debe actuar en conciencia, de acuerdo con los principios, valores y derechos humanos.
Sócrates es uno de los grandes paradigmas de quien actúa de acuerdo a su conciencia, así sea contrariando la ley. Respetaba profundamente las leyes de Atenas su ciudad, pero vivía de acuerdo a su conciencia y predicaba un mensaje incómodo. Esa conciencia lo llevó a evitar las trampas para defenderse de sus enemigos que lo condenaron a muerte. Una condena bien injusta pero ajustada a la ley ateniense de entonces. Salazar no se puede poner al nivel del gran pensador griego pero actuó como otros en esa línea, solo que le falta aceptar el fallo de la ley y reivindicar haber actuado según su conciencia aún contra la ley.
Coda. “La nuestra es una sociedad con muchos desvergonzados. Gente que ha perdido la vergüenza. Si no hay condena judicial, no hay sentimiento de culpa y eso es confundir la moral con el derecho. Es como si la ética fuera superflua y el límite solo fuera el de la ley”. Victoria Camps.